Hada Azul

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—¿En eso me convertí? ¿En una especie de cazadora de preternaturales?

—No saques conclusiones prematuras, aún no terminamos de ver esta realidad alterna.

—¿Puedes ver el futuro, los presentes y futuros alternos?

—Algunas veces, en ocasiones tengo que tomar decisiones que afectan al mundo de manera considerable. Es una gran responsabilidad, pero es mi deber hacerlo. Ahora mira.

***

La habitación era una oficina y estaba junto con; aún llevaba el traje azul.

—¿Quieres decirme que pasó allá abajo?

—He terminado parte del proyecto. El traje es una red de nanomáquinas que responden a impulsos neuronales. Cada una tiene un pequeño nulificador capaz de generar una radiación de unos cuantos picómetros. Lo único que tengo que hacer es pensar con qué parte de mi cuerpo pienso dar el golpe, y todo se concentra en esa zona, por esa razón pude derribarlo con la rodilla y una patada.

—Algo así me imagine, pero a lo que yo me refería era a...

—¡Ah, sí!, la granada tiene el efecto de un pulso electromagnético en cualquier dispositivo electrónico, genera un campo de un par de metros con radiación N-0, inutiliza por completo los poderes de estas bestias, quedan al nivel de un simple mortal.

—Mériac, tu sabes a...

—La inyección, claro qué tonta soy —respondió con un pequeño golpe en la cabeza con la diestra—. Verás, es un catalizador para acelerar el metabolismo de cualquier humano, pero a nivel genético altera toda mi estructura para volverme inmune a los ataques verbales, de miradas o mentales. Además, incrementa mis capacidades físicas unas quince veces; es como si me tomara unas cien bebidas energizantes de un solo golpe.

—¡Mériac! —levantó la voz con autoridad— ¡No me trates de ver la cara!, me refiero a por qué mataste a golpes a ese vampiro y por qué una vez muerto no dejaste de golpearlo hasta reducirlo a una masa sanguinolenta.

Bajó la mirada.

—Porque... —crispó los puños—, recién había recuperado a mi familia y ese desgraciado los asesino... —levantó la mirada para encarar a Jessica—. Me sentí muy bien al darle fin a esa aberración.

—Mériac, te recuerdo que es por justicia, no por el placer de matar vampiros.

Bajó de nuevo la mirada, algo avergonzada.

***

—¿Me convertí en un monstruo? —preguntó desconcertada.

—Sigue observando.

El panorama era un laboratorio; hombres y mujeres semidesnudos eran conectados con lectores para medir su fuerza y umbrales de dolor. El laboratorio estaba lleno de personas vestidas de blanco y trató de ubicarse. Entre ellos vio a Jess, quien se acercaba a una mujer conectada a un sinnúmero de sondas.

—¿Esa... soy... yo?

***

El cuerpo de Mériac había cambiado. Músculos duros y marcados. Al ver llegar a Jessica se desconectó todo aquello para saludarla, al tiempo que se colocaba una bata de trabajo.

—¿Cómo va todo? —preguntó Jessica con interés.

—El grupo de élite está casi terminado.

—Mériac, creo que has llevado muy lejos esto —comentó preocupada.

—Tú me diste la idea —repuso Mériac, mientras llenaba unas notas en la libreta electrónica.

—¿Yo? —preguntó desconcertada.

—Claro, el día que llegué a Dallas me recibió Sultán al derribarme; al mayordomo se le salió decirme que ya me esperaba el perro. Tras investigar, me di cuenta que estaba alterado genéticamente para reconocer mi aroma como el de su dueña, además que podía olerme a kilómetros de distancia y reconocerme entre varías personas por el simple olfato, reconocer algunos cambios de animo, que alteran el aroma de mi piel, que cambia con las endorfinas y otras hormonas —dejó la libreta en un escritorio—. Cuando inventamos el suero, enviamos a un grupo a destruir una guarida de sanguijuelas; el resultado fue catastrófico. A pesar de lograr destruirlos, perdimos toda la unidad porque el efecto del suero terminó.

—Sí, lo recuerdo —dijo abatida.

—Los subestimé. El suero debería durar más tiempo, pero ningún humano normal puede soportar una dosis tan fuerte sin enloquecer. Así que después de hacer múltiples experimentos, logramos hacer que el efecto del suero fuera permanente. Como te dije, aquel día no pensaba arriesgar vidas inocentes, así que me ofrecí como voluntaria para una alteración genética. El resultado lo puedes ver, puedo pelear contra uno de esos seres a su mismo nivel. Mis sentidos están modificados para desfasar las ondas alfa que producen los efectos de control sobre el pensamiento o emociones. Además que se han hecho implantes de nanomáquinas en mi cuerpo para tener campos de radiación N-0.

— Mériac, yo no...

—¡Deja de llamarme Mériac, Jess! —golpeó el escritorio con tal fuerza que trozó la esquina—, ese día te dije que Mériac dejó de existir; ¡ahora soy Hada Azul! Voy a destruir a todos esos infelices. Si es preciso uno a uno.

Jessica miró con cierto miedo a su amiga.

—Como tú digas.

—Voy a partir —advirtió con seriedad.

—¿A dónde vas? —preguntó con temor.

—Cuando fuiste por mí a Guadalajara partimos con prisa, como si tuvieras miedo a pasar la noche en la ciudad. Ahora sé por qué —Jessica palideció—. Un vampiro me rondaba, pretendía alimentarse de mí o convertirme, es muy probable que él enviara al asesino a mi tienda para interrogar a los empleados sobre mi paradero. Es hora de ir a visitar a ese vampiro.

—Meri... Hada Azul, nuestros informes indican que hay una especie de guerra en la ciudad, además se rumora que es un Antiguo muy poderoso.

—Lo sé. He dejado instrucciones del siguiente paso. Si fallo continúen las pruebas en la siguiente fase —respondió sin mirarla.

—¿Tienes idea de lo que piensas hacer? —inquirió con temor.

—Claro, iré a Guadalajara, buscaré a ese chupasangre, lo golpearé hasta que me pida la muerte y luego —sonrió con un dejo de perversidad—, veremos juntos el amanecer.

***

— Me convertí en una especie de freaki —afirmó incrédula.

—Así es. Verás, pequeña, Nicolás mató el ser humano y te convirtió en vampiro, pero tú lograste salvar tu humanidad. Eres una criatura de la noche, pero no eres malvada ni estás enferma de odio y venganza; Jessica salvó tu cuerpo humano, pero tu alma se envenenó con odio, dejaste de ser humana por decisión propia. Es curioso, pero eres más humana como vampiro que como mortal.

—¡Quiero ver! —exigió.

—¿Qué? —preguntó desconcertado.

—Quiero ver más, quiero ver hasta dónde llegué.

—No tiene caso, verás, lo que sigue es...

—¡Maldita sea Outis! —exigió con furia— ¡No te estoy pidiendo opinión!, ¡me lo debes y llegaremos hasta el final!

—¿Estás segura? —preguntó con recelo.

—¡Claro que lo estoy! Necesito verlo, necesito ver... en qué puedo convertirme.

—Que así sea entonces —respondió con resignación.

La ventana volvió a cambiar un par de semanas en el futuro.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora