Hanev Kal

16 0 0
                                    

No evitó sentirse intimidada ante Hanev Kal. Era un Antiguo temido incluso por los cruzados. Ella nunca había escuchado el nombre con anterioridad, pero debería ser un muy importante para vivir en territorio donde los rebeldes dominaban y no ser molestado por ellos. El silencio sólo era roto por el sonido de las gotas al caer del techo y el murmullo del agua en el drenaje.

—¿Qué sabes de Kurbel? —preguntó con interés.

—Excelencia; en realidad, nada. El Padre Oscuro me dijo que el favor que usted le debía lo cobraría yo.

—Así que no sabes de lo que se trata y viniste hasta mí, el favor podría ser la destrucción del mensajero.

—Sí... —respondió con temor.

—Sígueme, no es lugar para hablar del tema.

***

La habitación resultaba más reconfortante que el drenaje —sólo lo necesario para diferenciarla del resto de las galerías del desagüe—; lo muebles estaban llenos de limo y algodoncillo; había ratas que se paseaban entre las sombras. Las ropas dejaban rastros de suciedad conforme avanzaban hasta lo que parecía ser un sillón.

—Le gusta el minimalismo, ¿cierto? —dijo Mériac con sarcasmo.

—Soy muy viejo y las bromas de los mocosos no me hacen gracia, así que cállate y escucha.

***

—Fue hace tres mil años, en un tiempo distante, cuando el Cairo apenas conocía las portentosas pirámides construidas sobre su sagrada arena. Yo tenía cerca de doscientos años. Mi sommelier ordenó una cacería de sangre contra un tal Theonitos. Lo perseguimos desde Persia, hasta Macedonia y los cauces del Bósforo. Aquí fue donde lo alcanzamos, precisamente aquí, donde Hagia Sohia se levanta. Fue cuando oí hablar por primera vez de ello; Theonitos nos permitió ver un camino hacia la salvación. Nos mostró la Redención para nosotros, quienes vivíamos entre sombras. Durante meses estuvimos junto a él y fuimos testigos del portento.

"Desobedecimos deliberadamente una orden directa, y no sólo eso. Al escapar, tuvimos que eliminar a varios de los nuestros. Theonitos nos prometió un paraíso, pero tendríamos que mostrar ser dignos de merecerlo. Ayunamos por varias noches. El hambre casi nos enloqueció. Cada despertar era una tortura a la razón; el hambre nos laceraba, sentíamos cómo nuestra conciencia era embestida con mayor fuerza ante el ímpetu de ese demonio.

"Dos enloquecieron y se perdieron para siempre; nunca olvidaré las miradas, frías, vacías, se convirtieron en animales preternaturales. Su esencia fue devorada, nuestro temor a sufrir lo mismo sólo era solventado porque Theonitos tampoco bebía sangre y no se veía atormentado como nosotros.

"Una noche, cuando nuestra conciencia estaba a punto de perderse, se acercó a los dos que aún estábamos cuerdos. Las palabras tranquilizaron al animal que roía dentro de nuestras mentes. Una misión fue lo que se nos asignó. Al otro lado del Bósforo habitaba una tribu donde una pequeña sufría de una rara enfermedad. La única forma de salvarla era llevarla hasta la ciudad de Atenas. No podíamos detenernos hasta llegar, de lo contrario la pequeña moriría. Aceptamos. Nos presentó ante el jefe de la tribu y nos confiaron a la mortal. Mi compañero y yo corrimos por horas; el cansancio es nada para un cuerpo que no respira, que no vive. Conforme cruzábamos los valles y las hondonadas que separan Turquía de Grecia, el aroma fresco y cálido de la sangre comenzaba a ser un problema. Teníamos más de ocho días sin alimentarnos. Tuve que empalar a mi compañero para dejarlo dentro de una cueva. El Demonio Interior lo dominó. Nunca más volví a saber de él. Faltaban varías horas para llegar a la ciudad cuando me di cuenta con horror de algo. Llegaría a la ciudad entrado el amanecer. Si me detenía, la mortal moriría, pero si continuaba no lograría llegar. Era una carrera perdida. Pensé en dejarla para buscar un lugar donde ocultarme del sol. La joven ya estaba perdida, no tenía caso que yo también dejara de existir.

"Fue una decisión difícil, la más difícil que he tomado en toda mi existencia. Logré dejarla a las afueras de la ciudad, donde encontré a un par de campesinos. Mi cuerpo ardía. Hilos de humo brotaban de entre las ropas. Cuando la dejé a un par de granjeros que terminaron el recorrido por mí.

"No tenía fuerza para llegar a un lugar seguro, así que me tendí sobre el pasto y deje que todo terminara.

"Abrí los ojos de nuevo, no podía creer que el sol me perdonara la existencia, pero así fue. Tenía quemaduras graves en todo mi cuerpo, pero no fui destruido. Con gran esfuerzo logré incorporarme. No tenía ni idea de por qué no había dejado de existir. Theonitos estaba cerca y me explicó:

"'Has pasado una prueba difícil; el sacrificio es lo único que redime, incluso a nosotros que estamos malditos. Decidiste dar tu propia existencia para que esa joven viviera. Esa acción purificó tu alma a tal grado de darle la suficiente fuerza para que tu cuerpo sobreviviera al sol; ahora sé que estás listo'.

"Durante las siguientes décadas aprendí una nueva forma de llevar mi existencia; me alejé de los nuestros. No supe de ellos durante siglos, pero una noche en Kurbel lo vi; había escuchado leyendas sobre él, pero eran nimiedades comparadas ante la realidad. Bastó con mirarme para doblegarme; se acercó, supe que mi fin había llegado cuando me sujetó del cuello. Sus manos eran como piedra, como si un golem estuviera frente a mí.

"Me miró extrañado, como lo haría un niño ante un insecto exótico. Los ojos atravesaron mi piel, escudriñaron hasta lo más profundo de mi alma. Fue entonces cuando me habló.

—¿Cómo es posible que no hayas enloquecido? Llevas demasiado tiempo sin alimentarte. El vino inmortal que hay en ti parece... no consumirse.

"Respondí con la verdad, no me atreví a mentirle, además creo que no hubiera podido hacerlo aunque quisiera.

—Theonitos, me enseñó el camino a la Redención.

"Me soltó. Creo que nunca se imaginó que alguno de nosotros pudiera llegar a ese estado. No sabía qué haría conmigo. No dejó de observarme, como si pudiera yo escapar de él.

—Debería eliminarte, pero perdonaré tu existencia; has alcanzado algo que aún yo no he logrado. Eliminé a Theonitos por no darme la respuesta; me di cuenta que ese no era el camino para mí, que era una senda diferente para cada uno, lo siento por tu maestro. Perdonaré tu vida.

"Agradecí su generosidad y estúpidamente le dije que estaría a dispuesto a devolverle el favor. Ahora miles de años después llegas tú a cobrar ese favor. ¿Estás dispuesta a pasar la prueba que té dará el perdón, la Redención o que té convertirá en el monstruo que consumirá por completo tu esencia?"

***

Mériac miró dubitativamente al Antiguo. Durante algunos minutos pensó si valdría la pena arriesgarlo todo por el perdón. El tiempo pasaba, hasta que miró a Hanev a los ojos.

—Sólo le quiero pedir una cosa.

—¿Qué? —preguntó molesto.

—Si fallo la prueba y me convierto en una bestia —guardó silencio— quiero que...

—No te preocupes mocosa, si eso pasa acabaré contigo.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora