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«¿Por qué pintarán de blanco los hospitales?", se preguntaba Mériac, mientras miraba con tedio el techo.

Había pasado una semana en cama. Las heridas causadas por la Fe y las del sol, tardaron en sanar; cada noche recibía una dosis de sangre por parte de sirvientes pertenecientes a otros Volvalio.

La piel estaba más clara, el color producto del contacto con el sol comenzaba a menguar. El dolor era —algunas veces— ingente; sin embargo, era un precio justo por salvar la ciudad. Deseaba tanto volver a estar en movimiento, hacer las cosas que solía realizar; pero, sobre todo dejar ese horrible hospital y esas —aún más horribles— paredes blancas. Un par de días más y podría abandonarlo.

«¿Por qué pintarán de blanco los hospitales?»

***

Esa noche permitieron que leyera unas horas en la biblioteca, pero tenía prohibido acercarse a cualquier equipo de cómputo. Encontró una copia del "Evangelio Negro", un tomo que hablaba de la historia de Natael. Leía en una de las mesas dispuestas para ese fin. El capítulo trataba sobre su paso por Egipto y la tenía extasiada.

"Natael se trasladó sin medio alguno desde Tiro—capital del imperio fenicio— hasta la capital de la tierra del Nilo: La ciudad de Menfis.

La influencia del Padre Oscuro se puede apreciar en el trabajo del arquitecto —y posteriormente quinto hijo— Imhotep. La leyenda cuenta que fue él quien motivó al egipcio a construir la primera pirámide al hacer evidente la falta de originalidad de las mastabas —muy similares a los zigurats sumerios—, Imhotep le mostró lo que sería el sepulcro de Nezjeret I, una construcción hispolita de proporciones colosales, una obra que desafiaba todo lo creado hasta entonces; el mismo Natael se mostró sorprendido al ver la genialidad del arquitecto, como obsequio a la obra le otorgó la inmortalidad."

Su influencia sobre el pueblo del Nilo en la creación del vino y las pirámides le resultaba fascinante.

—Buenas noches, Mériac —saludó una voz grave.

—No me moleste que estoy... —vio por encima del libro— perdón Su Excelencia... no me percaté que se trataba de usted —se corrigió apenada.

Trató de ponerse en pie, pero aún estaba débil, la mano de Valdus la ayudó a incorporarse.

—Estamos en deuda contigo, pequeña, no sólo la Sociedad Inmortal, sino también el viñedo. Nos ayudaste a conservar la ciudad; tuvimos que hacer un trato con los renegados, pero tendremos paz.

—Su Excelencia, yo sólo hice lo que creí correcto —respondió con modestia.

Valdus sonrió, caminaron fuera, hacia el jardín principal, el regente deseaba estar a solas con la joven.

—No conozco un solo vampiro que hubiera hecho lo mismo que tú, por esa razón te pediré un favor muy especial —tomó la mano de la joven vampira—. Necesito alguien en quien confiar, alguien que me mantenga unido a al viñedo que avanza más rápido que yo. Al igual que todos los antiguos, sufro de anacronismo. Necesito de alguien que haga un vínculo hacía el nuevo mundo, esa persona serías tú. Le he confiado a Mónica la misión de asignarte como jefa del departamento de cómputo y sistemas de la Sociedad Inmortal.

—¿Eso significa que no volveré a mi negocio? —preguntó preocupada.

—No —respondió con una sonrisa—, eso significa que irás a tu negocio a tu entero gusto, pero esta será siempre tu casa, ahora formas parte de nuestra familia.

Formar parte de una familia, esas palabras agradaron sus oídos, puesto nunca se había sentido parte de una.

***

Arrodillado frente a Sarah, el Obispo Oscuro se disculpaba por fallar en la destrucción de la ciudad.

—No fue tu culpa Tomás, después de todo, nadie se imaginó que tuvieran a una nerda capaz de romper tu sistema de seguridad —disfrutaba de ver humillado al altivo Obispo Oscuro— ¿Quién imaginaría que Valdus contara con alguien más inteligente que tú?

