Charla entre amigas

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El silencio resultó incomodo; ambas mujeres se miraban fijamente preparaban todo un arsenal de preguntas y respuestas. Jessica no podía ocultarlo, tenía miedo y no sabía si fue buena idea ir desarmada.

—¿Por qué te convertiste en... vampiro? —preguntó temerosa.

—Bueno, no fue algo que yo decidiera o tuviera pensado, las circunstancias me obligaron.

—Pero... yo traté de contactarte, incluso té envié un correo y hubo confirmación que fue leído —repuso incrédula.

—Esa noche fui convertida; después de leer tu correo pensé en darme tiempo para contestarte. Sin embargo, ya no había más tiempo para mí —contestó melancólica.

Durante toda la vida de Jessica se le inculcó el odio a esos preternaturales. La razón de existir era la destrucción de esos depredadores; ahora platicaba con uno de ellos y hasta comenzaba a tenerle cierta simpatía.

—¿Por qué no me asesinaste esa noche? —preguntó con determinación.

—No tenía razón para hacerlo, no soy una asesina o un monstruo depravado que mata por el placer de hacerlo.

—Escuché historias acerca de ustedes. Los especímenes que llegué a ver, todos, eran perversos.

—En los Estados Unidos de América habitan los cruzados y desterrados, ellos ven al ser humano como meros objetos.

Jessica guardó silencio.

—¿Puedo hacerte una pregunta, Jess?

—Claro —respondió animosamente.

—¿Cómo va el proyecto del nulificador? ¿Ya lograron el nivel de radiación N-0 en T-0? —preguntó socarrona.

Jessica palideció, era un secreto resguardado celosamente por ella. El acceso a ese tipo de información era restringido. Incluso el nombre de la onda N-0 sólo era conocido por ella.

***

—¿Eso... lo leíste cuando escapaste de las instalaciones de Palestina?

—Sí leí algo, pero sabes que en ese lugar no había información acerca de la radiación N-0 —sonrió.

—¿De dónde sacaste esa información?—preguntó con terror.

Mériac se puso en pie; avanzó hacía la mortal. Percibió el temor cuando tomó asiento a un lado de ella y le sujetó la mano.

—Alguien me mostró lo que pasaría si yo hubiera decidido responderte —guardó unos segundos de silencio—. Yo te hubiera ayudado a crear una granada de N-0 y nanomáquinas capaces de inutilizar nuestros poderes. Me temo que ya has alterado tu cuerpo para poder resistir ciertos de nuestros poderes y conservar tu juventud; Jessica tratan con algo más allá de su comprensión. No pueden jugar a ser Dios.

—Claro y dime ¿Qué hacemos, dejamos que ustedes nos traten como ganado? —apostrofó con furia.

—Suena mal cuando lo dices así, pero si se desata una guerra entre mortales y sempiternos, causaran un mal aún más abyecto que la misma guerra.

—¿Qué? —preguntó incrédula.

—El despertar de los Dioses Sumerios —respondió tajante.

—¿Los Dioses Sumerios? —preguntó inquieta.

—No puedo ahondar en el tema, pero hay vampiros que tienen miles de años de antigüedad, hibernan en lugares secretos. Duermen y esperamos que duerman por siempre. Ellos ya no se alimentan de mortales, la sangre del humano normal es como agua para ellos; para poder nutrirse requieren de vampiros.

—¿Vampiros caníbales?—rió nerviosa.

—Así es. Cuando despierten o como lo llama el protocolo de la Sociedad Inmortal, el Raknarok, devorarán a todo el mundo. Vampiros, licántropos, magos, mortales, animales, todo lo que tenga sangre y vida.

—El fin del mundo —repuso llena de miedo.

—Así es, hay una guerra entre dos grupos vampíricos por hacerse del poder; una guerra estúpida que acelera el despertar de los ancianos.

Jessica miró intrigada a Mériac.

—¿Qué propones entonces? —preguntó desarmada.

Mériac se puso en pie, guardó silencio. Buscaba cómo dar forma a esa idea, cómo generar una respuesta que diera fin a la guerra y evitar, con ello, el despertar de los ancianos.

—La Sociedad Inmortal es el grupo al que pertenezco. Son vampiros... más civilizados que podrían convivir con el resto de los mortales. Se podría negociar con ellos para darles sangre y dejar que hagan sus negocios. Los cruzados son diferentes, no habría forma de convivir con ellos, ven a los mortales sólo como alimento, con desdén y crueldad.

—¡Ah, ya veo!, Te ayudo a eliminar a tus enemigos; así tus amigos ya nos dominarían por completo —arguyó sarcástica.

—Tienes razón en ser escéptica, con los renegados exterminados. Nada impediría a los míos someter por completo a la humanidad para manejarla como un títere en aras de sus egoístas intereses—comentó casi para sí misma.

—Entonces ¿Por qué he de confiar en ti?—preguntó categórica.

—Porque... yo... te ayudaré a perfeccionar el nulificador —respondió sin dejar de mirarla a los ojos.

***

Jessica estaba contrita. Nunca hubiera imaginado recibir ayuda de un preternatural para realizar el proyecto; esa joven inmortal se ofrecía para construir un arma capaz de destruir a los inmortales.

—¿Me crees tan estúpida como para meterte en mis instalaciones y dejarte merodear a tus anchas? ¡Por favor, no ofendas mi inteligencia! —repuso molesta.

—Estaré a tu completa disposición. En cuartos con efectos nulificadores. Trabajaré sólo con lo que me des, además imagino que monitorearas cada movimiento que haga.

—No lo sé, es muy arriesgado —dijo dubitativa.

—Yo té podré explicar mejor que nadie el efecto de la radiación N-0 que cualquier otra máquina. Seré no sólo tu ayudante, sino tu cobaya inmortal, te permitiré experimentar en mí, tomar muestras de mi cuerpo.

Era un momento crítico; esa oportunidad no se presentaría por segunda vez: tener a un vampiro dispuesto a cooperar.

—¿Qué quieres a cambio? —preguntó con recelo.

—Amnistía —respondió segura—, para todo aquel vampiro que desee coexistir con los mortales.

—¿Y... si deciden volver a las andadas?

—Serán enjuiciados como cualquier otro humano, de ser encontrados culpables pagarían la condena que un juez dicte—respondió sin dudarlo.

Titubeaba sobre la decisión que habría de tomar.

—Vamos, está bien que sea inmortal pero no me gusta perder el tiempo y no quiero pasar toda la noche aquí, tú viniste por respuestas y aquí las tienes, ahora tienes que decidir: trabajas sola o recibes mi ayuda.

Miró a Mériac; aparentaba menos de veinte años de edad, pero sabía que rebasaba los cuarenta; recordó el examen que contestó aquel año. Sabía que las capacidades de esa vampira le permitirían un avance rápido en el área, y eso sin contar con la predisposición para experimentar con ella.

—Muy bien... —suspiró— acepto. Trabajarás para mí en nuestras instalaciones de Dallas, bajo mis condiciones y control.

Mériac extendió la diestra para sellar el trato.

—¿Cuando comenzamos, jefa? —preguntó con una sonrisa.

Jessica pretendió hablar, pero Mériac la interrumpió.

—¿O prefieres que te llame Jess, porque jefa te hace sentir... más vieja que yo?

La mirada mostró temor y sorpresa, tenía los oídos alterados para desfasar las ondas alfas de las voces preternaturales. Era imposible que pudiera leerle la mente; sin embargo, esa era la frase que estaba por formular.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora