Manifiesto: capitulo veinticinco.

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Narrado por Jazzlyn:

El auto se movía, la carretera se mantenía libre frente a nosotros y el sol seguía dejando que sus rayos tocaran mi piel pero ninguna de esas cosas lograba atravesar el estupor en el que mi mente se encontraba. ¿Te has encontrado en una situación así? Tu cuerpo presenta reacciones normales pero tu cerebro no te prepara para sentirlas, sino que te mantiene aislado en un mecanismo de defensa porque sabe el dolor que se avecina, y sabe que no estarás listo para soportarlo.

En ese momento todo en mi era consciente de lo que había comenzado a suceder y no estaba lista. No quedaba tiempo para resolver los cabos sueltos, no quedaba tiempo para asimilar todo lo que podía ocurrir y buscar una estrategia que nos mantuviera a salvo. 

Estaba ocurriendo, y estaba ocurriendo todo malditamente rápido.

—No te bloquees, nena. —El móvil fue retirado de mis manos y ese movimiento consiguió que mis ojos tuvieran el incentivo suficiente para abrirse. Vi a Bastian apretar el celular contra su oreja gracias a su hombro mientras hablaba, y después de varios intentos conseguí entender las palabras que salían de su boca— ...Estoy seguro que vamos a lograrlo si mantienes la calma, Rosi. Nosotros no demoraremos demasiado en llegar pero necesito que me pases la dirección.

Pude sentir mi nariz ardiendo de una manera que resultaba conocida y en cuanto moví el espejo retrovisor del coche pude ver como un hilo de sangre salía de una de mis fosas nasales. No dirigí la mirada en dirección a Bastian mientras mis manos volaban hacía la guantera en busca de un pañuelo y tampoco fui capaz de hacerlo una vez que tuve uno descartable haciendo presión sobre mi nariz. Había tenido las emociones suficientes para más de un día y mis capacidades estaban empujando con fuerza bajo mi piel, debía recuperar el control con rapidez si quería ser de utilidad.

Lidiar con las emociones de Bastian y Lydia me había dejado mentalmente agotada.

—¿Estas bien? —Asentí y apreté el pañuelo en mi mano queriendo evitar que vea el papel manchado—. Te estas empujando sobre los límites y no quiero que algo te suceda.

—Estoy bien... —El coche se detuvo y cuando levanté la mirada para saber que había sucedido los dedos de Bastian empujaron mi rostro en su dirección—. ¿Pero qué...?

—No me gustan las mentiras. —Podía sentir la aspereza de sus dedos presionando bajo mi mentón y su respiración chocando contra mis labios. Su cercanía era reconfortante, y al mismo tiempo, me alarmaba la facilidad con la que mi cuerpo reaccionaba a él—. Necesito saber que si algo sucede me lo vas a contar porque aunque sea una mierda no puedo meterme en tu mente para saber que te ocurre sin tu consentimiento.

Cuando me sentí capaz de hablar lo hice en un susurro: —No creo que las parejas normales hagan eso.

—No somos normales —respondió con una sonrisa—. Necesito saber que pasa por esa cabecita que tienes o la mía irá directo a la demencia por intentar averiguarlo.

—Lo siento.

—No lo hagas, solo intento que esto de la conversación fluya en ambas direcciones. —Sus dedos presionaron mis mejillas logrando que mis labios sobresalieran y cuando pareció estar satisfecho dejó un beso ruidoso sobre ellos—. Confía en mi, saldremos de esta.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo. —Sus dedos dejaron mi piel con tanta suavidad que pareció una caricia y seguido de eso besó mi frente de manera protectora. Fui capaz de ver como abrochaba mi cinturón de seguridad antes de acomodarse en su asiento y poner el coche en marcha otra vez—. Tu hermana está muy alterada pero estaremos ahí en media hora así que debería estar más tranquila cuando lleguemos.

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