Reflexiones en la noche II

18 0 0
                                    

¿No hubiera sido mejor estar bajo el sol y poner fin a esta aberrante existencia que ofende todo orden natural y al mismo Dios? Habría llegado un amanecer, mi no-vida hubiera llegado al final. En lugar de eso, escogí existir y eso costo la vida de trece personas inocentes. Su error fue acercarse a tratar de ayudarme ¿cómo les pagué? Muy sencillo ¡Los devoré a todos!

Cuando se está bajo el influjo del Demonio Interior no recordamos nada, eso es lo que dicen ¡Es mentira!, no lo recuerdas de manera consciente. Sería muy sencillo, los recuerdos aparecen como latigazos en tu mente. Las escenas vienen y te muestran lo atroz de ese animal. Las escenas vienen de manera más recurrente cuando duermes; tu sueño se vuelve intranquilo y ves todo lo que tu mente consciente se niega a recordar.

En mis sueños soy testigo de cómo muerdo y desangro a los mortales, como si fueran racimos de uvas listos para sacar de ellos el mosto. Presa del hambre, el vampiro no tiene consideraciones y no muerde, despedaza, cercena, rasga, hace brotar a borbotones la sangre. La muerte golpea con terror al mortal.

Veo esa noche en mis sueños, me veo despertar llena de sed, una sed que no se sacia, una sed que enloquece mis sentidos, ese pobre paramédico que intenta correr, escucho su garganta romperse ante mi mordida, siento un ardor que muerde mi cuerpo, un policía me dispara, caigo sobre él como una vorágine: muerdo, araño, desgarro... bebo. ¡Más gente, más mortales, más alimento para mí, que nunca estoy satisfecha!... que Dios se apiade de sus almas, porque la mía no lo merece.

Esas noches me atacan en mis sueños y me muestran al monstruo que vive en mí, no me dejan olvidar lo que soy, ni lo que puedo llegar a hacer.

Camino sola, mis sentimientos mortales se confunden con los preternaturales, soy una vaca que ha cambiado y ahora come vacas. Ese tipo de aberración soy.

Una noche me despertaré y no recordaré que una vez fui vaca, pensaré que siempre he sido la que come vacas, esa noche cuando no sienta remordimientos al matar vacas, esa noche cuando sea normal que la vaca muera ante mí para servirme como alimento, esa noche habré muerto de manera definitiva.

No hay escapatoria de este hado despiadado que se cierne sobre mí, a cada minuto que pasa, muero más y me acerco al estado donde los míos ahora están. Veré al hombre como el viñedo.

Mi vida cambió esa noche, quizás no debí suplicarle a mi sommelier por mi vida y dejar que la muerte me llevara en su manto hacía una vida mejor; pero no, en lugar de eso me aferré tanto a la vida que el destino me dio una existencia sin vida.

Han pasado ya quince años desde mi último amanecer y veo que el Demonio Interior se apodera de mí cada vez con mayor facilidad, yo esperaba que fueran cientos de años antes que eso pasara, pero creo que será antes, ¿Cuánto tiempo antes que devore a mis amigos?

¿Cuánto tiempo pasará antes que me devore a mi misma?

Hoy acabé de una manera brutal con la vida de trece personas, volverá a pasar, lo sé, y cada vez que pase estaré un paso más cerca del final que tanto temo.

En noches como esta es cuando anhelo mi vida anterior con mayor intensidad, era patética y triste, era una pobre mortal llena de miedos y frustraciones, pero era humana.

Mis manos están manchadas con sangre, y nada las puede lavar. Mi cuerpo se niega a morir, mientras que mi alma ya no existe. Por lo menos tengo una familia que cuida de mí y que ha demostrado interés. Pero temo que llegado el momento quizás trate de devorarlos también.

¿Que no hubiera sido mejor dejar de existir aquella noche o esta?

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora