Outis

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¿Acaso era un nuevo ardid de Nicolás para trastocar la conversación, una nueva perorata para librarse de la pregunta?

—¿Qué quiere decir con que nadie; acaso trata de jugar conmigo?—Mériac estaba furiosa.

—Así reaccionaron hace siglos, eso fue lo que me costó todo mi prestigio —respondió agobiado.

Se puso en pie, con paso firme avanzó hacía Mériac, paso de largo a la joven para mirar los manzanos en el jardín, aún no era temporada y las pequeñas flores apenas se mostraban. Un ligero viento movía las ramas al compás de un longevo ritmo, olvidado ya por la humanidad. El sonido de las hojas al contonearse en la antigua danza donde el viento es quien llevaba el compás; un baile hermoso de la naturaleza, donde los sonidos y pasos son creados en el mismo instante.

Mériac miró de soslayo a Nicolás; tenía cierto miedo, pero si había llegado tan lejos no era el momento de menguar. Reunió todo el valor que pudo y formuló de nuevo la pregunta:

—¿Me va a contar la verdad o no?

—¿Estás dispuesta a oírla aunque sea tan inverosímil que no lo puedas aceptar? —preguntó distante.

—Estoy dispuesta escuchar la verdad y aceptarla.

—Muy bien, pequeña, entonces te contaré cómo Nadie me habló de ti.

***

—Para 1680 yo era un prestigiado vampiro dentro de la Sociedad Inmortal, grandes expectativas iluminaban mi futuro, solo un par de años más y lograría algún patriarcado de una importante ciudad. Mi carrera de poder dentro de la familia era inmaculada: había participado en la detención de varios traidores durante La Noche de Estambul y presté grandes servicios para la captura de varios cabecillas cruzados, mi nombre me garantizaba la entrada a un círculo muy elitista de sempiternos.

"Mi ascenso al poder era inevitable. Hasta que hice ese viaje a Egipto. Me encargaron investigar acerca de un ritual muy antiguo; mis conocimientos en ocultismo eran avanzados, así que junto con una escolta de Cambiaformas viajé a una de las cunas de toda nuestra civilización, al segundo éxodo de Natael: la ciudad de Menfis, hogar de Kaah-Anubis.

"Durante un año trabajamos en una zona alejada del Valle de los Muertos, en una tumba que fue descubierta por una tormenta de arena y dejó al descubierto parte de la entrada. Los supersticiosos lugareños se negaban a entrar por las supuestas maldiciones que podrían desatarse al profanar el descanso de los faraones, así que tuvimos que hacerlo nosotros. Por la ubicación de la tumba y una serie de extraños jeroglíficos que nos enviaron a Milán, nuestros sabios pudieron deducir que se trataba de la tumba de un inmortal.

"Nuestros temores eran la posibilidad de un antiguo de gran poder, Violante Sforza temía por la simbología empleada que se tratara del mismo Qhaal-enumeph, el consejero real de En-melemmuzid de Girsu, tercer hijo inmortal de Natael. Era asunto de alto riesgo y tendríamos que andar con cuidado, si llegara a despertar significaría la destrucción del mundo.

"A tres metros de la entrada pude apreciar jeroglíficos que advertían sobre perturbar el descanso del que nunca muere. Nuestros temores iban en aumento, sin duda debía tratarse de la tumba de un Antiguo, quizás un Antiguo muy cercano a la vendimia original, como temía Violante. De encontrarlo, deberíamos asegurar el lugar y suprimir a todo mortal que conociera la ubicación de la tumba. Al leer algunos símbolos en las paredes nos convencimos que más bien se trataba de una prisión.

"Avanzamos sin precaución. El miedo nos hizo ser imprudentes y activábamos varías trampas en el proceso que destruyeron a mi escolta. Al parecer quien las colocó conocía bien a nuestra especie, porque cada una era letal para nosotros, fuego, acido y rocas de varías toneladas. Para cuando dejó de existir el último de mis compañeros, una enorme roca bloqueaba el camino de regreso, misma roca que acabó con su existencia.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora