Capitulo veintitrés:

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Narrado por Jazzlyn:

Desde pequeña le había prestado atención a cada cosa que me rodeaba y mis padres eran grandes influyentes en eso pero como no serlo, siempre habían sido mis guías en cada camino que decidía tomar y mis mas grandes ejemplos respecto a quien debía ser.

Recuerdo que a partir de los cinco años, cuando mi tatuaje salió, mamá se preocupó mucho más por todo aquel mundo que solo las Dreamer's podíamos ver y comenzó a enseñarme como desenvolverme en aquel entorno que era demasiado extraño para mi.

La palabra extraña no era la adecuada pero debía admitir que ver colores rodeando a las personas como si fueran una lampara colorida era algo demasiado peculiar.

El mismo día que mi tatuaje apareció en mi piel fui capaz de escuchar a mamá y papá discutir en su dormitorio que para ese entonces estaba junto al mío. No necesitaba prestar atención para saber que pasaba porque sin duda cualquiera que estuviera dentro de la casa podía escuchar sus gritos en esa madrugada pero ser por quien discutían me hacía sentir una curiosidad mucho más fuerte de lo usual así que, inconscientemente, todos mis sentidos se habían activado.

Podía sentir el miedo que los dominaba a ambos pero también la desesperación por mantenerme a salvo. Ellos sabían que sería poderosa pero no habían siquiera considerado la magnitud a la que se enfrentaban.

Las Dreamer's normalmente lograban ver emociones después de su mayoría de edad mientras que yo conseguí hacerlo a los cuatro años.

Las Dreamer's obtenían su tatuaje cuando conocían a su propósito pero yo lo había obtenido a los cinco años aunque aún no fuera igual a lo que se suponía que debía ser.

Mamá exigía ejercitar mis capacidades para que estas no me tomaran por sorpresa desarrollándose de un momento a otro mientras papá objetaba que también había que entrenarme porque, siendo su hija, no podía encontrarme desprotegida en ningún momento.

Finalmente termine ejercitando con mamá cuatro días a la semana mientras los otros tres restantes los usaba para que papá y los tíos me enseñaran todo aquello que debía saber bajo cualquier motivo.

No había sido una mala infancia pero sin duda tampoco había sido la mejor.

—Mi infancia fue igual de dura. —Estaba tan sumida en mis pensamientos que no había sentido la presencia de Bastian pero en cuanto vi que se sentó frente a mi fui capaz de notar que tenía sus emociones protegidas totalmente—. Puedo contarte lo que quieras pero jamás dejaré que veas algo de eso.

—Tu haces que las cosas suenen menos impactantes de lo que son, le quitas importancia y me cuentas todo a tu antojo —dije sin preocuparme en cuan brusca sonara—. Apuesto que me dirás lo que quieras, no lo que debes.

—Jamás te contaré algo que no debas saber pero no lo hago porque quiero disparar tu curiosidad, eso es demasiado sencillo —dijo y no pude negarlo, sabía que tenía razón—. Nadie merece saber todo lo que nos toca vivir solo porque Lucifer lo desea así que no esperes que te cuente cosas que no tienen importancia en tu vida.

—¿No hay nada que no sea tan importante pero quieras contarme? —Lo vi doblar los bordes de su pantalón para luego acomodarse igual que yo en el borde de la piscina con sus piernas dentro de el agua, como si necesitara algo que captara mi atención mientras el pensaba.

Lo cierto es que su sola presencia ya captaba mi atención por completo.

—¿Quieres que suelte un dato curioso que se relacione con nuestra innegable anormalidad? —Me reí levemente sin poder evitarlo porque hasta la palabra "anormalidad" me resultaba pequeña.

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