ST - Capítulo 35

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Mientras me colocaba el condón, Erick se acostó de frente y me tumbé sobre él, pero sin penetrarlo todavía, entonces volvió a suplicar.

– Necesito tenerte dentro ahora – exclamó demandante.

– ¿Me extrañaste? – pregunté entrando al fin en su cuerpo.

– Sí – respondió con un grito.

– ¿Cuánto? – inquirí mientras me movía suavemente. 

– Mucho – dijo entre gemidos deliciosos que me excitaban más.

– ¿Mucho? – insistí disminuyendo la velocidad de mis movimientos.

– Muchísimo – aclaró tratando de besarme, pero no se lo permití.

– Demuéstrame que tanto – ordené.

Entonces me envolvió con sus piernas mientras sus manos viajaban por mi espalda y se movió de manera desenfrenada incrementando el roce, él estaba tan mojado que me deslizaba con demasiada facilidad, apretó los músculos de su centro provocando que el placer aumentará, así que comprobé lo que quería saber, Erick me había echado de menos tanto como yo a él, su cuerpo, las expresiones de su cara, sus manos, sus gemidos me lo decían, nuestros cuerpos se fundían en uno solo, en una sincronía perfecta, yo sentía mi sangre hervir en cada rincón de mi ser hasta que ambos llegamos al orgasmo y me dejé caer sobre su cuerpo.

No sé cuánto tiempo me quedé dentro de el sin moverme, pero mi miembro se rehusaba a salir de su interior y no iba a ir en contra de eso, había pasado muchos días sin sexo y estaba ansioso, así que lo besé desesperadamente, aprisionando su lengua, mordiéndosela ligeramente mientras él me acariciaba la espalda. Fui besando su mentón hasta llegar a su cuello que mordisqueé levemente en tanto una de mis manos acariciaba uno de sus pezones. Erick jadeaba placenteramente y, aunque no quería, tuve que salirme de el para cambiarme el condón, le di un pequeño beso lamiendo sus labios antes de levantarme.

Tiré el preservativo usado y me puse uno nuevo, me senté al borde de la cama y le extendí mi mano, él la tomó y lo jalé, lo hice sentarse sobre mis piernas, a espaldas de mí, empecé a besar y lamer su hombro desnudo mientras su culo rozaba lentamente con mi miembro y deslicé mi mano hasta el suyo para acariciar la punta, en tanto besaba su cuello. El movía su pelvis adelante y atrás mientras yo sentía como mi miembro se alistaba una vez más. Seguimos frotándonos otro poco en tanto mis manos acariciaban sus pezones.

– Levántate, por favor – susurré en su oído cuando sentí que ya no podía más, me subí a la cama y doblé mis piernas – híncate de espaldas – le indiqué y así lo hizo.

Apoyó sus manos sobre mis rodillas y entré en él, puse mis manos en sus nalgas ayudándolo a subir y bajar mientras ambos gemíamos. Después, comenzó a moverse nuevamente adelante y atrás con mi miembro dentro, era una sensación realmente exquisita tenerlo de esa manera, yo le acariciaba sus nalgas en tanto el seguía con sus movimientos. Luego lo hice que se acostara de lado y volví a quedar detrás, ahora yo guiaba el vaivén de nuestros cuerpos, entrando y saliendo con cierta velocidad mientras mi dedo estimulaba su miembro, el gemía sin parar y como deseaba que gritara mi nombre. Seguí moviéndome más rápidamente hasta que volvimos a llegar juntos al orgasmo.

A continuación, el recorrió mi cuerpo con besos y caricias, después yo puse una almohada en la cabecera de la cama y me recargué, lo ayudé a subirse en mí, con sus piernas sobre mis hombros y volví a entrar en su cuerpo en tanto él apoyaba su espalda en mis piernas que tenía dobladas, nos mirábamos mientras nuestros cuerpos se fundían, me encantaba verlo con su rostro retorcido y su frente cubierta de sudor, disfrutando del placer que ambos nos proporcionábamos.

Mis manos estaban aferradas sobre sus costados, veía como el abría la boca y se mordía los labios, sujetándome por los brazos, los movimientos se aceleraron, yo sentía que casi terminaba, pero a él le faltaba un poco así que me contuve hasta que me di cuenta que estaba a punto de conseguirlo y logré terminar al mismo tiempo que él. Descansamos sin decir nada, sólo mirábamos el techo, luego de estar un rato así, volví a cambiarme el condón y lo hice mío otra vez, después de explotar nuevamente, me acosté a su lado.

De pronto, una luz atravesó por la ventana seguida por el estruendoso ruido de un trueno y luego por el sonido de la lluvia. Erick se pegó a mi cuerpo y me abrazó temeroso.

– ¿Te asustan las tormentas? – no pude evitar preguntárselo, eso no venía en la investigación.

– Sí, desde niño – respondió avergonzado.

– No pasa nada, la lluvia es algo muy normal, vital para la vida, además no estás solo – quise abrazarlo, pero me detuve, quizá era mejor no darle alas al asunto.

– Lo sé, es sólo que... no importa.

MI ARDIENTE TENTACIÓN - JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora