̶🍉;̶ ̶O̶̶2̶̶7̶̶.̶

1.1K 139 1
                                        

Tenía frío.

No, definitivamente sentía que podría morir de hipotermia o algo así.

Y hambre. Mucha hambre.

¿Por qué tiene que ser así?

Era la única pregunta que se repetía en su mente, mientras escuchaba los gritos de Dios sabe quién por haberle encontrado hurgando en la basura. Probablemente una de esas señoras histéricas.

Nunca encontraba una respuesta, por más que se pusiera a pensar. En su lugar, más y más preguntas aparecían cuando su mente decidía ponerse creativa.

Concéntrate. Morirás a este paso.

Claro, comida. Debía encontrar comida.

Salió del callejón con un ligero mal humor, siendo el sonido de sus pisadas lo único que se escuchaba en la oscuridad de la fría noche. ¿Tan desalmada es la sociedad como para negarle comida a un cachorro? Un bufido salió de su hocico, deteniéndose cuando llegó hasta una de las bancas del parque más cercano. Ya era bastante tarde.

Ah, los humanos son tan idiotas... Un gruñido. Bajó su vista hacia su estómago, para luego posarla en la profundidad de la noche. Supongo que tendré que parar por hoy.

Su vida se había convertido en eso hacía relativamente poco. Era joven, sí, pero tuvo que comenzar a vivir así desde que su progenitora murió quien sabe cómo. Eso era todo lo que sabía. Que había muerto, y, según recordaba, un día había despertado tirado en un callejón desolado, sin ninguno de sus hermanos alrededor. Los buscó por un par de días, rindiéndose al no tener resultados. La única esperanza que tenía era que estuvieran bien, que podría encontrarlos algún día.

Tenía la edad suficiente como para protegerse. O eso pensaba él. Y aunque no fuera así, tenía que ser fuerte. No podía simplemente ir y morir en cualquier lado. No. Tenía que encontrar a sus hermanos primero.

Esa noche era particularmente fría, típica de la temporada en la que actualmente se encontraban. Nada a lo que no estuviera acostumbrado, a pesar de que siquiera tenía el año de vida.

Soltó un sonido parecido a un suspiro, seguido de un sonido lastimero al volver a escuchar el gruñido característico del hambre. Cálmate, estómago. Tendremos que esperar hasta mañana.

Ignorando el inminente sentimiento, decidió que sería mejor ir a dormir. Así al menos no se sentiría tan hambriento. Caminó hacia el lugar en el que dormía en ese parque, su marcha siendo interrumpida cuando chocó con alguien que pasaba por ahí.

—Oh— escuchó que decía. Se sobresaltó, poniéndose a la defensiva incluso antes de ver el rostro del humano. Tenía que estar atento. Lo aprendió a las malas—. ¿Un cachorro?

Se alejó en cuanto sintió el toque sobre su cabeza, soltando un gruñido que habría asustado a cualquiera. Si no fuese tan pequeño, claro. El humano soltó una risilla. —¿Qué haces aquí solo? ¿Dónde está tu dueño?— preguntó, mirándolo fijamente. No tengo dueño, humano idiota. ¿Que no ves? El cachorro seguía a la defensiva—. No tienes collar— observó luego de un rato.

¿Qué hacía escuchando al humano?

Soltó otro gruñido cuando sintió las manos del chico sosteniéndolo. —Tranquilo, tranquilo. No te haré daño— ante eso, el cachorro se quedó observándolo fijamente. ¿Por qué debería creerte? Y, como si hubiera leído su mente, volvió a hablar—. Créeme— eso fue lo único que dijo. Sin embargo, por alguna razón, terminó relajándose entre sus manos.

Otro gruñido se escuchó, solamente que no fue él quien lo soltó. Lo único que me faltaba. El chico de pelo negro rió. —¿Tienes hambre, cachorro?— preguntó con voz dulce. No me hables así—. ¿Qué te parece si te doy algo de comer?

Al escucharlo, sus orejas se elevaron con curiosidad, e irremediablemente, su cola empezó a moverse con emoción, soltando un pequeño ladrido bañado del mismo sentimiento. Incluso estaba ahí, sentado como todo un cachorro educado. ¿Qué demonios te pasa, eh? Tan dócil con el humano, se regañó. Siempre había pensado de esta forma, alejándose de cualquiera ante el mínimo amago de querer acercarse. ¿Qué importa? ¡Dijo que me daría comida!

El chico rió, quitando sus manos y levantándose, rebuscando algo en la mochila que llevaba. —Uh...— murmuró, sacando un pequeño paquete con algo que desconocía dentro. No importaba con tal de que fuera comestible—. No sé si esto sirva... Desgraciadamente es lo único que tengo ahora— se lamentó haciendo una mueca, abriendo el paquete y sacando el contenido. Sonrió al ver al cachorro mirándolo espectante, su cola todavía moviéndose. Era bastante lindo.

—Ten— habló, extendiendo la pequeña barra de granola que le había sobrado. El cachorro se acercó, cauteloso, y tomó con cuidado el alimento entre sus manos. Eso le sorprendió bastante, porque, a pesar de ser notablemente un perro callejero, era bastante educado—. Wow, sí que estabas hambriento.

Nunca había disfrutado tanto la comida. Es decir, ