Capitulo dieciséis:

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Narrado por Jazzlyn:

—Vamos ¿qué tiene de malo un café antes de comenzar la aventura? —Bastian no dijo nada más mientras señalaba la taza de café que había entre nuestros asientos—. No hablo de ese café, lo sabes.

Tenía ganas de café hecho por una cafetera, ese café que te hace contener las ganas de tomarlo solo para seguir sintiendo ese olor tan exquisito que, lamentablemente, el café que teníamos en el coche jamás podría tener.

—¿Qué café entonces? Que yo sepa el café es café, no hay más ciencia detrás.

Lo miré demasiado fastidiada de que estuviera preguntando algo tan obvio así que me apresure a tomar la taza de café y acomodarme en mi asiento para verlo de frente mientras subía la taza a la altura de nuestros ojos.

—Cuidado —dijo—. Estas calles son un asco y con un mínimo bache te podrías quemar.

Era cierto y estaba consciente de ello pero estaba con Bastian y ese solo hecho ya me hacía sentirme segura. 

—Tú evitarías eso, ambos lo sabemos. —Se mantuvo callado así que vi esta como mi oportunidad para explicarle mi drama con el café—. Este café que ambos tenemos frente a los ojos no llega a alcanzar al café hecho en un local. Este café es aburrido y tiene el mínimo olor que tendría que tener un café hecho por una buena cafetera.

—¿Todo este drama por el olor? —Su pregunta hasta lograba ofenderme.

—¡Todo tiene que ver con el olor! ¿Por qué crees que tenemos cinco sentidos? —Me miro con su ceja arqueada y solo pude sonreír al entender su mirada—. Olvida por un momento que tenemos más que esos.

—Vale vale, explícame esto de los cinco sentidos. —Regrese la taza al soporte que había entre ambos y me dispuse a explicar mi teoría.

—Mira, todo depende de nuestros cinco sentidos pero ahora vamos a hablar de como se aplican al café. —Cruce las manos sobre mis piernas y me enderece causando una sonrisa inevitable en sus labios—. El gusto, jamás puedes comparar un café que parece más un agua con gusto que un buen café fuerte que logra despertar cada uno de tus nervios. 

—Eso tiene sentido. —Lo vi morder su labio antes de seguir hablando—. Prosiga, señorita Stevenson.

Me preguntaba porque mi apellido sonaba tan condenadamente bien en esos perfectos y llamativos labios cuando el comenzó a reír sin preocuparse en contenerse. No demore demasiado en tapar mi cara al notar que se reía de mis pensamientos.

—Perfectos ¿eh? —Se burlo por lo cual me apresure y dejé un golpe en su pierna.

—Nos estamos desviando del tema principal. —Un tema que me sacaba de apuros—. Hablemos del tacto. La textura de el café no es la misma y la temperatura tampoco. No se puede comparar la temperatura que tiene en una taza conservadora con la temperatura que adquiere al salir de la hermosa cafetera.

—Para tu próximo cumpleaños te regalaré una cafetera.

Ignore completamente sus palabras para seguir planteando mi teoría.

—El olor del café que nosotros tenemos aquí dentro jamás nos hará querer contener las ganas de tomarlo solo para seguir disfrutándolo y mucho menos nos hará postergar el momento porque nos urge más vaciar la taza para no quemarnos que el tomarlo.

—Touché.

—No es lo mismo ver un hermoso café oscuro que ver este café que parece agua con colorante barato. 

—Nombraste todos pero te falto el oído. ¿Qué me dices de eso? —preguntó pero para mi suerte ya tenía la respuesta pensada.

—El escuchar a una persona idiota es más sencillo cuando estás degustando un buen café.

OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora