Estaremos juntos esta noche

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Balas, sonido a fuego que devora el aire, gritos en italiano, Monraz y Golfo de Cortés parecían calles de algún país en guerra civil. Dos barricadas de vehículos —algunos ya en llamas— y tres cuerpos calcinados. Durante el recorrido fueron abordados por un grupo armado; en la embestida murieron los deformes y un renegado, ahora se encontraban bajo el fuego de la orden de La Santa Cruz.

—Yo puedo detenerlos —mostró un chaleco lleno de explosivos—, sólo necesito que me cubran.

—¡Muy bien, ya lo escucharon, todos a disparar! —gritó Gabriel.

Dispararon sobre la orden a discreción, vieron cómo el rebelde corrió entre las balas y el fuego, para brincar sobre la barricada. Todos se cubrieron para evitar los pertrechos producto de la explosión.

Se el estruendo se escuchó a varías cuadras a la redonda, la onda de choque destrozó cristales, además activó alarmas de locales y vehículos estacionados. Los sempiternos se asomaron, el lugar donde antes estaba la orden ardía por completo.

—¡Jaja, jaja! ¡Estúpido viñedo!, en realidad creyeron que...

La risa del vampiro fue cortada cuando surgió de entre el fuego una figura envuelta en llamas, sacudió los restos del vehículo y escombros que tenía encima y lanzó un largo aullido que confirmó el temor de los inmortales: lo que emergía de entre los rescoldos era un lucar.

***

Las sombras envolvían al lupino con la intención de evitar que respirara, pero tardaría más tiempo para que cayera muerto por asfixia; sólo quedaban en pie Gabriel, Mériac, un renegado y el Cambiaformas, que atacaban sin piedad al enemigo natural del vampiro. El resto de los inmortales yacían en trozos a los pies del licántropo.

«No tardará en caer, no puede estar sin aire tanto tiempo", pensó Gabriel con angustia.

Al terminar la frase, el Cambiaformas cayó con el pecho expuesto, un lupino contra siete sempiternos no era peligroso, al final dejó de existir, pero dejó al otro renegado en muy malas condiciones.

—Gabriel, vayan sin mí... seré una carga.

—Así será ¿Te encuentras bien, Mériac?

Ella sólo asintió con la cabeza, era el primer encuentro de la noche y sólo quedaban en pie dos. A ese ritmo no quedaría gran cosa de la crianza de Natael para el amanecer.

—Me comunicaré con el centro de control, debemos notificarles que hay lucares entre los cazadores —comentó Mériac.

Durante un par de minutos intentó comunicarse, sin conseguirlo.

—Tomemos un vehículo y vayamos a alguno de los centros que instalaste —sugirió Gabriel con cierta autoridad.

Ambos subieron a un automóvil en buen estado, Gabriel lo encendió, Mériac indicó la dirección. A medio camino cayó en cuenta de algo que la preocupó: no dijo que fue ella quien instaló los centros de comunicación, el cruzado hurgaba en los recuerdos de la vampira.

***

El espectáculo era fúnebre, todos los inmortales estaban mutilados y esparcidos por la habitación, el centro de control fue volado en pedazos, lo mismo ocurría con el resto de los módulos. Recordó un suceso de la adolescencia, cuando entró a una universidad de paga, era el primer semestre y todo mundo sabía que era becada; un balón de fútbol rodó hasta ella, lo tomó y buscó al dueño con la mirada, al ver a un joven levantar la mano pensó en arrojárselo hasta que gritó "vamos, bien michumichu, bien bien michumichu arrójame esa pelota, que no es estambre". Dejó caer el balón y corrió mientras lloraba por la humillación. De pronto volvió a la realidad y miró a Gabriel, hurgaba en los recuerdos de la joven.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora