Prototipo

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—Estúpida mortal, ¿en realidad creíste que podrías destruirnos como a cucarachas? —avanzó con parsimonia— ¿Creyeron que nos tragaríamos el cuento sobre el final de tus investigaciones cuando destruimos esa planta en New Jersey?

Jessica no podía evitarlo, tenía miedo; era inmune a los poderes mentales de los vampiros; más no así a los físicos.

—Pensaba apoderarme de ti, pero me di cuenta que estás protegida contra nuestros poderes ¡Se atrevieron a seccionar la sangre del Padre Oscuro como si fuera una bacteria!; trataron de dar una explicación racional de nuestra existencia, como siempre lo han hecho. Estúpidos odres —miró con desprecio alrededor—, sólo lograron darnos un arma ideal para destruir a nuestros enemigos.

Jessica Apuntó y disparó.

—¡En verdad que son estultos; pedazo de carne! —Miró el hombro y se regeneró—. Voy a disfrutar tanto al destazarte, comenzaré por arrancarte la piel.

***

Corría tan rápido como podía. Los demás trabajadores la veían pasar sin darle mayor importancia.

De no haberse teñido el cabello oscuro, más de alguno la hubiera reconocido.

—Maldito renegado, tengo que llegar.

***

No podía gritar. Kurchenko había le sellado la boca con el doloroso toque Diávolo; ya no tenía piel sobre los brazos. El dolor cegaba cualquier pensamiento. Sobre una mesa ensangrentada observó los trozos de piel cubiertos con sangre, misma que corría entre las uñas largas de Bruno.

—Débiles, patéticos ¿Cómo pueden imaginarse que su ciencia puede detener lo que lleva milenios de existir?

Los ojos mostraban todo el dolor que recorría cada nervio, punzadas de electrizantes sensaciones detonaban al punto de volverla loca.

—Ahora no te ves tan segura odre, como cuando mandaste a destruir a esos mojigatos. Tenía que ver lo efectiva de tu arma y veo que lograron hacer algo interesante.

La puerta se abrió de golpe.

***

—Mériac, pequeña, ¡qué gusto verte! —dijo con fingido placer—; siento haberte mentido sobre quién era, pero no me hubieras ayudado. Verás, tuve que salvarte de estos lunáticos, como puedes apreciar ahora tenemos un arma para vengarte de todos aquellos que te han hecho daño.

—¡Estás loco de atar si crees que te voy a ayudar! —refutó Mériac asqueada.

—En realidad no es mi deseo. El Obispo Oscuro me envió por ti. Quiere que te unas a su causa, te ofrece la oportunidad de ser libre. Su Excelencia está dispuesto a perdonar tus pecados contra nuestra secta —guardó silencio— ¿Qué harás, pequeña?

—¡Voy... a detenerte infeliz! ¡Ese hijo de perra de Valverde planeó lo de Gabriel!, fue su idea sacrificarme para abrir un portal al inframundo y obtener el poder que tanto anhela, como su plan fracasó, ahora recurre a esta tecnología para conseguir lo que ha anhelado desde que recuperó su libertad: venganza —sonrió con sorna—. Incluso ustedes son títeres movidos por los hilos de sus deseos.

—Veo que Gabriel soltó la lengua antes de ser destruido —sonrió satisfecho—; bueno, entonces sólo resta una cosa por hacer.

***

El golpe fue directo hacía el rostro; las uñas alteradas por medios preternaturales causaban un daño similar al de las garras de un hombre lobo.

Inmisericorde, directo a la yugular. Kurchenko era un experto en combate cuerpo a cuerpo.

Mériac miró atónita el ataque, sintió las garras golpearla y miró directo a los ojos al sicario germano; no había nada más que hacer.

***

La joven vampira dio un par de pasos hacía atrás; la mirada se lleno de terror, en el piso Jessica estaba a punto de entrar en shock.

El siguiente golpe fue por parte de Mériac, directo hacía el pecho; el agresor rodó por el piso, como si fuera un títere sin hilos, la mesa del fondo lo detuvo, sobre el cayeron los trozos de piel.

—No es... posible... ¿Có... mo? —preguntó desconcertado.

Kurchenko no daba crédito a lo que ocurría; Mériac seguía de pie sin una sola herida en el cuello, lo miraba con odio y asco.

—Estás frito, pensábamos dejarte en ese cuerpo mortal y hacerte pasar por un loco. Nunca me imaginé que fueras capaz de hacer traer tu cuerpo. De hecho ni siquiera pensé que fueras tú.

—¡La habitación está blindada, no pudieron usar el N-0! —gritó presa del pánico— ¡Tú también serías afectada por la radiación!

—¡Claro que lo hicimos! ¿Qué crees que tenía la bala que te metió Jessica en el cuerpo?

—¡Mientes! —vociferó con desesperación— ¡En los registros no hay nada acerca de un N-0 de esas dimensiones!

—Claro que no lo hay, porque sólo Jess y yo teníamos acceso a ello; de hecho es un prototipo, no sabíamos si funcionaría o no.

—No... Puede ser —dijo desesperado.

—Pensábamos inutilizar los poderes mentales de Roberto y dejar su psique atrapada en el cuerpo de un mortal. La idea era dispararte en un brazo o en una pierna —miró el cadáver de Joy—, pero creo que el nerviosismo le ganó a Jess y le dio en el corazón.

Avanzó hacía él.

—Bruno Kurchenko, es tiempo que pagues por cada crimen cometido; te enviaré a visitar a tu amigo Gabriel.

Se puso en pie y trató de llegar a la puerta de salida, mas fue detenido por Mériac, quien lo sujetó por la espalda.

—No te preocupes —dijo en voz baja—, será lo más indoloro posible.

Escuchó un sonido seco, como el crujir de una rama seca; todo se oscureció.

Un leve resplandor llenó la conciencia; la oscuridad daba lugar al resplandor. Una voz retumbó como un trueno.

Bienvenido, tengo un lugar especial para ti.

Frente a él se encontraba un ente vestido con una armadura socarrada, llena de herrumbre, ennegrecida. Un par de alas destrozadas emergían de la espalda. La mano del ángel caído sujetó por el cuello al recién llegado, quien trató de liberarse, pero resultaba imposible zafarse de esa prensa.

Es tiempo de comenzar con tu eterno tormento.

Fue arrastrado al yermo vasto, inmenso del Tártaro; millones de almas llenaban con lamentos el aire; para darle la bienvenida a quien habría de padecer dolor y vejaciones, por siempre.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora