Una decisión difícil

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El sonido de su moto rugía como una bestia. Avanzaba tan rápido como podía; no tenía tiempo qué perder, esa llamada lo perturbó, una bomba que desactivar ¿Quién estaba tan loco como para colocar material explosivo en medio de la ciudad?

***

Beto y Mériac paseaban frente a catedral.

—¿Y no te dan miedo las cruces?

—¡Jaja jaja!! —rió alegremente— ¡Claro que no! Ni las cruces, ni los ajos, ni los ríos, también me puedo reflejar en los espejos, tampoco me hieren de manera letal las rosas, todas esas cosas son mitos y tonterías.

El reloj marcaba medianoche. Vieron salir a un grupo de tres monjas, pasaron cerca, demasiado. Con ropas de hospital y el color pálido en la piel, Mériac daba el aspecto de lo que era: un muerto andante.

Dirigió una mirada a una religiosa, al verla sacó algo de entre los hábitos, vio el objeto de metal, que resplandeció ante los ojos de Mériac, recordó lo ocurrido hacía un par de noches, la misma luz, el mismo dolor, cayó de rodillas para cubrirse los ojos y apartó la vista, mientras la mujer se persignaba con el objeto que tenía en las manos: un rosario.

***

Cualquier otro vampiro ya estaría destruido, golpes, heridas con armas preternaturales y poderes vampíricos que los presentes desconocían y que bastarían para aniquilarlos a todos.

Los impactos cimbraban a la misma tierra; en las mentes de los combatientes un recuerdo fustigó sus mentes, que los llevó al pasado, a 1523 DC. Un año después de la noche de la gran revuelta en Estambul.

***

Corría el siglo XVI, la gran guerra entre los renegados y la Sociedad Inmortal había iniciado; bajó el mando de Antonio de Casares, un grupo de inmortales decidió rebelarse ante el yugo opresor del Gran Consejo.

El grupo renegado iba en aumento, la preocupación de la Sociedad Inmortal era que algunos vampiros antiguos de gran poder decidieron unirse a los traidores. Sobre todo los procedentes de la Europa Oriental y nórdica; era enorme el odio de los sempiternos hacia Lucius Wagner, el gran patriarca y fundador del Consejo.

Una noticia llevada por un informante, notificó a la Sociedad Inmortal acerca de una reunión en la ciudad de Brujas, Bélgica. El Gran Consejo decidió enviar a un ejecutor de confianza: Valdus.

***

Un golpe directo en su mentón regresó al regente a la realidad; las garras de Sarah, estaban bañadas en sangre del inmortal con restos de piel. El odio de esa mujer era comprensible, durante siglos vivió una relación con Valdus; la última que lo había visto fue en Brujas.

***

La plaza Burg es el emblema de la ciudad desde el 889 DC, siglos después que el conde Arnulf I la hiciera un centro de poder para mantener la unidad de la ciudad como una fortaleza. La noche estaba avanzada, faltaban un par de horas para el amanecer; dos siluetas se encontraron a la mitad del centro de Brujas.

El sonido de las pisadas alertó a la mujer que esperaba desde la caída del sol.

—¡Por fin llegaste! —comentó aliviada.

Se lanzó a los brazos, en lugar de encontrar el confort que esperaba, sólo había una pared de carne sempiterna.

—Dime que no es verdad el rumor que ronda las calles de Praga —exigió con severidad.

Había odio y decepción en Valdus, ella no creía lo que miraba; que el hombre a quién amaba llegara a verla de esa forma.

—¡Es verdad... —respondió tajante— he decidido unirme al movimiento de Antonio de Casares!

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora