El extranjero

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Cientos de personas se aglutinaron en torno al hueco: periodistas, médicos, policías e incluso el ejército llegaron; nadie tenía permitido pasar, sólo los especialistas y un grupo muy selecto de gente.

Varías personas de traje pasaron la valla de seguridad y descendieron a las profundidades del pozo. Olor a pólvora, asbesto y polvo impregnaban la escena. Buscaron en cada recoveco alguna pista del dispositivo explosivo, pero el descubrimiento fue mayor, uno de los especialistas emergió de un túnel, cubierto de polvo al tiempo que gritaba con un terror creciente.

—¡Código 23!

Todos los policías y demás personal fueron evacuados del pozo, sólo quedaron quince personas, una de ellas tomó un celular e hizo una llamada.

—¡Su Excelencia, encontramos restos de un Código 23! Ya evacuamos todo el viñedo, esperamos la llegada de los Bonn, no hemos reconocido ninguno de los cuerpos. Al parecer o son extranjeros o parte de los renegados.

Colgó. Valdus ya organizaba las tropas; sin embargo si se acusaba de manera errónea a los renegados por lo ocurrido, sin duda habría una guerra; cada segundo era vital en la espera por los necromantes. Si los renegados eran responsables, un nuevo golpe vendría por parte de ellos, las dudas golpeaban la mente de Yusnaf de manera inmisericorde.

—¿Dónde está el cadáver que hay que interrogar? —preguntó con apatía.

El marcado acento italiano anunció el arribo de Mássimo Mastrianni, Yusnaf no gustaba de pedir ayuda a la familia necromante, pero no tenían opción, conocer la identidad de los extraños era prioritario.

***

—¿Dónde está? —preguntó Mónica molesta.

—Tranquila bruja, es mejor que la dejes en paz por ahora —repuso con calma Diana— acaba de pasar por un trance muy fuerte, está sentada en la fuente frente a Catedral.

—¿Qué no se supone que deberías de estar al frente del ataque que está organiza Su Excelencia? —más que pregunta sonó a reclamo.

—Lo que yo haga o deje de hacer es asunto mío —apostrofó en el mismo tono.

La discusión se tornó tan acalorada que ninguna de las dos se dio cuenta que eran observadas desde un edificio.

—¿Crees que ella sea la correcta? —preguntó desconcertado.

—Su Excelencia, ¿alguna vez he fallado? —respondió Gabriel con seguridad.

Tomás volvió a dirigir una mirada escrutadora a Mériac. La silueta sentada de frente a Catedral era una alegoría nítida de toda la tristeza y melancolía de una vida sempiterna, se tenía de nuevo las gafas, aunque solo conservaba un cristal, el otro se destrozó durante el impacto con la fuente.

—Es sólo que me parece demasiado insignificante como para que sea parte de nuestro plan— comentó incrédulo.

—Hay un detalle que he omitido contarle Su Excelencia.

Miró con recelo a Gabriel. Secretos, enigmas y oscuridad conformaban un halo que siempre rodeaba al demonólogo. Era el único rebelde en quien Tomás confiaba por completo.

—¿Cuál es ese detalle? —preguntó con interés.

—Ella —señalo con el índice, mientras un aura de sombras lo envolvía—. Es la cría de Nicolás Valterra.

El inexpresivo rostro de Tomás fue alterado.

—¡Eso es imposible, no puede ser cría de Nicolás! ¿Qué motivos tuvo para convertirla? —demandó.

—Eso, mi Excelencia... es algo en lo que estoy trabajando, lo sabré y usted lo sabrá a su debido tiempo.

Después de eso fue engullido por las sombras y desapareció, Tomás se quedó con la incertidumbre, situación que no era para nada agradable.

***

No sabía si era parte del ritual o una mera parafernalia, pero todo necromante siempre siseaba y emitía pequeños jadeos al hacer contacto con el espíritu del muerto. Mássimo se retiró con horror del cuerpo momificado.

Sin lugar a dudas fue canibalizado, requerían de un experto en necromancia capaz de comunicarse con otros planos y extraer información de un alma destruida. Los especialistas de ese tipo escaseaban, Mássimo pertenecía a esa élite; Yusnaf lo sabía y estaba consciente que el precio que pagarían en efectivo y favores sería muy alto.

—¡Rápido, saca a todos tus lacayos de aquí! Lo que hablemos tú y yo debe ser de carácter privado.

Una vez que estuvieron a solas, Mássimo se acercó lo más que pudo a Yusnaf, no ocultó lo incomodo de la situación. Conocía muy bien las depravadas costumbres del inmortal.

—No te preocupes mio caro, no eres mi tipo —guardó silencio con una maliciosa sonrisa—, tenemos un problema muy grave, el tipo —pateó el cuerpo—, era un español de Mallorca llamado Miguel De Santos, líder de una pandilla de desterrados europeos, él fue quien asesinó a los miembros de ambas sectas para ocasionar una guerra.

—¿Con qué fin? —preguntó desconcertado.

—Ocultar su operación en Guadalajara. Mientras los grupos políticos se... ¿cómo se dice aquí? —sujetó su mentón con la diestra y frunció el seño para buscar la palabra que deseaba— ¡Ah, sí! Se rompían su madre —dijo sarcásticamente—, él podría operar a sus anchas, la explosión encaminaría un ataque contra los rebeldes por parte de ustedes, tendría tiempo suficiente para realizar su plan.

—¿Qué plan? —preguntó preocupado.

—Desenterrar a un Antiguo que dormía justo debajo de la Cava.

***

Miraba con incredulidad al Bonn. No podía mentirle con algo tan serio. Un antiguo dormía justo debajo del lugar de reunión. Despertarlo acabaría con toda la Sociedad Inmortal del país. Se decía que la sangre mortal era como agua para los vampiros que han vivido milenios, únicamente el vino sempiterno sacia la eterna sed. Contaban leyendas acerca del despertar de los antiguos y cómo devoraron civilizaciones enteras.

—¿Y donde se encuentra el antiguo? —preguntó con angustia.

—Al parecer ese tal Miguel, pretendía devorarlo y absorber el poder para convertirse en un verdadero peligro para los no-muertos de Europa. Pero algo salió mal en el plan —sonrió—. El antiguo lo devoró primero, su instinto de reposo acabó con las intenciones del español, al parecer volvió a dormirse. Sólo que lo han sacado de aquí y no tengo idea de adónde o quién se lo ha llevado.

—Debemos buscarlo, si el anciano despierta será el fin.

—Desgraciadamente no hay restos que los psicométricos puedan rastrear, la explosión fue tan fuerte que el sonido tapa toda impresión en los objetos. Traté de ver quiénes intervinieron, pero no pude.

Yusnaf sacó el celular y comenzó a marcar.

—Tendrán su pago, ahora tengo que avisar a Su Excelencia.

—Claro que lo tendremos, no trabajamos gratis.

Mássimo se retiró, el necromante ocultó parte de la verdad. No sólo podía leer las huellas psicométricas, también las podía borrar. Sabía quiénes tenían al Antiguo y pensaba usar esa información a favor de la familia Bonn.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora