Capítulo 32

443 51 2
                                    

–No, pero me gusta estar prevenido, uno nunca sabe en qué momento se darán las cosas– respondió mientras me atraía a su cuerpo.

Me senté sobre él con las piernas a los lados y entró en mí, empecé a moverme lentamente, con mis manos sobre el respaldo del asiento, él movía las suyas de mis muslos a mis nalgas.

Nuestros rostros estaban pegados por la nariz, nos mirábamos, jadeábamos en sincronía, a la par que nuestros cuerpos se fundían en uno.

Aceleré los movimientos, él me sostenía por las caderas, nos besamos apasionadamente en tanto los movimientos se volvían más frenéticos, buscando un solo objetivo.

Rompí el beso y puse mi boca en su cuello moviéndome aún más rápido, una de sus manos bajo hasta mi sexo y empezó a estimularlo, asaba su dedo pulgar por la glande y segundos después sentí como mi cuerpo se estremecía al llegar al éxtasis total al mismo tiempo que él.

Me quedé así unos minutos, mientras nuestras respiraciones recobraban su curso normal, lo besé nuevamente y luego de un lapso me separé, al pasarme al otro asiento no sé cómo, creo que con el codo hice sonar la bocina del auto.

El soltó una risa divertida y yo también. Me puse la ropa mientras él se acomodaba la suya. Encendió el auto que respondió a la primera y lo miré sorprendido, arqueando una ceja.

–Está bien, me pillaste y me confieso culpable, jamás falló el auto–aceptó con una sonrisa en los labios.

– ¡Me engañaste! Eres un mentiroso y un tramposo– dije cruzándome de brazos.

–Tú eres el causante de todo, me vuelves loco, no podía esperar hasta la noche para tenerte entre mis brazos–

– ¿En serio?– pregunté sonrojado.

–Por supuesto, no sé qué me pasa cuando estoy contigo que pierdo el control, eres un peligro Erick Colón, nublas mi mente y no me permites ver las cosas con claridad–

–Quizá debas remitirme a las autoridades– respondí jugando.

–Eso haré, pero tu condena será estar encerrado en un cuarto conmigo, sin oportunidad de fianza ni de apelación–

–Eso sí me da miedo– exclamé y me abracé.

–Debería, en serio, ya no sé qué otra locura podría cometer, eres tan precioso que provocas una tentación en cada persona que te mira, aunque eso no me gusta– frunció el entrecejo e hizo una adorable mueca.

–Definitivamente deberían encerrarme, en una torre alta sin accesos– le di una mirada burlona.

–Y yo iría a rescatarte– dio la vuelta en la siguiente esquina. –Ya no puedo imaginar mi vida sin ti, definitivamente me hechizaste–

Mi corazón se disparó ante esas palabras y ya no supe que más decirle, coloqué mi mano encima de la suya, sobre la palanca de velocidades y él me sonrió, en un semáforo en rojo se acercó y me besó dulcemente.

Seguimos el trayecto en silencio, yo quería preguntarle tantas cosas, pero no sabía cómo, no quería arruinar el momento, parecía mágico.

Llegamos a la casa, Joel metió el auto a la cochera, me ayudó a bajar y me dio un beso en los labios, yo lo miré asustado.

–¡Joel! Pueden vernos–

–Tranquilo, todavía siguen viendo el partido– respondió y volvió a besarme, pero después de unos segundos lo separé.

–Basta, no es bueno tentar a la suerte–

Me sonrió y luego bajó las bolsas de la cajuela, caminamos a la cocina y dejamos todo ahí, en efecto, Ariana y Andrew seguían viendo el partido.

Él me preguntó por las cervezas y le dije que se nos olvidaron, sólo esperaba que no notaran que nos tardamos más de la cuenta, pero al verlos tan emocionados siguiendo el partido descubrí que no habían sentido el tiempo pasar.

Subí a darme una ducha y cuando bajé ya había terminado el partido.

Joel y Ariana estaban en la cocina y no pude evitar sentir celos de esa escena, pero cuando él se dio cuenta de mi presencia me guiñó un ojo y se me aceleró el corazón, olvidando la molestia.

Andrew estaba afuera de la casa, hablando por celular otra vez, así que me puse a preparar el flan.

Era una situación tan extraña, Joel partía las lechugas mientras Ariana preparaba la pasta y yo estaba poniendo los ingredientes en el molde, entonces extrañamente, noté que la actitud de ella estaba un poco diferente, no estaba tan efusiva con Joel y por primera vez escuché que lo llamó por su nombre en lugar de decirle "baby", que por cierto, odiaba que le dijera así.

Andrew entró finalmente y también se puso a ayudarnos, puso el vino en el refrigerador y comenzó a separar las uvas de los racimos.

MI ARDIENTE TENTACIÓN - JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora