Manifiesto: capitulo cuatro

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Narrado por Jazzlyn:

Sentía el calor recorrer mi cuerpo por completo, yendo y viniendo, consumiendo todo a su paso. Quería despertar. Mi garganta estaba cerrada, mis pulmones parecían arder con cada respiración y mi alma estaba siendo recubierta por unas llamas enormes que amenazaban con perseguirme incluso en la otra vida.

Estaba frente a la cabaña llameante otra vez, y no podía hacer nada por detener esa tragedia. Los brazos de Bastian me rodeaban pero lo sentía lejos, tan lejos, que en unos segundos me sentí caer.

Desperté cuando mi cuerpo pareció dar un salto en la cama, me había visto cayendo en un pozo negro sin fin y todo mi cuerpo reaccionó como alerta. Respiré repetidas veces mientras mis ojos intentaban acostumbrarse a la luz brillante que entraba por el balcón.

Aún podía sentir que los ojos me ardían por estar parada frente al fuego.

Pasados algunos segundos logré acostumbrarme a la sensación de mi cuerpo siendo abandonado por el golpe de adrenalina y fui capaz de ser consciente del cuerpo de Bastian aferrado al mío. 

Él no se había ido, y aquello hizo que lo amara aún más de lo que creía humanamente posible.

Una de sus piernas atravesaba las mías por encima con un peso que parecía ajeno a él, se aferraba de tal manera a mi que parecía que su brazo rodeando mi cintura no le proporcionaba la seguridad de que estaba allí, a su lado.

Sonreí mientras me removía despacio logrando que me soltara para así poder enderezarme levemente y apreciar mejor la tranquilidad que se había adueñado de su rostro. Era un hombre demasiado hermoso, y estaba locamente enamorada de él. Me cautivaba por completo cada una de sus facetas, la del hombre protector, la del hombre territorial, la del soldado y la del enamorado. Él era todo lo que yo quería en mi vida, pero parecía propensa a perder.

Me negaba a pensar que en algún momento de mi vida él no estuviera a mi lado.

Resistirme no era algo que pareciera posible para mi y aún menos cuando se trataba de alguien como Bastian. Quería estirar mi mano y dejar que mis dedos recorrieran sus facciones. Tenía una mandíbula demasiado marcada que me enloquecía por completo, era muy masculino, pero algunos rasgos parecían haber sido tallados por los mismísimos dioses. 

Mis ojos recorrieron cada centímetro de su rostro apreciando cada detalle, cada mínimo rasgo que lo hacía tan él. Era un hombre tan atractivo con un corazón de oro que él creía inexistente. Tenía unas cejas pobladas pero muy bien cuidadas, unas pestañas espesas que acariciaban sus pómulos y una nariz respingada que no me resultaba para nada grotesca y que, aunque quería contenerme, me tentaba a estirar el dedo para acariciar el puente de su nariz.

Aunque lo más tentador eran sus rosados, suaves y proporcionados labios. Extrañaba el contacto con Bastian, extrañaba la delicadeza que intentaba tener aún cuando la parte pasional le ganaba la mayor parte del tiempo. Lo extrañaba a él, a su manera de cuidarme y hacerme sentir adicta pero sabía que como una buena adicta en recuperación, necesitaba mantenerme al margen y no sucumbir ante la tentación.

Diablos, no podía, lo tenía dormido en mi cama.

Estiré la mano y me permití acariciar su cabello revuelto para ver que aún en sueños se removía buscando un mayor contacto conmigo. Sonreí mientras dejaba un pequeño beso en su frente y me apartaba de él lo suficiente como para tomar aire sin sentirme asfixiada. 

Aún me sentía volar cuando estaba con él, y yo necesitaba mantener mis pies en tierra porque sin importar cuanto lo amara, tenía que tomar distancia y respetar las decisiones que él mismo había tomado. No podía estar con él mientras él se encontraba junto a Abdel, no podía ir contra mi misma y mis valores. 

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