Venganza

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—No recuerdo ya cuánto tiempo me tomó realizar el ritual. Todo recuerdo al respecto fue eliminado de mi mente. Sólo sé que hubo dos resultados del ritual: mi libertad y la muerte de Giussepe Lombardi. Ni siquiera recuerdo si fui yo quien lo asesinó.

"Lo más cercano que recuerdo a esa noche es mi entrada a la casa de Regina. Con tan solo una noche antes de la llegada, tuve tiempo suficiente para alterar los recuerdos de cada criado, recuerdo también cansancio mental como nunca lo he vuelto a experimentar, pero valió la pena. No sólo rompí ese yugo esclavizante, sino que ya ningún otro vampiro podría atarme a su voluntad ¡Recuperé mi libertad para siempre!

"Esa noche regresó, me porté con la misma sumisión de siempre, nuevamente fui víctima de su humillante trato. Ahora veía el tipo de gusano en que me había convertido durante esos quince años, los deseos y caprichos me resultaron humillantes.

"Comenzaba el día y ambos dormíamos; desperté, el sopor del día era tremendo; había acabado con casi toda resistencia mental para romper el yugo, sólo el deseo de venganza me impelía a continuar.

"Mordí mi dedo y dejé caer una minúscula gota de sangre en los labios; también me había aleccionado en cómo llevar a cabo el ritual del yugo, las runas necesarias para esclavizar a los inmortales recorrían mi cuerpo, durante las noches, antes de dormir volvía a cubrir mi cuerpo con esos símbolos que atan y destruyen la libertad de los sempiternos".

***

—Cuánta paciencia, igual que una hormiga labora para sacar roca tras roca y construir donde habrá de vivir, cada atardecer me despertaba y daba una pequeña, casi imperceptible gota de sangre a mi sommelier.

"Así transcurrieron dos meses; cualquier otro inmortal se hubiera dado cuenta del cambio; sin embargo, la soberbia de Regina le impedía ver que el esclavo recuperó la libertad. Visitamos Grecia en atención a una invitación por parte del cardenal Dimitros Damasco. Creo que el Andamid fue el único en percatarse que algo no andaba bien, para entonces ya tenía un protegido, un conocido tuyo. Markus Tsaldaris.

"Dimitros no me permitió estar cerca de su hijo, me lo prohibió de manera tajante. Los tres regresamos a Milán durante la noche, la amenaza de los cruzados era cada vez mayor y el cardenal se notaba preocupado".

***

—Esa noche los escuché discutir en el salón principal. Nos quedamos en una finca propiedad de Regina. Mi sommelier se veía en extremo molesta, me logré colar hasta un balcón desde donde escuché con claridad la charla sin ser visto.

—Ya te dije que no hay de qué preocuparse, le he dado de beber de mí durante quince años —comentó molesta.

—Eso no garantiza nada, se comporta de una manera demasiado insolente —dijo con preocupación—. No es algo común en alguien sin voluntad.

—Estás celoso, celoso de él, como siempre—dijo con sarcasmo.

—No esgrimas tus ardides para librarte de nuevo —conminó con cierto enojo.

—Pero tú sabes que yo te amo, Dimitros, y que lo nuestro está por encima de Aldo —lo abrazó con fuerza—; sólo es mi mascota, algo de mi propiedad.

"Apreté con fuerza el brocal donde me recargaba, destrocé un pedazo de roca".

—Regina no puedes pretender tenerlo así toda la eternidad.

—¡Yo siempre hago lo que quiero! —dejó de abrazarlo—. Ahora vete Dimitros, has conseguido molestarme y no quiero hablar ya.

"Giró sobre los tobillos para darle la espalda, en una rabieta que me pareció por demás infantil, me dirigí al salón principal donde supuestamente me encontraba. Cuando Dimitros llegó lo acompañé hasta el carruaje, me miró con desconfianza sin dirigirme palabra alguna, como si supiera que la siguiente vez que nos viéramos sería todo muy diferente".

***

—Medía hora después entré en el salón. Regina me miró con amor y devoción, recordó las palabras de Dimitros.

—Déjame, quiero estar sola —suplicó con ternura.

"Sonreí, el tiempo había llegado.

—No lo creo, ven a mí —le ordené.

"Avanzó como poseída por una fuerza extraña y me miró. Rasgué con los dientes mi muñeca. La sujeté por detrás de la nuca, jalé con exceso de violencia la cabellera castaña para arquear el cuello y la obligué a beber. Fue casi simbólico, el yugo estaba consumado.

"Le dije que me iría, que la mantendría lejos de mí. Ella lloró como una niña, la golpee, pateé y humillé hasta el cansancio; no te voy a mentir, disfruté cada momento.

"Durante una semana la obligué a beber de mí. Leí toda correspondencia que recibía. Fue cuando mi destino comenzó a tomar forma. El Gran Consejo advirtió a todos; los cruzados tomaron por la fuerza desde Turquía hasta lo que hoy se conoce como Austria. Se levantaron en una rebelión formados en la mayoría por grupos Santaterra y Diávolo. Devoraron a todos los ancianos, formaron un grupo numeroso y poderoso. Esa noche en Estambul los rebeldes formaron su propia casta al separarse de la Sociedad Inmortal. Los cruzados nacieron bajo el deseo de la libertad... nunca nada fue igual otra vez".

***

—En la misma carta anunciaban que enviarían a Regina un grupo de seis Volvalio junto con sus crías completamente esclavizadas. Tomarían la ciudad de Budapest por el lado sur. La noche que llegaron partimos rumbo a nuestro destino. En el camino, los seis Volvalio fueron sometidos por Regina y por mí. Cuando el último cayó, me paré frente a los esclavizados. Ya no existían aquellos con los que mantenían completa fidelidad, pero aún tenían el yugo con el Cónclave, así que les hablé.

—Yo no pertenezco a nadie más que a mí. He logrado vencer el yugo de sangre y ustedes pueden lograrlo también, conozco el ritual. Nos quitaremos esas cadenas que pesan sobre nosotros. Planeo reunirme con los cruzados en París. Antonio de Casares, me espera, ¿quieren continuar como marionetas o quieren ser libres?

"Todos aceptaron. Con los ancianos destruidos huimos hacía Paris, Regina me acompañó durante el viaje, tenía planes muy especiales para ella".

***

—Fuimos recibidos como héroes en París. Recorrimos boulevard Saint Michelle acompañados por Antonio de Casares hasta Notre Damme. Nunca había visto a tantos vampiros reunidos. Se proclamó el Código de los Cruzados y juramos dar exterminio a los mojigatos. Algunos dudaban de nuestra lealtad y que se hubiera roto el yugo, así que les di la prueba que buscaban. Frente a más de mil sempiternos canibalicé a mi sommelier. Regina Dummont conoció la muerte final en mis manos; drené cada gota, devoré sin el menor sentimiento de compasión su alma. La mordí en la muñeca para verla a los ojos llenos de miedo mientras era consumida y destruida. Durante quince años me trató como a un perro y ahora era el digno sacrificio en nombre de nuestra libertad.

"Mandé traer un ataúd donde coloqué el cuerpo momificado. Después de eso fue sellado. Me hubiera gustado ver la cara de Dimitros cuando recibió la caja con su amada en el interior y una carta con unas cuantas palabras.

Tenías razón Dimitros, yo era un peligro, Regina pagó por su error con un largo y elegiaco final. Te lo puedo garantizar... porque yo fui quien le dio extinción.

"Esa noche, Antonio de Casares me pidió un favor más: eliminar al resto de los Volvalio que me acompañaban, puesto que la lealtad de un puñado de mocosos como esos no era tan confiable como la mía.

"Yo mismo devoré a cada uno de esos incautos. Ahora nadie más conocía el ritual, sólo yo. Mi entrada con los cruzados estaba garantizada. Combatiríamos a nuestros carceleros o dejaríamos de existir en el intento".

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora