ST - Capítulo 22

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– No te creo, pero está bien, si insistes, quizá no haya nadie aún, pero existe el anhelo de que la haya y ese es ya un gran paso para conseguirlo.

– Te adoro duendecillo.

– Y yo a ti – me abrazó fuertemente – en serio que me encantaría verte tan enamorado como yo lo estoy.

No pude responderle nada, francamente no sabía si estaba preparado, había cerrado mi corazón en una caja fuerte y arrojado la llave al océano, no sabía si existiría alguien tan valiente como para buscarlo, rescatarlo y liberar mi frío corazón. Era sencillo conseguir a un chico, lo difícil era conservarlo, alimentar la llama día con día para evitar que se extinga. Sonreí por mis pensamientos, ¿qué sarta de cursilerías estaba pensando?, ¿desde cuándo el soltero más codiciado hacía ese tipo de analogías?, seguí sonriendo, ¿a quién rayos se le había ocurrido catalogarme de esa manera y ponerlo en el internet?, poco sabía de mi vida.

Gabriel y yo entramos a la casa, estuvimos compartiendo con los invitados y de nuevo sentía las miradas aniquiladoras de Ruby, antes me hubieran halagado, hoy me molestaban. La reunión siguió un par de horas más y después se fueron yendo todos. Subí a mi habitación y le coloqué el seguro, esa niña no se daría por vencida tan fácil y yo no iba a permitir que quisiera perjudicarme ante mi familia.

A la mañana siguiente bajé a desayunar y me alegró ver únicamente a mi familia, ya que Gabriel y sus amigas habían decidido ir a un restaurante. Le di un beso en la cabeza a mi madre y después una palmada en el hombro a mi padre y a Emanuel mientras que a Taylor le di un beso en la mejilla y me senté frente a mi madre.

El desayuno transcurrió de lo más tranquilo, les platiqué sobre Ariana, quien seguramente ahora ya estaba en su casa y mi madre me tomó de la mano, orgullosa de mi gesto. Taylor nos contó sobre la nueva campaña que estaba haciendo de un perfume y que a la semana siguiente estaría en un desfile de modas de Victoria Secret. Emanuel le aseguró que estaría en primera fila cuidándola para evitar que alguien se quisiera propasar con ella. Su esposa se rió, lo abrazó y le dio un beso en los labios, seguían pareciendo recién casados y, por primera vez en mi vida, tuve envidia de mi hermano por su relación de pareja.

Llegué a México a las seis de la tarde, saqué el móvil de la mesa de noche y lo encendí, tenía varios mensajes de voz y escritos, ninguno de él, pero como iba a buscarme si yo mismo le había dicho que estaría ocupado hasta el lunes y era domingo. Moví la cabeza y me metí a bañar.

El lunes tuve una junta muy temprano, estábamos viendo la posibilidad de extendernos al extranjero y ya se había adquirido un gran terreno en Londres para la construcción de un nuevo hotel, el primero que se construiría, así que nos turnaríamos para ir a supervisar como marchaban las cosas.

Por la tarde almorcé con Ariana y le conté como había estado la fiesta, se lamentó no haber podido ir pero había sido el cumpleaños de su hermano y había viajado para celebrarlo con ella, así que se fueron a un bar en compañía de amigas y amigos de ella.

Estaba en mi oficina un tanto desesperado, eran como las seis la tarde y miraba el celular esperando que sonara en cualquier momento, esperaría hasta las 7:30 y si él no me llamaba, yo lo haría, no podía esperar otro día para verlo. A la media hora sonó y era número restringido, dude en contestar, pero finalmente lo hice, cuando me di cuenta que no era el dije que esa noche no podía, sonó tres veces más y repetí el procedimiento, no me interesaba ver a otra persona que no fuera él.

Poco después de las siete la llamada que había estado esperando, casi todo el día, llegó. Sin saber porque había guardado su número con el nombre de "ángel", simplemente había sido la primera palabra que se ocurrió. No duramos mucho hablando, quedamos de vernos a las ocho en el hotel, así que apagué el ordenador y salí de la oficina. Bajé velozmente al estacionamiento y me sorprendió ver a Axel recargado en mi auto.

– ¿Qué quieres? – pregunté serio y molesto.

Vengo a decirte que ya no tienes que preocuparte por...él.

– ¿Tan rápido lograste meterlo a la cárcel? – pregunté quitándole la alarma al coche.

– No, está muerto.

MI ARDIENTE TENTACIÓN - JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora