Incierto: capitulo veinte

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Narrado por Jazzlyn:

Siempre le había tenido un miedo demasiado grande y secreto a la muerte. Una parte de mi sabía de manera consciente que no le temía al dolor, o a la forma tan terrible en la que una persona como yo pudiera morir. Le temía a todo lo que se acabaría, a las cosas que jamás llegaría a decir o incluso a la simple idea de todo lo que podía quedar inconcluso, esperando un cierre que jamás podría tener.

Solía cuestionarme la manera en la que moriría o si siquiera sabría que aquel sería mi último día, el último momento en el cual estaría viviendo. Me preguntaba si estaría conforme cuando llegara mi último respiro o si me lamentaría por todas las cosas que jamás me había animado a hacer.

Me preguntaba más cosas de las que cualquier persona debería preguntarse o siquiera cuestionarse pero lo único que sabía con certeza, es que cualquier respuesta partía de una pregunta.

Mientras esperaba alguna reacción de mi cuerpo y sentía que las tinieblas me tragaban, algo me decía que ese era mi final. El frío había llegado a un extremo donde lo había dejado de sentir, porque parecía que no sentía nada en absoluto. No había dolor, no había incomodidad alguna. Tenía un extenso mar de pensamientos que corrían, chocaban y se fundían pero nada más que la muerte parecía mantenerse firme y constante, era el único pensamiento que se iba para siempre regresar. La idea de que en ese momento iba a morir era la única permanencia en mi vida.

Había llegado el momento donde tantas preguntas se estaban respondiendo y me sentía tan liviana, que me preguntaba si mi cuerpo aún continuaba extendido sobre una superficie como en el último momento donde me sentí consciente. Me preguntaba demasiado, y lo sabía.

Estaba conforme con la vida que me había tocado vivir, e incluso sentía que había hecho lo correcto todo el tiempo. Tal vez no había tomado las mejores decisiones, pero cada una de ellas había sido tomada por mi de manera consciente y solo por ser así las podía considerar correctas. Me preguntaba que hubiera pasado si hubiera sido una chica normal y si ser así me hubiera proporcionado un final que hubiera logrado conformarme, supe en ese instante que no.

Si la historia hubiera cambiado mínimamente, todo a su continuación lo hubiera hecho. Cada bache, tropezón y caída habían sido necesarios. Aceptaba cada cosa que me había tocado, agradecía por la misma razón.

Me preguntaba que hubiera sido de la mujer que era si jamás hubiera mantenido un lazo tan fuerte con su hermano mayor siquiera antes de nacer, que hubiera sucedido si un tatuaje natural no aparecía en su muñeca cuando tenía cinco años. Me preguntaba que hubiera pasado si no hubiera comenzado a cuestionar tantas cosas en mi vida a una edad temprana, o si no hubiera tenido padres que me enseñaran a buscar respuestas.

Me preguntaba que hubiera sido de la mujer que era si jamás hubiera partido de casa para chocar con un hombre oscuro, o que habría de pasar si lo dejaba allí tendido en el suelo. Me sentí feliz y plena cuando supe que aunque había sido complicado, había conseguido encontrar un amor tan fuerte y puro como el que mis padres se tenían.

Tal vez no me sentía plena por la situación en la que mis fuerzas me abandonaban, sino por todo el amor que jamás lo haría. Había aprendido a encontrar el amor y la adoración que había en una mirada maternal, en la sonrisa orgullosa de un padre, en el abrazo de un hermano. Había aprendido a encontrar el amor en la persona menos esperada, en su protección y su compañía.

Sentía orgullo propio por haber sabido valorar cada pequeña muestra de amor que había llegado a mi, e incluso por devolverla con la misma intensidad. El amor siempre había estado presente y era yo quien buscaba siempre más, porque quien no busca jamás encuentra. Eso me había llevado a no solo encontrar las respuestas que habían sido claves, sino también a sentir que mi mundo perdía su suelo y su gravedad para expandirse a fronteras inimaginables.

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