Narrado por Bastian:
Me removí incomodo aún cuando no sabía en donde estaba, ni que había sucedido. Mi cuerpo dolía pero parecía que cada centímetro de mi cuerpo, cada fibra, cada célula, todo se sentía como si estuviera en llamas. Quería quejarme, replicar o tan solo maldecir algo que parecía imposible, las palabras parecían estar retenidas en mi garganta.
Un olor cargado de humedad llegó a mi por lo cual un solo sitío llegó a mi mente. De pequeño había pasado demasiado tiempo en celdas de castigo, recordaba esas celdas hasta mi adolescencia cuando decidieron que un entrenamiento más intenso era lo único ventajoso que podrían obtener de mi. En aquel tiempo jamás me habían tratado como un niño, sino como un arma que cada año podía ser usada con más frecuencia.
Quise incorporarme aún cuando el moverme provocaba que los dolores fueran más intesos pero no pude, algo me sostenía a la superficie en la cual estaba recostado pero por más que me esforzaba no podía apartar aquel material de mis extremidades. No demoré demasiado en llegar a la conclusión de que dicho material estaba cubierto de agua bendita, y que no había manera de soltarme.
Mis parpados pesaban y mientras me obligaba a mi mismo a soportar aquella molestia con tal de mirar a mi alrededor, todos los recuerdos llegaron a mi. Estaba escapando cuando los gritos habían llegado a través del teléfono. El choque había sido inevitable pero porque no había sido intencional, algo había sucedido y yo no podía comprenderlo.
¿Qué era lo que estaban haciendo? Todos iban contra todos y tal vez era aquello lo que los llevaría a la verdadera guerra. Ya no eran Mortiferis contra Somniatores, oscuros se habían puesto contra oscuros y algo me decía que incluso muchos soñadores estaban contra su propia raza. Habíamos estado muchos meses buscando como frenar la guerra contra la raza contraria pero algunas veces personas con mismos intereses pueden colocarse en contra tan solo por la manera diferente en la que trabajan.
Todo se nos había ido de control porque creímos que en algún punto habíamos dominado parte de la situación. La confianza puede llevarte a perderlo todo si solo por eso olvidas mirar tu entorno.
Logré ganarle a el peso que mis parpados parecían tener pero me lleve una decepción al ver que el lugar en el que estaba carecía de luz, aunque no la necesitaba para reconocerlo. Cada parte de mi logró confirmar mis sospechas de un momento a otro. El olor insoportable, la palpable humedad, la dura superficie debajo de mi. Estaba en el lugar que mejor había conocido, y al cual había prometido no volver jamás.
Cerré mis ojos con fuerza sintiendo arrepentimiento por antes haber peleado tanto por abrirlos. No tenía que mirar a mi alrededor o al menos era lo que menos deseaba hacer. Aquel sitio me volvía débil y no por la cantidad de agua bendita, o la seguridad que poseía. Aquel sitio me volvía débil por la cantidad de recuerdos que parecían golpearme con tanta fuerza que podían regresarme a la inconsciencia.
Aún recordaba mi primer castigo, con solo seis años.
Él profesor Flatts explicaba mal y el aliento a cigarrillo que tenía me hacía retener las ganas de pedirle que volviera a decir como debía sostener el arma de dardos en mi mano. Ni siquiera comprendía porque era un arma de dardos cuando nos darían una real en el campo de entrenamiento un par de días después. Él pasó por las filas nuevamente y por instinto acomodé el bolsillo de mi uniforme, aquel que siempre por el movimiento parecía sobresalir más de lo debido y me hacía obtener gritos innecesarios. Sostuvé el arma con firmeza sin preocuparme en que tan bien estaba porque mi impulso era ese, no quería más gritos, mi cabeza dolía demasiado.
El señor Flatts pasó y sentí su mirada sobre mi, incluso cuando no lo miraba. La orden principal era mirar al frente con la cabeza en alto y eso era lo que yo hacía, simplemente porque se me daba bien seguir reglas. Las reglas evitaban castigos y yo tenía suficiente con lo que me esperaba cuando llegaba a casa. Mamá tenía una fuerte manía con los cinturones de cuero pero yo consideraba que era ridiculo golpearme cuando no le daba razones tan solo porque quería desquitarse por los golpes que su marido le daba.
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Oculto
FantasiTan curiosa e ingenua que el irse de casa para buscar sus origenes suena increíblemente sencillo. Inmersa en un viaje repleto de vueltas que parecen no acabar jamás, chicos que conoce en la carretera, padres preocupados, cualidades encontradas y pes...