Capítulo 51

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Elisabeth Gómez.

Lunes 20 de Marzo. 22.30

Agarro la mano de mi amiga una vez para frente el prostíbulo, se apoya en el volante cansada y suspiro.

-Tranquila, seguro que al final ponen a otra compañera con Jesús. -susurra.
-No quiero hacerlo yo, no quiero verle, ha pasado un año y aún sigo enamorada de ese imbécil ¿por qué vuelve ahora? -pregunta dolida.
-Vuestros caminos tenían que juntarse en cualquier momento. -susurro.
-¿Y tú con Daniel? -me mira.
-Eso... Eso es más complicado. -aparto la mirada.
-En el fondo se veía cuanto te amaba, fue un monstruo pero ha cambiado, o eso parecía. -dice dulce.
-No quiero hablar de él ¿sí? Luego nos vemos, te quiero. -digo cortante.

Beso su mejilla bajando del coche y entro en el prostíbulo suspirando.

-Corre, cámbiate, el jefe está a punto de llegar y quiero que lo recibas en su despacho. -me dice el mismo hombre canoso del otro día.

Me cambió lo más rápido que puedo, me acompaña a su despacho y cierra la puerta dejándome sola. Camino hasta llegar a la mesa y leo en unos papeles algo que jamás querría leer "Daniel Oviedo" él es mi jefe, no puede creer que, tal y como le ve dicho a Jess, el destino nos quiere juntos y contra eso jamás podremos luchar. Escucho su voz por el pasillo me pongo de espaldas a la puerta a mitad de la sala y escucho cómo deja de hablar en cuanto me ve.

-Le dejo con ella, señor Oviedo, es increíble. -me halaga el canoso.
-Gracias y adiós. -dice serio.

Nos deja solos y cojo aire segura.

-Cuánto tiempo. -digo.
-Elisabeth. -me agarra del brazo.

Sus ojos brillan más que la última vez que lo vi, me mira sonriendo como un niño pequeño y muerde su labio.

-Sabía que algo te pondría en mi camino. -asegura.
-Me alegro de verte bien. -me aparto.

Él sonríe como un imbécil, me mira apoyándose en la mesa y relame sus labios.

-Estoy sin palabras, estás preciosa, más mujer, más segura. -dice dulce.
-¿Directivo de un prostíbulo? -pregunto irónica.
-Han cambiado mucho las cosas en un año. -dice serio.
-A mí no tanto, mira tú, sigo siendo puta, con la misma amiga y con el mismo gilipollas delante mía. -lo ataco.
-No me ataques, no te hice nada. -asegura.
-Me metiste en la cara, me usaste para follar. -digo fría.
-Sabes que te amaba. -me dice serio.
-Me niego a follar contigo, gilipollas. -digo fría.

Me marcho de ahí dando un portazo.

La oscuridad de tus brazos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora