Manifiesto: capitulo veintiséis.

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Narrado por Bastian:

La cabaña estaba frente a mi ardiendo en su punto máximo y mis pies se movían directamente a la entrada con el único propósito de sacar a Sophia de ahí dentro. Sentía el latido de mi corazón en mis oídos, el calor del fuego mandando ondas expansivas sobre mi cuerpo y mis pulmones comenzando a recibir aire cargado de humo. Sentía que cada inhalación quemaba mis vías respiratorias, que cada paso me llevaba a un fin sin retorno, y que cada pensamiento volvía a incluirme en un circulo vicioso cargado de culpa, pero no iba a retroceder, no podía hacerlo.

No me perdonaría dejar a Sophia atrás, jamás me lo perdonaría.

Cuando di un paso dentro de la cabaña una de las vigas de madera cayó con fuerza. El extremo de la viga abrió un agujero en el suelo de madera logrando detener el descenso de la misma, pero de todas formas, el gran tamaño bloqueaba mi paso. Las llamas que rodeaban el material ondeaban con fuerza dejando como única opción pasar a través de las mismas e incluso cuando tenía motivos para hacerlo no era lo correcto. Quería sacar a Sophia sana de ahí, y estar con quemaduras en la mitad de mi cuerpo no me permitiría protegerla como era debido.

Quise dar un paso atrás. Quise rodear aquella viga como fuera posible para encontrar otra vía de acceso, pero antes de poder hacerlo unas manos fuertes, que solo podían pertenecer a un hombre, me empujaron sobre el fuego.

—Si nosotros ardemos tú arderás con nosotros.

El fuego me envolvió por completo, y grité.

Desperté con mi propio grito ocupando cada espacio de la habitación. Mis ojos intentaron adaptarse a las penumbras del dormitorio mientras intentaba respirar con normalidad, y cuando lo logré, necesité apartar las sabanas blancas que se adherían a mi cuerpo como una segunda piel a causa del sudor frío en el cual estaba prácticamente bañado.

Necesitaba asentarme en la realidad, y solo había alguien que podía ayudarme en eso.

Miré a Jazzlyn de espaldas a mi hecha un ovillo en el extremo de la cama. Parecía demasiado cerca de caer y me preocupé en cuanto fui consciente de que un mal movimiento dormida podría mandarla al suelo.

—Hey, nena... —Toqué su hombro y en cuanto lo hice los músculos debajo de mi mano parecieron contraerse—. ¿Nena?

Cuando volteó en mi dirección me encontré frente a frente con el rostro de Sophia, y no con el de Jazzlyn. El rostro angelical que me había enmudecido al conocerla estaba destrozado, su piel estaba en carne viva y la sangre parecía emanar sin control de varias heridas. No había inocencia, esperanza o cariño en sus ojos, solo dolor. Dolor puro y agonizante.

—Me dejaste morir.

En esa ocasión si desperté, y pude comprobarlo por la manera en la que Jaden Stevenson me sacudía por los hombros como si estuviera desesperado por hacerme reaccionar. Aparté sus manos de mi cuerpo sintiendo que mi piel estaba lo bastante sudorosa como para tenerlo encima y me enderecé para ver a Jazzlyn. Estaba sosteniendo mi mano entrelazada a la suya mientras la mantenía cerca de su pecho como si aquello la hiciera sentir segura, como si necesitara tenerme cerca tanto como yo a ella.

No podía imaginar despertar un día y no tenerla a mi lado. Cualquier pesadilla se iba de mi cabeza con solo verla, porque lo único que podía producirme pánico era pensar en que un día la podía perder.

No iba a hacerlo, no iba a permitirlo. Aunque un dolor punzante atravesara mi pecho cada vez que la recordaba suplicando que la dejara atrás para ir por Sophia yo sabía que había hecho lo correcto. Dolía, pensar en lo que nos había sido arrebatado dolía, pero sabía que podían arrebatarme el mundo entero y seguiría peleando si la tenía a ella a mi lado. 

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