Durante las siguientes noches Mériac estuvo recluida en el sótano de la tienda; salía únicamente para alimentarse y regresaba; Sofía, Beto y Carlos estaban preocupados. Ya conocían los episodios depresivos de la joven vampira; pero, ninguno tan prolongado como ese.
Mónica fue destituida y un nuevo regente que incitaba a la guerra hizo acto de presencia. No asistió a la presentación y no se había presentado desde esa noche en la mansión. Se encontraba sumida en la depresión. No se pasó ninguna llamada a la extensión del sótano, incluso la computadora llevaba esa misma cantidad de días sin encenderse.
La PDA sin carga en la batería yacía a los pies con la pantalla en negro. Una buena alegoría del alma de Mériac, apagada y sin energía.
Su aspecto era el de una estatua: no se movía, respiraba o emitía sonido alguno, simplemente se encontraba sentada con la mirada fija en el piso al borde de la cama.
***
—Debemos hacer algo —comentó Sofía preocupada.
—¿Qué sugieres? ¿Le damos prozac? —comentó con Carlos con sarcasmo.
—¡No digas estupideces! —repuso molesta— No está bien y se supone que somos sus amigos.
—Ella dejó en claro que saldrá cuando así lo considere —agregó Beto desde el estante de ventas.
Sofía y Carlos miraron la puerta que conducía al sótano.
***
—Haremos una reunión —Sarah, regente de los cruzados, firmaba una carta—. Nos reuniremos con León, el nuevo mandamás de los mojigatos, también veremos a Alfonso, el lobo Alfa de Huentitán. Supongo que ya has de estar ansioso por ir a cumplir con tu misión especial.
—Su Altísima e Ilustre Excelencia, así es. Los lucares de Chapala dejarán de existir como una muestra de nuestro nuevo poder.
Tomás Valverde salió del recinto, llevó la diestra al pecho para acariciar lo que ocultaba, una antigua reliquia traída de oriente —ahora en posesión de los renegados— cambiaría el equilibrio de poder en la ciudad.
***
Desde que fue devorado, el laboratorio de Gabriel estaba en el abandono total, esa noche la puerta volvió a dejar pasar a un visitante. Avanzó entre matraces y telarañas. El polvo y abandono de años recorría el lugar antes limpio. Sin tocar nada, avanzó. Conocía lo peligroso que resultaría curiosear con los objetos almacenados ahí. Tal y como se lo había dicho antes de partir, al fondo, encontró un libro con una nota entre las hojas.
Tomó el volumen, lo abrió y leyó la nota:
Si estás leyendo esto, nuestro plan tuvo éxito, en estos momentos estaré por tomar posesión del cuerpo, si no es que ya lo he tomado. Es muy importante que cuides el libro. En él se encuentra el ritual que necesitamos para llevar a cabo nuestro plan.
Confió en ti, Aldo, hermano.
Escondió el libro entre sus ropas y abandonó con premura la habitación.
***
El aullido cimbró la tierra, hasta la más profunda raíz se estremeció con el lamento. Un lamento lleno de dolor, terror y frustración. El pesado cuerpo cayó sin vida sobre la hojarasca. Como un homenaje, una nube marrón de hojas y el sonido de las mismas al romperse fue la despedida del mundo. En los ojos —ya sin vida—, se reflejaba el miedo.
La sangre mana de la boca, vibraba ante la fuerza que emana el beber sangre lucar. En la diestra el corazón, que daba vida a esa máquina asesina, daba un último espasmo. Miraba con desprecio al lucar tendido sobre la hojarasca. La sangre a borbotones cada vez más escasos manchaba el pecho, la carne desgarrada mostraba costillas rotas al descubierto; dejó caer el corazón sobre el pasto y levantó la mirada; alrededor de veinte guardianes del bosque compartían el mismo destino.
Tomó el celular, el carmesí de la sangre lo manchó y marcó un número.
—Su Altísima Excelencia, el trabajo está hecho, no queda un solo lucar con vida en Chapala.
—Excelente trabajo Obispo, esperamos tu regreso, mañana iniciaremos el Nuevo Orden, quien no esté de acuerdo sufrirá el mismo destino.
Tomás terminó la llamada y miró con desdén la carnicería.
—Estúpida mujer, aunque tienes razón; Un Nuevo orden está por comenzar, pero no será el tuyo.
Avanzó sobre los cuerpos sin vida.
***
La puerta del sótano se abrió. La luz impregnó cada rincón. Lentamente levantó el rostro. Había dado instrucciones de no ser molestada, reconoció la silueta que cortaba la luz en el umbral.
—¿A qué debo el honor de la visita de un patriarca en mi humilde morada? —preguntó con apatía.
—Déjate de zalamerías hipócritas —respondió con enfado— ¿Por qué no te has presentado en la mansión?
—¿Acaso necesitan de una paria como yo? —preguntó con sarcasmo.
—Tienes trabajo allá y debes ir a cumplirlo; ¡soy tu superior y me debes respeto!
—Respeto y confianza... eso esperaba Mónica de todos nosotros y la defraudamos, nadie la apoyó cuando Su Altísima Excelencia Lucius Wagner la sentenció. Dejamos que cargara con la culpa de la falla de todos nosotros.
—Eso es historia pasada, hay cosas que hacer ahora.
—Siempre hay cosas, siempre hay prioridades, pero nunca hay tiempo para quien lo necesita; ahora nos arrodillaremos ante un nuevo líder que nos prometerá llevarnos a la grandeza que la Sociedad Inmortal debe tener, nos lazaremos en una épica batalla contra las fuerzas anárquicas de los cruzados.
—No sé qué demonios tienes, pero te quiero en dos horas en el parque Montenegro.
—Si es una orden, ahí estaré ¡Oh, Excelencia! —respondió con un ademán anticuado de reverencia con la diestra por sobre la cabeza.
Roberto se retiró molesto por la impertinencia de Mériac. La joven se puso en pie tomó una gabardina de piel negra; posteriormente abrió un cajón, sacó una sobaquera y una Desert Eagle con la leyenda "LA MUERTE QUE MUERDE" grabada en la cacha, Se colocó la gabardina para cubrir el arma.
Subió las escaleras. Beto salió al paso para hablarle, pero fue derribado por el avanzar de ella, quien estaba ausente; salió de la tienda y abordó la moto. Pisó el pedal, el sonido del motor inundó la tienda. Sofía ayudó al joven a ponerse en pie.
—¿Qué tendrá? —preguntó Beto.
—No lo sé, pero alégrate que no te asesinó por ponerte en su camino.
—No juegues, ella no...
Beto recordó la mirada, esa noche cuando conoció el mundo de la oscuridad y Mériac estuvo a punto de asesinarlo.
***
Una manada considerable esperaba con calma. Pronto vendría el resto. Les harían conocer las nuevas reglas del juego, al frente de ellos, Dracko Dürsten esperaba con los brazos cruzados, detrás de él, Tomás Valverde.
—Esta noche aprenderán que las cosas han cambiado —musitó Dracko.
A lo lejos vieron a varías sombras acercarse.

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Mériac
KorkuDurante veinticinco años de vida inmortal acompañaremos a Mériac en un recorrido donde conocerá las fuerzas más oscuras de este nuevo mundo. La eterna guerra entre Cruzados y la Sociedad Inmortal, los mitos, las familias sanguíneas que conforman cad...