Firmar todos los documentos resultaba un verdadero suplicio, no volvería a ver a una gran parte de los dueños de esos pasaportes, del último sacerdote que partió no tenían informes, ni siquiera sabían si aún vivía. Pero sin lugar a dudas esa ciudad representaba un nido de ignominia. Los sucesos ocurridos en los últimos años alertaron sobre lo que Guadalajara ocultaba. Con pruebas más fehacientes podían enviar una incursión.
—Estamos listos para partir, monseñor —dijo con seguridad.
—Pietro, Dios te ha dado un gran don que has usado con sabiduría durante todos estos años —suspiró—. Yo te he visto crecer y te quiero como quizás un padre podría querer a un hijo —el sacerdote estaba conmovido al punto del llanto—, lamento como no tienes idea enviarte a lo que podría ser una muerte segura.
—Padre, no se preocupe por mí, si es decisión del creador no volver a vernos en esta vida, así será.
Besó la mano del anciano y se alejó, en un par de horas toda la comitiva partiría rumbo a Guadalajara con un solo objetivo: eliminar al demonio que habitaba en la ciudad.
***
Con los sucesos ocurridos en la ciudad, una fiesta Dubois se antojaba un oasis en medio de tanta desgracia. La élite preternatural fue invitada; todo miembro importante de cada familia tenía la obligación de ir a ver la entronización del nuevo patriarca: Saulo Mendiela.
Música de cámara, sangre fresca y lujo envolvían la mansión ubicada en Puerta de Hierro. Abarcaba una octava parte de todo el residencial, bardas con protección electrificada, cámaras infrarrojas, de circuito cerrado regular, guardia privada y perros cuidaban los accesos. El lujo desbordaba en la finca: pilares de mármol, fuentes de cantera rosa, un enorme ventanal permitía ver lo prolijo del salón, candelabros de bacará pendían del techo y un hermoso piano negro al fondo. Sirvientes vestidos de librea iban y venían para atender a los invitados. El lujo de la decoración era como los mismos Dubois: obsceno.
Debido a la reciente ayuda, Mériac recibió una invitación a la coronación. Muy a su pesar, aceptó ir.
***
Tardó horas en comprar un vestido de noche, asesorada por Sofía. El peinado era sencillo; el maquillaje —ligero— que llevaba era porque la amiga se lo colocó a fuerzas; el recuerdo del tiempo que vivió al lado con Nicolás le fustigó la mente, durante casi medio año vistió acorde a como lo indicó el sommelier, tendría que volver a usar esa ropa que tanto había odiado. Pero sobre todo y lo que más detestaba era la parte final de su atuendo.
—¿Estás segura que no puedo llevar zapatillas de piso con este vestido? —preguntó Mériac atribulada— Creo que en mi actual posición social lo entenderían, hasta podría imponer una nueva moda.
—¡Por Dios! —respondió Sofía molesta— ¿Cómo se te ocurre eso? Es un vestido de noche, lleva zapatos de tacón alto.
—Ni siquiera puedo caminar bien con un par de vans en este vestido —arguyó penosamente—; voy a necesitar silla de ruedas para moverme en la fiesta.
De nada valieron los reclamos, Sofía compró un par de zapatillas plateadas con diez dolorosos centímetros de altura.
***
Acompañó a Roberto y Mónica en la limosina, la recepción recién iniciaba, avanzaba detrás de los superiores. Una vez dentro tomaron caminos diferentes, quedó sola en medio de la multitud de vampiros. Situaciones de ese tipo eran por demás incómodas para la joven Volvalio, estar sola en medio de una multitud era algo que le hacía sentir como en la niñez. Miraba todo el lujo que la rodeaba, solo veía ese tipo de derroches en los libros que hablaban de castillos europeos.

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Mériac
HorrorDurante veinticinco años de vida inmortal acompañaremos a Mériac en un recorrido donde conocerá las fuerzas más oscuras de este nuevo mundo. La eterna guerra entre Cruzados y la Sociedad Inmortal, los mitos, las familias sanguíneas que conforman cad...