Incierto: capitulo dieciséis.

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Narrado por Jazzlyn:

Todo estaba en silencio a mi alrededor, estaba presenciando lo tranquilo que podía ser un sitio completamente opuesto a cualquier otro. Me inquietaba lo lejos que podían llegar mis pensamientos porque en aquel momento me preguntaba que tan egoísta podía ser el ser humano.

La respuesta me inquietaba.

Alrededor del mundo habían por lo menos, un promedio de veinte o treinta guerras mientras que yo caminaba demasiado tranquila por aquel sitio siendo seguida por un hombre con ordenes precisas de protegerme con su vida si era necesario.

Por más tranquilo que fuera aquel sitio yo quería poder caminar sin alguien que cuidara mis espaldas. Un momento a solas no debería negarsele a nadie, pero se me negaba a mi.

Miré al guardia que caminaba detrás de mi y vi como sus ojos oscuros conectaban con los míos, se mantenían firmes e indiferentes a la que yo consideraba mi mirada "mortal".

Bueno, la había copiado de papá. Esperaba que, como mínimo, intimidara a alguien pero eso parecía ser todo lo contrario.

<<Papá, necesito ayuda en esto.>>

—¿Hace cuanto trabajas con mi familia? —pregunté incluso cuando sabía que tenía que haberse integrado a la seguridad en el último año que yo había estado fuera.

Un año que se me había pasado demasiado rápido, principalmente los últimos meses. Bastian llevaba mucho tiempo sin dar rastros y me inquietaba demasiado estar cerca de pisar mis veinte años sin él a mi lado. ¿En qué momento se había vuelto tan importante? No había un momento específico pero sabía que él debía estar conmigo. Ese era su lugar, no donde quiera que estuviera en ese momento.

<<Regresa de una puta vez, Bernard.>>

—Unos nueve meses, tal vez diez.

Asentí queriendo hacerle saber que lo había escuchado aunque ya no lo mirara directamente. No quería entablar charla con el hombre frente a mi porque aunque no me lograra intimidar si me provocaba sentir cierto grado de respeto que hace mucho nadie parecía merecer. Yo quería que Gideon, el guardia que yo había conocido en la fortaleza, fuera quien me acompañara en todo eso pero papá se había negado en cuanto lo había dicho en voz alta. Tampoco importaba demasiado porque había llevado a Gideon conmigo, me sentía más segura sabiendo que él me observaba a la lejanía desde algún techo.

Papá podía tener carácter pero yo tomaba mis propias decisiones, él debería haberlo entendido desde el momento en el que me fui de la casa.

Miré al guardia frente a mi y supe que se llamaba Diego, y que era un hombre latino de 26 años que había ido a los Estados Unidos porque su padre era Estadounidense y por lo tanto, le correspondía establecerse en el país si así lo deseaba. Me enteré que había dedicado gran parte de su vida al ejército a tal extremo que habían cicatrices en su mente que jamás se irían por completo. Tenía dedicación y lealtad hacía mi familia, principalmente a mi padre.

Supe que Diego conoció a papá en un momento delicado de su vida. Había regresado del ejército y aunque todo parecía ir bien todo eso cambio cuando una noche en la que disponía hacer un viaje en coche se vio obligado a detenerse en la gasolinera más cercana queriendo bajar y estirar las piernas, tal vez fumarse algún cigarrillo, al menos esos eran sus planes. En ningún momento había notado que había un lavadero en funcionamiento justo a su lado, por lo cual cuando la maquinaría comenzó a hacer ruidos violentos logró detonar algo en su mente.

Aquel recuerdo había provocando una crisis en él cuando cada recuerdo de las bombas cayendo en el Medio Oriente fueron apareciendo en su mente, cegándolo de la realidad. Diego colapso mientras corría desesperado en dirección a aquel lavadero. Tal vez buscaba a quien salvar, tal vez pudo sentir que aquel instinto que lo había dominado por tantos meses en el extranjero volvía a apoderarse de él, nadie lo sabía con seguridad. Horas después le tocó pasar la noche en una comisaria por una denuncia que hizo un trabajador del lugar y aunque esa no fue la causa principal, si lo fue el desacato a la autoridad policial cuando intentaron quitarlo del lavadero y él se negó mientras repetía en un estado lamentable que lamentaba no poder salvar a nadie más.

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