Amistades

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Durante horas trabajó para unir las láminas de acero. Para esos momentos ya habrían destruidos a los renegados de los que habló Roberto. La situación comenzaba a estresarla. Recordó lo bien que se sintió dentro de las instalaciones; como si estuviera viva; ahora volvía a la realidad, no era una científica respetable, sino una esclava de la Sociedad Inmortal.

Tomó una lámina; era imposible crear algo móvil para protegerse del N-0. Esbozó una sonrisa amarga, el N-0 fue desarrollado para evitar ese tipo de protecciones. Sólo había una cosa por hacer. No le agradaba la idea; sin embargo, era la única solución.

***

El celular timbró. La llamada fue enviada a buzón. Volvió a sonar. La molesta situación se repitió una y otra y otra vez, hasta que la paciencia se agotó. Abandonó de la tina y dejó el baño de burbujas para después.

Con molestia tomó el celular y contestó.

—¿Qué no saben esper...—abrió los ojos como platos— ¿Mériac donde demonios estás? —preguntó pasmada.

***

La figura solitaria esperaba en el puente desde hacía horas; la madrugada se aproximaba mientras el frío le calaba en los huesos. Escuchó pasos acercarse por la derecha; giró sobre los tobillos; una mano la afianzó del cuello con tal fuerza que casi lo rompe. Sin muestra de compasión la colocó sobre el borde, medio cuerpo se balanceaba hacía el vacío.

—¡Me traicionaste! —apostrofó— Confié en ti; ahora sólo tengo que arrojarte y se acabó.

—T...ú no lo ... harías. No eres u...na ase...sina.

Mériac miró con odio a la víctima y la regresó de nuevo a la seguridad del puente, donde la soltó. Durante unos minutos jadeó y tosió para recuperar el aliento.

—Ese fue un truco sucio ¿Por qué me traicionaste? —preguntó.

—Como te dije —tosió—, estaba más allá de mi influencia detener la ejecución.

—¿Para quién trabajas? —preguntó con seriedad.

—¡Yo no trabajo para nadie —respondió molesta—, la compañía es mía! Sin embargo se requería de inversión extra y de ciertas concesiones fuera de la ley para continuar con nuestra investigación. Fue cuando los inversionistas llegaron, no sólo con una fuerte inyección de líquido, sino con poder político para evitar que el gobierno americano interfiriera. Ellos fueron los que me ordenaron destruirte.

La mirada sempiterna era fría, dura, estoica. Jessica guardó silencio por unos instantes.

—Mériac, en verdad siento lo que pasó, yo...

—¿Estás dispuesta a seguir con la parte de tu acuerdo?

—No depende mí, como ya te lo dije antes, es...

—¿Estás dispuesta a seguir con la parte de tu acuerdo? —la pregunta fue más demandante.

—Sí —respondió categórica—. Pudiste asesinarme en tres ocasiones y no lo has hecho.

—Muy bien, necesito algo y tú me ayudarás. Si resulta bien, todos saldremos beneficiados.

Mériac le relató el plan a Jessica por espacio de una hora; la mortal no podía creer que algo así llegará a funcionar, pero era la única oportunidad.

***

Con asco comía la hamburguesa; grasa y azúcar eran deglutidos casi al punto del vomito. Cada bocado le causaba arcadas.

«Malditos mortales, ¿cómo se atreven a tragarse esto?».

Durante siglos de no probar alimento, ingerir la comida rápida le causaba nauseas; pero tenía que hacerlo. Durante un año logró confundirse con los demás trabajadores. Seleccionó bien al anfitrión. Cada día desde la llegada a Dallas brincó de humano en humano para poder apoderarse de ese en particular.

«Suficiente", pensó asqueado.

Se puso en pie y tiró el resto del alimento; se acercó a una terminal para buscar en una página dedicada al transporte de carga. Ingresó un número de guía y esperó durante unos segundos, en la pantalla apareció lo que había esperado desde hacía días.

«Por fin está aquí, ya no soporto el hedor a vivo", pensó.

Con precisión borró todo rastro de la sesión; justo en el momento que alguien se acercaba a utilizar la terminal.

—Buenas tardes Joy ¿Listo para salir?

—Sí, alguien me espera —respondió con alegría.

—Por cierto, ¿supiste lo del escuadrón Alfa N-0?

—No.

—¡Wow!, esos chupasangre ni siquiera metieron las manos, tenemos el arma ideal para joderlos a todos; ¡se terminó la era de terror, hermano!

—Tienes razón, se ha terminado una era —sonrió de manera aviesa—, hermano.

***

—¡Demonios, no va a funcionar! —Golpeó el escritorio— es estúpido; Mériac debe estar loca, o peor aún, la loca soy yo por hacerle caso.

Oprimió una serie de botones en un teclado digital; una mujer contestó la llamada.

—Un momento, señorita Miller.

Tras unos breves minutos; demasiado breves para su gusto, apareció una imagen holográfica, del mismo hombre que había dictaminado la eliminación de Mériac.

—¿Qué desea, señorita Miller? —preguntó con interés.

—Señor, creo que tenemos un infiltrado.

—¿Qué quiere decir? —preguntó con furia en la mirada.

—Mériac aún existe, alguien intervino en el proceso del N-0, bajó la potencia en la radiación, posteriormente la sacó de aquí.

—¿Tiene idea de quien fue? —inquirió molesto.

—Tenemos una serie de sospechosos, señor.

—Muy bien, proceda con lo que marca el protocolo para estos asuntos señorita Miller y recuerde que no aceptamos fallas como resultados.

— Así será, señor.

***

—Tranquila, tranquila. Si él detecta tu nerviosismo puede abrirte la mente como un libro y leer todo.

La puerta se abrió de manera inesperada, no pudo ocultar el sobresalto.

—¡Estamos a punto de apoderarnos de esa tecnología! —dijo eufórico.

—¡Qué bien!, los escudos aún no están listos, debo realizar un modelo que sea funcional y práctico. De lo contrario sólo sería un estorbo.

El hombre se recostó en un camastro.

—Dormiré un rato, tú continúa. Odio los cuerpos mortales, son tan débiles y patéticos.

Ni siquiera pensó si logró engañarlo. Si el plan marchaba bien, ya no tendría que preocuparse.

***

—¿Es usted el señor Joy Spada?

—Así es —respondió satisfecho

—Tengo un envió para usted desde México ¿Puede firmar de recibido?

—Con todo placer.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora