Manifiesto: capitulo quince.

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Narrado por Jazzlyn:

Tenía un problema con la luz al despertar y no podía evitarlo. Fue por eso que en cuanto colocaron una luz malditamente blanca frente a mi rostro abrí mis ojos enfadada con el universo por permitir su existencia, y por ende, la mía.

No dudaba que Agramon fuera un hijo de puta mientras intentaba reunir la fuerza suficiente como para que mi cerebro le ordenara rápidamente a mi cuerpo que reaccionara. Él incluso parecía disfrutar la escena por la forma en la que su hombro se sacudía bajo mi mejilla.

¿Qué había pasado y por qué yo estaba dormida otra vez en esa sala de espera? Una siesta no había estado entre mis planes, de eso estaba segura.

—Agramon, ¿cuándo dejarás de ser tan imbécil? —Abrí mis ojos y pestañee molesta cuando la luz se cernió sobre mi visión, otra vez—. Diablos, ¿cuándo compraste una linterna? Aparta esa jodida cosa de mi cara.

Sentí como la linterna se apagaba y esperé unos segundos con los ojos cerrados hasta que las lágrimas dejaran de amenazarme. ¿Quién diablos disfrutaba despertar a una persona con una linterna en la cara? ¿Tenía que preocuparme de que eso se le hiciera una mala costumbre?

—Para ser la pura eres bastante irritable, pensé que las advertencias no iban en serio. —Mis ojos se abrieron un ese instante y mi cuerpo reaccionó apartándose de aquella voz desconocida. El golpe de adrenalina era fatal mientras me colocaba de pie, dispuesta a pelear si era necesario—. Oh, lo siento, no era mi intención asustarte.

Voltee lentamente preparándome para ver que tan oscuro era el hombre que hablaba conmigo pero en cuanto lo vi, mi cuerpo pareció empujado a una tranquilidad tan enorme que jamás había logrado conocer. Todo el hombre frente a mi gritaba sinceridad, bondad y misericordia.

Aún quería mantener mi postura a la defensiva porque mi lado coherente así lo quería mientras activaba las alarmas frente a un ser desconocido pero mi inconsciente parecía mantener más control en ese momento. Mi instinto me decía que no había peligro y empujaba con brusquedad cualquier idea defensiva que fuera a mi cabeza.

¿Qué maldita cosa era el hombre que tenía en frente?

—¿Quién eres y qué haces aquí? —Miré a mi alrededor buscando algo que medianamente pudiera considerarse normal, seguro en mi vida, pero no encontré nada. La sala de espera estaba vacía, Agramon ya no parecía estar dentro de ese hospital y la música country de las enfermeras había sido reemplazada por Jazz—. ¿Qué mierda pasó aquí?

Giré sobre mis propios pies mientras intentaba encontrar algún rostro que me fuera familiar o que, por lo menos, no resultara envolverme en tanta tranquilidad preocupante pero no había nadie. El hospital estaba completamente desierto, no escuchaba ningún sonido característico de aquel lugar.

¿Qué me había pasado? ¿Cómo había terminado durmiendo sobre el hombro de aquel hombre?

—Podría decirte quien soy pero seria una historia larga, y no me siento con ganas de ser tu narrador en este momento. Tal vez otro día. —Devolví mis ojos a él y me permití captar un vistazo en general. Tez blanca, cabello oscuro y repleto de rulos rebeldes, complementando con unos ojos verdes brillando en diversión pura. Diversión que yo le causaba—. Mira mi ropa, soñadora. ¿Crees que si algo no hubiera pasado aquí yo podría estar charlando contigo tan tranquilamente? Algo me dice que eres más inteligente que esto.

Aún insegura de un extraño haciéndome sentir de esa forma, me tomé unos segundos para apartar los ojos de su rostro y permitirme estudiar su vestimenta. Tenía un traje de gala completo de color gris platinado, la tela incluso parecía brillar en el chaleco que llevaba sobre su camisa cada vez que su pecho se movía acorde a sus respiraciones.

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