El vino inmorta

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Había tenido que cambiar hábitos de sueño para estar al pendiente de la investigación. A pesar del tiempo que llevaba en las instalaciones, no terminaba de acostumbrarse al cambio.

El metabolismo se había aletargado. Le costaba trabajo dormir por el día; estaba taciturna y somnolienta durante la noche, rebasaba ya los cincuenta años. Gracias a la ciencia desarrollada había podido conservar la juventud por más tiempo; sin embargo, el actual estrés comenzaba a medrarla, ya no era tan joven como para resistir toda la angustia que la "invitada" generaba. Esa noche era diferente; Mériac le informó acerca de un descubrimiento importante. Los diseños para compactar la fuente de poder dieron —por fin— buenos resultados. Utilizaron nanoelectrónica de potencia y consiguieron hacer portables las fuentes.

Se acercó al identificador de la puerta —a la que los empleados temían siquiera acercarse—. Colocó la mano derecha y un haz rojo escaneó. Retina; voz y ondas alfa fueron leídas. La puerta se abrió; al fondo pudo ver la silueta trabajar con un microscopio.

—Espero que sea... aum —bostezó— importante.

—¡Claro que lo es! —respondió con animosidad—; verás, una de las cosas que más me ha intrigado desde que he comenzado con las investigaciones es lo que nos hace ser vampiros —tomó un lápiz óptico mordisqueado a lo largo—. Una vez que la sangre corre por nuestros sistemas se convierte —comentaba con aire de erudita—, según nuestro argot, en el vino inmortal. Esa sustancia nos da fuerza y anima nuestros cuerpos. Así que supuse que debería haber un proceso químico-místico, que convierte la sangre en vino.

—Suena lógico —agregó con un bostezo.

—Así que repasé algo de anatomía para ver qué órganos participan en el proceso. El hígado y corazón —señaló en su cuerpo los órganos con el lápiz— no pueden ser porque no nos funcionan ya; nuestros colmillos —golpeó con más fuerza su incisivo superior derecho, acto que estremeció a Jessica y que terminó de ahuyentar el sopor— sólo sirven para herir y permitir que la sangre fluya.

—Pues ha de ser algo en el estómago —comentó aburrida.

—Al principio creí lo mismo, porque percibí actividad en mi estómago cuando entra la sangre, pero después de eso queda muerto, así que debería haber otra cosa, esto es un misterio...

—¿Me hiciste venir para eso? —repuso molesta— ¡Mériac, dormía plácidamente!, tengo días que no descanso bien y tú...!

—Es un misterio... —sonrió, acción que dejó al descubierto los colmillos— ya resuelto.

Ese gesto siempre provocaba escalofrío en Jessica; era algo a lo que temía. Nunca se acostumbraría del todo.

***

—Supuse que algo reanimaba al estomago y lo único que resta es mi saliva. En ese momento recordé que cuando mordemos a los mortales una vez que terminamos de beber, damos un ligero lengüetazo para curar la herida. Así, como cualquier otra lesión; bueno, siempre y cuando sea ligera y superficial. No obstante, hay quienes dicen que vampiros muy antiguos pueden curar heridas mortales o enfermedades terminarles con la sangre, pero esos son meros mitos —bufó con tedio—. No conozco a ninguno que pueda hacerlo. Al momento de beber, se mezcla con la saliva, para transformarla. La sangre revive nuestros estómagos e hígado, además fluye sin la necesidad de ser bombeada por el corazón.

—¿Tu saliva es un catalizador? —preguntó pasmada.

—Es una manera de llamarlo —respondió mientras se acariciaba el mentón—. Analicé una muestra en el microscopio; pero, parece saliva normal hasta que hace contacto con entidades vivas —guardó silencio para aumentar la expectativa en Jessica—; entonces la composición química cambia y se convierte en un regenerador de tejido. Envié una muestra de sangre antes y después de cultivarla con mi saliva para que arrojara resultados ¡Y las respuestas son impresionantes!

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora