Batalla interior

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Convulsionaba sobre el piso, giraba, golpeaba contra las paredes o caía sobre el agua sucia, las manos destrozaban todo cuanto tocaban, presa de una fuerza —incluso para un vampiro— colosal. Posturas no naturales generaban sonidos de huesos romperse y soldarse de nuevo —la capacidad regenerativa de los vampiros requiere sangre—. Al no tener vino inmortal en el cuerpo sempiterno, la angustia del hambre daba una ventaja considerable a Dalhan.

Empuñó la diestra y comenzó a golpear el suelo. El sonido de loza romperse se mezclaba con el de falanges, metacarpos y carpianos fracturarse, se encontraba a gatas, apoyaba la parte superior del cuerpo con la izquierda. Sin dejar de golpear el piso.

—¡No te resultará fácil! —advirtió tajante.

Se puso en pie de nuevo y gritó con toda la fuerza de sus pulmones muertos, cada recoveco de las alcantarillas bajo Hagia Sophia se impregnó con la voz de Mériac que estremeció los cimentos mismos de la catedral.

Quienes la moraban en ese momento, percibieron toda la angustia de un alma en plena lucha contra el máximo enemigo del ser humano: el demonio.

Más de un creyente se persignó y oró con mayor devoción al sentir la oleada de miedo y desesperanza.

***

¡Eres mía! —vociferó el demonio con mayor ahínco.

—Vamos, Dalhan, pensé que darías más batalla.

Una nueva punzada arqueó la espalda. Un dolor que recorría desde la pierna hasta la base del occipital, la derribó de nuevo sobre su espalda. Lentamente se sentó apoyada con la izquierda, mientras retiraba la saliva sanguinolenta de la boca con la diestra.

—He pasado por un sinnúmero de peligros... padecí más allá de lo razonable. Creí que mi alma se había perdido en los oscuros caminos que tuve que recorrer; sin embargo, hoy me he dado cuenta que en realidad no fue así —miró al espejo—; he madurado ¡He crecido como ser humano dentro de esta coraza vampírica!

Alardeas como todos los tuyos, ¡estás maldita!, no solo por Natael sino por mí; ¡lo que anima tu cuerpo es la esencia de un demonio que ha venido a reclamarte como su propiedad!

En el piso se encontraba la daga que decapitó a Hanev, la tomó con rapidez.

Si no eres mía... ¡No serás de nadie!

Dirigió con determinación la hoja hacia el cuello, pero la izquierda detuvo el empellón asesino.

—Te dije que no sería tan sencillo —reafirmó su convicción.

La escena era por demás surrealista; la joven hablaba sola con dos voces diferentes; con una mano trataba de cortarse la cabeza mientras con la otra evitaba dicha acción.

***

Ioanni miraba con extrañeza al Obispo Oscuro; ¡lo que pedía era imposible!, algo totalmente fuera de la realidad. Se encontraban en el jardín del Obispo Oscuro. Una hermosa área verde de treinta metros de ancho por veinte de largo, dispuesta con árboles de diversos tipos a todo lo largo de la propiedad. Al centro, una hermosa fuente de cantera rosa —trabajada y traída desde San Miguel el Alto— rebosaba con agua cristalina y fresca. La vampira rumana estaba en deuda con el anfitrión; dedicaría toda su existencia a servirle, después de todo, de no ser por él, habría dejado de existir hace siglos.

—Suena extraño —arguyó complaciente—; pero, es algo que debo hacer.

—Excelentísimo —interrumpió con humildad—, ni siquiera usted tiene idea de dónde o qué buscar.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora