Manifiesto: epilogo

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2 años y algunos meses después...

Narrado por Jazzlyn:

No podía seguir leyendo el libro que tenía frente a mi, y era tan malditamente frustrante que me encontraba a segundos de lanzarlo contra la pared. Había memorizado dieciocho hojas en las últimas setenta y dos horas pero no podía continuar, no había manera en que mi cerebro continuara soportando aquella tortura masiva.

Debería haber empezado antes, lo sabía.

 Resoplé, y recargué la frente sobre el libro abierto. Nadie me había advertido cuanto costaba estudiar una carrera universitaria, aunque desde luego prefería estudiar en un lugar que pudiera sentir mi hogar, y no estar corriendo pensando en quien quería patear mi trasero fuera del mundo.

La sala principal de la casa estaba demasiado silenciosa para mi costumbre y detesté a Bastian por estar tanto tiempo fuera haciendo lo que, según él, era lo mejor que sabía hacer: trabajar.

Ese hombre era incapaz de notar lo bueno que era en la cocina, o incluso en ayudarme estudiando. Tenía una memoria brillante, algo que había aprendido a no subestimar bajo ningún medio, pero papá le había puesto una oportunidad bajo sus narices y su hermoso cerebro se había alejado de mi por largos períodos de tiempo.

Papá era abogado y aunque no lo hacía a tiempo completo, sí trabajaba con personas de gran estatus público donde se incluía la estrecha relación que manejaba con varios hombres del ámbito financiero. Era un hombre con muchos conocidos y demasiadas relaciones con beneficios para ambas partes, sabía como manejar a las personas y no tenía vergüenza de admitirlo.

Aunque no lo había admitido cuando había comenzado a manejar a Bastian sin que mi prometido se diera cuenta.

 Consideraba a Bastian un hombre imposible de manipular pero papá sabía lo que hacía, y cuando le sugirió comprar una pequeña empresa financiera a punto de quebrar no tenía dudas de que Bastian seguiría su consejo. Todo había sido de manera muy sutil. Había averiguado que tanto sabía de administración financiera, se había informado de cuanto le interesaba y cuando una empresa dirigida por un viejo amigo se encontraba a punto de declarar en banca rota, sugirió que vendiera sus acciones.

Todo había sucedido muy rápido. Bastian se entusiasmó con la idea y comenzó a trabajar con papá y sus contactos antes de que pudiera detenerlo, lo que nos llevó a que en pocas semanas fuera el accionista mayoritario de un banco corriente con una central en el corazón de Nueva York. No había escatimado en gastos y tampoco había pensado en cuantas deudas debía saldar para que aquella empresa volviera a resurgir, a él le interesaba trabajar duro para conseguir lo que quería.

Había pasado un año y medio de que aquello había sucedido y Bastian no solo había conseguido la estabilidad de aquella empresa, sino que estaba produciendo mucho más dinero de lo que él había decidido invertir en un principio. Había visto las horas que invertía con Agramon para crear estrategias, lo había acompañado en las noches que pasaba en vela encerrado en el despacho de la casa e incluso podía decir orgullosamente que jamás le habíamos dado un mayor uso a nuestra cafetera. 

El café era el mejor impulso para sus noches de trabajo y mis horas de estudio, ambos trabajando codo a codo. No tenía problema en quedarme en silencio para dejarlo pensar, de la misma forma en que él tampoco tenía problema en llevarme a la cama cuando el sueño me vencía y terminaba dormida sobre uno de mis libros de psicología.

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