El camino de los dones

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Sentada, desanimada, así se encontraba Mériac. Horas y horas de arduo trabajo sin ningún avance visible. Nicolás no dejaba de gritarle y presionarla.

—¡Concéntrate en lo que haces, mocosa!

El sudor sanguinolento perlaba la frente. Mover las cosas con solo desearlo, parecía sacado de las revistas japonesas que leía.

—¡Tienes que poner más empeño! —bufó molesto— No puedo presentarte ante la familia hasta que tengas conocimientos mínimos sobre nuestro legado.

Miró el jarrón y usó toda la fuerza de voluntad para moverlo, era como tratar de golpear el aire; el jarrón vibró ligeramente, pero fue todo lo que hizo. Ella sonrió y giró el rostro en busca de la aprobación del mentor, pero sólo encontró una mirada desaprobatoria.

***

Es extraño, pero en una ciudad grande, incluso a elevadas horas de la noche hay gente que camina por las calles, la pareja avanzaba sin temor, con parsimonia de señores; Mériac vestía muy diferente a como solía hacerlo: un pantalón de casimir color café claro, sin bolsillos y que llegaban por debajo de sus tobillos, una blusa color azul pastel cubierta con un saco del mismo color que los pantalones. El cabello recogido, era un peinado elaborado a manera de chongo; una de las sirvientas puso todo su empeño en hacerla ver a la altura de Nicolás ¡Por primera vez en toda su vida usaba zapatos de tacón! No era un tacón muy alto —apenas cuatro centímetros—, sin embargo era suficientemente para hacerla caminar de manera extraña, cosa que molestaba a Nicolás.

—Comprenda que es la primera vez que uso estas cosas —arguyó Mériac a manera de excusa—, además, esta no soy yo, usted me conoció de playera y vaqueros; no entiendo por qué ahora me quiere cambiar por una muñeca de aparador.

Nicolás detuvo la marcha de golpe, giró lentamente la cabeza hacia la derecha para mirar a los ojos a la interlocutora con un dejó de tedio y frustración.

—Escucha bien —advirtió con severidad—, mientras estés bajó mi tutela vestirás como yo te lo indique; eres mi crianza y deberás estar presentable de una manera digna.

—No me parece justo —musitó por lo bajo.

—En realidad, no me importa lo que pienses o creas —repuso molesto y reanudó la marcha—, una vez que seas liberada de mi tutela, podrás vestir como pordiosera de nuevo si es ese tu deseo. Pero, por el momento, son mis reglas y las obedecerás.

Mériac resopló furiosa, el modo de actuar de Nicolás le recordó a Mario, su antiguo jefe, desde que inició su trabajo en esa empresa, se le obligó a vestir un uniforme color azul oscuro, un gafete con nombre, un número, una foto y el puesto dentro de la compañía, un moderno grillete, como ella solía llamarlo.

A lo lejos vieron a una persona dirigirse a ellos, Nicolás la sujetó del hombro para detenerla, acercó la cabeza para susurrar a los oídos de Mériac.

—Es tu primera vez. No es un sirviente, no es necesario que lo mates, sólo toma un litro de sangre, eso será suficiente.

Ella frotaba sus manos de manera nerviosa.

—Recuérdalo bien Mériac: la vida de esa persona dependerá de tu precisión; si fallas, tendré que exterminarlo y será tu culpa.

***

El cuerpo yacía sin vida. Arrodillada frente él se encontraba Mériac, lloraba amargamente; durante la caza los nervios traicionaron a la joven preternatural, quedó al descubierto la nueva naturaleza frente al humano. Nicolás tuvo que darle fin a la existencia de la desafortunada víctima.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora