Manifiesto: Capitulo veintiuno.

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Narrado por Jazzlyn:

El compromiso volvió de mis pensamientos un enredo que no parecía tener solución. Amaba a Bastian y aquella declaración me había hecho amarlo aún más, algo que yo no creía humanamente posible. No solo se había plantado frente a mi insistiendo para que aceptara aquel compromiso, sino que también su estado de determinación lo llevó a querer conseguir la aprobación de mi familia.

Además de conseguir yo aceptara, había conseguido que la mayoría de mi familia lo acogiera como el nuevo integrante más que encantados. Y digo mayoría porque todos menos mi padre lo hicieron.

Algo me decía que mi padre jamás lo aceptaría totalmente pero no porque le pareciera un mal hombre, sino porque estaba preocupado de que pudiera herirme. No podía juzgarlo, una parte de mi también tenía miedo.

Siempre había visto el compromiso como algo fuera de mis posibilidades, incluso cuando soñaba tener una relación como la que mis padres siempre me habían mostrado. Había anhelado gran parte de mi vida encontrar a un hombre que pudiera verme con tanto amor como mi padre veía a mi madre. Deseaba con todo mi corazón encontrar a quien pudiera aceptarme con defectos y rarezas, aunque sabía que era muy complicado viendo quien era. No creía en la posibilidad de comprometerme y no porque me sintiera una mujer insegura, sabía que después de todo habrían personas que podrían querer estar conmigo, mi inseguridad era respecto a si existía alguien que pudiera lidiar con mis dones. 

Encontrar a Bastian y saber que él también tenía dones con los cuales yo debía aprender a lidiar me ayudaba a ver porque encajábamos de una manera tan correcta. Me atemorizaba pensar en que podíamos echar todo por la borda en cualquier momento, porque había comenzado a planear mi vida con él y el joderla no estaba en esos planes.

Eran las seis de la mañana cuando un sueño extraño me había llevado a despertarme. Había soñado con una boda, pero no con cualquier boda, sino con la mía. Me veía caminando hacía el altar donde Bastian me estaba esperando con una sonrisa en sus labios. Esa sonrisa con hoyuelos que me aceleraba el corazón al punto de temer por mi vida. La música sonaba de fondo mientras mi mano se aferraba al brazo de papá como si no hubiera un mañana. Podía sentir mi estómago tenso, mis manos frías y mi corazón acelerado. Estaba tan cerca de unirme a él para toda la vida en aquella inmensa iglesia que una parte de mi no podía creer que fuera real.

Cuando llegué al altar pude ver como mi padre en un bajo susurro le decía a Bastian que más le convenía cuidarme y mi prometido, sin un ápice de incomodidad, le aseguraba que no tenía nada de que preocuparse. Todo se salió de mis manos cuando voltee hacía el frente esperando encontrarme a quien nos casaría y en su lugar encontré a Belial. Estaba herido como el día en que lo conocí, las ampollas se encontraban abiertas sobre su pecho en carne viva y la sangre manchaba su ropa en todas las direcciones. Voltee a ver a Bastian queriendo saber que sucedía cuando él dio un paso atrás y se alejó del altar sin mirar en mi dirección ni una sola vez.

Fue el peor sueño de mi vida.

Me desperté con el cuerpo cubierto de sudor frío y los ojos llenos de lágrimas. Pensar en que aquel sueño podía volverse realidad no solo me daba miedo, sino un pánico tan grande que temí dejar de respirar incluso cuando sabía que era solo una pesadilla. Apoyé mi frente en el pecho desnudo de Bastian en cuanto pude notar que me encontraba en la cama, con sus brazos rodeándome y sus piernas enredadas con las mías. No quería perderlo, pero sabía que tampoco podía prolongar más el contarle la verdad.

—Hey. —Su voz ronca llamó mi atención y levanté la mirada para verlo parpadear queriendo acostumbrarse a la claridad de la habitación. Una de sus manos acarició mi espalda de arriba a abajo mientras él se asentaba en la realidad—. Nena, ¿estas bien?

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