Había perdido la oportunidad de dar un golpe a quien alguna vez amo; pero, en cambio tenía la oportunidad de ver fallidos los planes del orgulloso Tomás Valverde; un precio justo por ese espectáculo particular que contemplaba en el salón dónde formarían la catedral invertida, sede del poder rebelde en cada ciudad a donde llegaban.

El Obispo Oscuro golpeó el piso en señal de frustración.

—La ciudad ya debería de ser nuestra o de nadie.

Era la primera vez en siglos que las cosas no salían como el Obispo había planeado.

—Su Excelencia, encontraré a quien impidió nuestra victoria y enviaré su alma al infierno.

La furia y odio asomaron como relámpagos en sus ojos verde oliva. Era un espectáculo incomún ver a Tomás Valverde, El Obispo Oscuro, perder el control.

***

Runas de un origen tan antiguo como el mismo tiempo, libros cubiertos con pieles, matraces y sombras extrañas, que ocultas en los recovecos se contoneaban en busca de alimento; aromas desagradables y restos mortales remataban el decorado.

Sólo un grupo muy selecto tenía acceso a la habitación, siempre que llegaba a una ciudad nueva la primera acción del preternatural era instalar un nuevo santuario de inequidad.

Dentro de esas paredes la maldad recorría cada centímetro.

—Su Excelencia, grande es el honor con el que...

—¡Déjate de zalamerías y estúpidos protocolos Gabriel! —interrumpió molesto—, necesito que te pongas a trabajar.

—Tomás, me sorprendes con tanta rudeza —dijo con fingida sorpresa—, pero en fin, ¿qué deseas que este humilde siervo realice?

El Obispo miró alrededor. A pesar de tener siglos de conocerlo, resultaba en extremo inquietante. Tomás Valverde era el único que conocía acerca de las actividades secretas de Gabriel. Desde antes de ser convertido era un iniciado avanzado en el contacto con planos inferiores. Gabriel era un demonólogo.

***

—¿Pero es absolutamente necesario? —repuso Mériac con agobio.

—No hay otro camino —respondió Valdus categórico—. Borraré todo recuerdo que tengas con respecto a la bomba, si los renegados se llegan a enterar que fuiste tú quien anuló sus planes, te darán cacería. Duarte y el resto de los involucrados ya no lo recuerdan, incluso tus sirvientes.

—Entonces, nada recordaré.

—No te preocupes, lo recordaré yo y serás recompensada como lo prometí.

Muy a pesar suyo, permitió al regente entrar en su mente y eliminar ese recuerdo.

***

Horas después contemplaba los árboles y flores; estaba agradecida, feliz, satisfecha. Mónica había ido a salvarla, un descuido la dejó al descubierto en el sol y su líder la salvó de una horrible muerte. Le debía lealtad por encima de todo a la familia, al menos otros cuatro sempiternos arriesgaron su integridad para rescatarla del sol, entre ellos Roberto. Por fin tenía personas que se preocupaban por ella ¿Qué más podía pedirle a la vida?, Valdus había facilitado sirvientes a su disposición. Todo el alto mando Volvalio y hasta el regente la apreciaban; era feliz, no podía pedir nada más a la vida; nada, quizás sólo la verdad.

***

—Su Excelencia, su trabajo ha sido excelso —Asintió Mónica con fingida sorpresa.

—¿Acaso lo dudabas? —repuso molesto—, esa mocosa nos será muy útil, tiene capacidades en sistemas como las requerimos. Por el momento es muy valiosa, cuídala Mónica.

—Así será, Su Excelencia.

Observaron cómo un grupo de humanos la llevaban de regreso a la mansión, se veía feliz, sonreía e incluso bromeaba con los sirvientes de manera jovial. Valdus se preparó para retirarse.

—Otra cosa Mónica —giró para mirar de frente al interlocutor—, busca a Nicolás Valterra, quiero saber qué lo motivó para convertirla.

—Délo por hecho Su Excelencia.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora