Transcurrieron diez y siete años desde la primera vez que visitó la mansión. Su vida tuvo un hito en ese lugar hacía ya más de quince años. Miraba con duda el interfón; recordó la última vez que habló al respecto. La respuesta fue evasiva y tajante. Algo ocultaba Nicolás con respecto a su conversión. Esta vez no saldría hasta obtener la respuesta, a pesar de incurrir en la ira del sommelier con las consecuencias que eso conllevara.
«Vamos, vamos, tranquila, ¿qué puede pasar?», pensaba nerviosa.
Oprimió el botón y esperó durante algún tiempo, hasta que una voz respondió.
—¿En que puedo servirle?
—Soy Mériac Duval y deseo hablar con el señor Nicolás Valterra.
—El señor no se encuentra en casa. Pero le daré su mensaje en cuanto llegue.
—Gracias —se alejó lo suficiente para perderse de la cámara de seguridad.
«Está dentro, yo lo sé, no vine aquí para que un simple mortal me detenga con un ardid tan barato y estúpido como ese", pensó molesta.
Caminó hasta la motocicleta, venía preparada para una respuesta de ese tipo. Conocía bien a Nicolás, eran quince para las doce. Con el paso de los años aprendió las costumbres del sommelier; era metódico y disciplinado. Cruzó la calle y trepó a un árbol. Tomó un par de gemelos de visión nocturna y se agazapó en una rama.
***
Había perdido la cuenta de las veces que se sumergió en las letras de ese libró; sin embargo, acostumbraba hacerlo por lo menos una vez cada año. Leer acerca de los viajes y de cómo se podía alterar la historia futura con pequeñas acciones del pasado era un tema que lo inquietaba y apasionaba a la vez. Esa noche terminaría de leerlo una vez más. No tenía intenciones de salir. Cazar no era una actividad que le agradara practicar, con sirvientes para alimentarse, no tenía la necesidad de abandonar la comodidad del estudio. Consideraba el andar por las calles —como un animal que acecha— algo propio de otras familias o de mocosos.
Un sentimiento raro en el aire. Ese presentimiento de algo por venir. Cerró el libro. La presión se tornaba más fuerte; el estallido fue del ventanal que daba al patio, por donde contemplaba los árboles frutales. A pesar de no poder comerlos le agradaba la vista de los manzanos y duraznos. Cientos de cristales cayeron al piso. La cortina ondulaba con el aire que invadía la intimidad del recinto, observó gotas de sangre en el piso y una silueta detrás de la cortina. La densa tela que evitaba la entrada del sol se ajustaba de forma coqueta y lúdica a un contorno humano.
El goteo de sangre sobre un piso religiosamente limpio hacía vibrar al animal que habita en cada vampiro. Pero durante sus siglos de vida como un preternatural aprendió a contenerlo. Más que molesto por el costoso cristal o la suciedad en el piso, la entrada impertinente era lo que causaba su enojo.
—¿Sabes que podría destruirte por tu impertinencia, mocosa?—amenazó furioso.
—Hace años que lo hizo, sommelier —quitó la cortina de en medio para enfrentarlo sin parapetos de ningún tipo—. He venido por respuestas y no me iré hasta tenerlas, solo tiene dos opciones: me dice la verdad o me destruye.
***
No era la misma que conocióo años atrás. Estaba decidida como si algo la motivara desde lo más profundo. Es un hecho que un vampiro se vuelve más como es en realidad con el transcurso de los años, pero los hechos recientes en la vida de Mériac modificaron el carácter de la joven.
—¿Quieres saber la verdad? —tomó asiento en un cómodo sillón— ¿Estás segura? —preguntó socarrón.
—Claro que lo estoy. Usted me convirtió por una razón, pensaba asesinarme aquella noche porque me consideraba un peligro para la Sociedad Inmortal —los ojos estaban impregnados de furia— ¿Por qué creía eso de mí si sólo era una simple mortal?
Guardó silencio. La pregunta que fue hecha un sinnúmero de veces no sólo por ella, sino por varios más, incluyendo al mismo Valdus, quien lo interrogó después de la primera incursión de los cruzados a la ciudad. El regente en persona lo visitó con el fin de saber por qué seleccionó a Mériac para convertirla. Valdus era listo y perspicaz, pero Nicolás lo era más. Tras darle una respuesta evasiva abandonó la ciudad y no regresó hasta que supo de la destrucción del regente. La respuesta a dicha pregunta era por lo mismo que no tenía prestigio. Tenía una existencia como sempiterno en ascenso hacía cuatrocientos años. Un futuro prometedor se cernía sobre él. Presagiaba al menos un patriarcado en tan sólo dos siglos de existencia, pero todo terminó por una razón, la misma que lo motivó ha compartir el Don Oscuro con Mériac.
Se puso en pie. Miró los libros evadió los ojos inquisitivos y recriminatorios de la inesperada invitada. Pensó que al librarse de los cuestionamientos de Valdus ya no tendría que afrontar esa pregunta. Pero ahora estaba de nuevo en esa encrucijada. Una vez más parecía como si ese pasado elegiaco amenazara con tragárselo. Decir la verdad era como arriesgar todo aquello que logró y que tanto sacrificó para conseguir. Nunca en todo el tiempo de conocerlo había visto a Nicolás en ese estado, como si un gran pesar cayera de pronto sobre él, para abatirlo por completo.
Recorrió los amados libros, hasta que detuvo la mano en un ejemplar: La Odisea, de Homero. La narrativa del bardo griego que describía las aventuras y desventuras del rey Aqueo de la región de Ítaca. De Penélope y Telémaco su fiel familia en espera del arribo a la ciudad, mientras el ingenioso combatía contra los peligros de un mar lleno de bestias marinas, cíclopes, sirenas y brujas.
Mériac leyó el libro durante la adolescencia y no entendía por qué los dedos del sommelier se aferraban con fuerza al volumen. Sacó el ejemplar del librero, tomó asiento y lo abrió para disponerse a leerlo como si estuviera solo. Aquella acción molestó a Mériac. Pensó en interrumpir la lectura de Nicolás cuando comenzó a leer en voz alta:
—Dime tu nombre para agradecerte.
—Me llamó Outis —respondió.
—Entonces como un favor a Outis te comeré hasta el final.
Tras beber el odre completo quedó dormido después de devorar a otros dos marineros esa misma noche. Ulises y sus hombres tomaron una estaca improvisada y la clavaron en el único ojo de Polifemo, el dolor enloqueció al cíclope, Ulises y sus hombres se sujetaron por debajo de las ovejas y salieron de la caverna. Los gritos de Polifemo alertaron a los demás cíclopes, que preguntaron desde sus cuevas qué le ocurría al hijo de Poseidón, a lo cual respondió con gritos impregnados de dolor.
—¡Outis, me ha dejado ciego, Outis me ha engañado y me ha herido!
Los demás cíclopes se retiraron a sus cuevas.
—¿De qué demonios está hablando? —preguntó Mériac molesta.
—Outis, en aqueo antiguo, como has de recordarlo significa "nadie". Por esa razón los demás cíclopes no acudieron al llamado de Polifemo, y permitieron la huida de Ulises, puesto que nadie lo había dejado ciego.
—¡Claro que lo sé! —respondió ofendida por el comentario—, lo que no sé es qué tiene que ver eso conmigo.
—Hace siglos yo pasé por lo mismo que Polifemo, perdí todo mi prestigió dentro de la familia; sin embargo, me fijé un objetivo en mi existencia y una misión.
Mériac miraba intrigada a Nicolás.
—Yo sabía de ti desde tres siglos atrás. Sabía que tú vendrías a destruir a mi estirpe ¿Te es familiar el nombre de Jessica Miller?
—Es directora de la fundación de Inteligencia Artificial más grande del mundo, una transnacional exitosa que ha brindado avances al mundo; yo...
Guardó silencio al recordar la invitación a formar parte de ese equipo y que ayudaría a la humanidad en lugar de alimentarse de ella.
—Hace años fui testigo de algo, no sé si por coincidencia o ya premeditado, pero te vi como la causa de nuestra destrucción, al trabajar para Jessica Miller. Tu destino estaba escrito siglos antes que nacieras.
—¿Quién le contó eso? —preguntó Mériac con miedo.
Nicolás cerró el libro y miró con nostalgia la portada durante algunos minutos hasta que levantó el rostro y empotró la mirada en los ojos castaños de Mériac.
—Nadie me habló de ti, de tu futuro, Mériac. Outis me lo dijo.
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Mériac
TerrorDurante veinticinco años de vida inmortal acompañaremos a Mériac en un recorrido donde conocerá las fuerzas más oscuras de este nuevo mundo. La eterna guerra entre Cruzados y la Sociedad Inmortal, los mitos, las familias sanguíneas que conforman cad...