Incierto: Capitulo diecinueve

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Narrado por Bastian:

Sentía las cadenas quemando mis muñecas e incluso eso me dio la motivación suficiente para elevar mis piernas y hacer la siguiente flexión. Podía estar encadenado, incluso podían estar matándome y yo no perdería las ganas de fortalecerme para aplastarlos con más facilidad.

No solo se habían metido con el oscuro equivocado sino que también con el novio más protector del universo entero. No iban a tocar a mi chica y luego no sufrir consecuencias. Ellos tenían que saber que un solo toque sobre ella sería devuelto por mil y no solo por mi, sino también por un padre celoso que la protegía demasiado.

Por primera vez el pensar en el padre de Jazzlyn provocó que una sonrisa tirara de mis labios. Tal vez de una manera muy retorcida eso hiciera que nos pusiéramos de acuerdo en algo. Tal vez gracias a eso lograra que el hombre dejara de pensar que corrompería a su hija cuando era totalmente lo contrario. 

Ella parecía corromperme a mi.

Jazzlyn había destruido todo lo que yo era y lo que conocía para hacerme entrar en una aventura con el fin de conocerme a mi mismo. Le estaría eternamente agradecido por hacer eso, yo mismo no hubiera logrado sacar la cabeza de mi culo. 

La puerta se abrió frente a mi y no me preocupe por detener lo que hacía. Apreté mi mandíbula y solté un siseo por lo bajo en cuanto sentí las cadenas hundirse más profundo. Corban estaba parado frente a mi y me observaba como si fuera un completo lunático.

No estaba demasiado lejos de la realidad.

—¿Qué diablos haces? —preguntó de una manera que me resultó patética, y exagerada—. Por todos los cielos, Abaddon, te estas haciendo daño.

Ladee la cabeza lo suficiente como para poder ver mis muñecas y le resté importancia. Era verdad, tenía cortes profundos y sangraba demasiado pero me curaba de una forma más rápida de lo normal, sabía que esa perdida de sangre era insignificante y que, el dolor en sí, era insignificante. ¿Cuanta importancia le das a unos cortes cuando los has tenido prácticamente toda tu vida? ¿Qué importancia le das al dolor cuando es lo único que te recuerda que sigues vivo? No me preocupaba el dolor físico, sino todo lo contrario. Era un seguro, un confirmante de la vida que aún poseía.

—No tienes una idea de lo que es realmente hacer daño. —Bajé las piernas finalizando en la flexión veinticinco y dejé de tensar mis brazos—. ¿Qué te ha traído a mi hermoso palacio?  

A diferencia de lo que había ocurrido en los últimos días, él no titubeo a la hora de acercarse a mi. Soltó las cadenas que sostenían mis brazos como si me fueran a crucifijar lo cual me resultaba irónico cuando yo era todo lo contrario a Jesús y dio unos pasos atrás para brindarme mi espacio.

El chico aprendía rápido.

—Vaya que tu palacio es una mierda —bromeó antes de pasarme un pañuelo que tenía en el bolsillo interior de su chaqueta—. ¿Qué rollo tienen Jazzlyn y tú con las cafeteras? 

Me fue inevitable reír mientras limpiaba la sangre de mis muñecas. Me resultaba conmovedor que ella recordara aquello, porque hacía que una parte de nuestra relación se mantuviera normal. Una simple charla sobre el café y su cumpleaños se habían convertido en un recuerdo importante que teníamos en común, y que nos traía normalidad por un momento. 

Nos hacía sentir como una simple pareja que comparte una broma, aunque fuéramos todo lo contrario.

—Le debo una cafetera para su cumpleaños y ahora que lo pienso... —Intenté sacar cálculos rápidos, aunque sabía que podía fallar al estar tan aislado del mundo exterior—. Falta poco tiempo para que mi chica cumpla sus veinte años.

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