La oscuridad de tus brazos

Capitulo 82

Jesus Oviedo.
Jueves 12 de Abril. 11.00
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Me abro la puerta viendola muy sonriente, se lanza a mis labios decidida y pruebo la gloria de esos labios con sabor a pecado.
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-Ha pasado mucho tiempo. -murmuro.
-Es hora de recuperarlo todo. -tira de mi.
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Jessica Jackson.
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El ginecólogo mira la pantalla y sonrie asintiendo.
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-Muchas felicidades, esta embaraza señorita. -sonrie.
-¿Un bebé? -pregunto tan emocionada como seria.
-Un bebé. -afirma sonriendo.
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Limpia el gel de mi barriga, me coloco mejor la camiseta y mi chaqueta mientras coje el papel de la ecografía y sonrio mirándola una vez sentada frente a él.
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-Evite los vómitos controlando su alimentación, coma lo necesario con muchas vitaminas pues esos mareos se deben a eso, si suele hacer comidas rápidas apartelas porque ese bebé ahora necesita muchos mimos y usted debe dárselos. -explica.
-De acuerdo ¿de cuanto estoy? -pregunto.
-Apenas tres semanas. -dice dulce.
-Muchísimas gracias. -guardo la ecografía en mi bolso.
-A usted. -estrechamos manos.
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Salgo de la consulta y veo a Eli junto a Daniel salir de otra.
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-Elisabeth. -la llamo.
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Ella se gira y sonrie dulce agarrada de la mano de Daniel.
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-¿Qué haces aquí? -pregunta Daniel.
-Revision, una tontería. -digo amable.
-Los médicos dicen que podré recordar todo. -dice emocionada.
-Me alegro tantísimo. -la abrazo. -Estoy embarazada. -le murmuro mientras la abrazo.
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Se sorprende y camino hasta el coche, conduzco a casa pues pedí la mañana libre, le daré una sorpresa a Jesús.
Entro en el apartamento viendo sobre la mesita de la entrada un bolso de mujer, ese bolso no es mío. Subo las escaleras caminando hasta nuestra habitación, la que era suya y ojalá jamás la hubiera abierto.
Ruth sobre él, ambos desnudos mientras se besan, acarician... Como dos estupidos enamorados.
El rostro de Jesús no deja mucho que desear, y yo no se que sentir.
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-Nena. -aparta a Ruth.
-¿Tienes la cara de llamarme nena? -mi voz rota retumba en la habitación.
-Dejame explicártelo. -suplica poniendose los boxers.
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Salgo corriendo de ahí evitando que esa zorra y ese hombre que tenía por novio me vean llorar pero es inevitable: Jesus me alcanza.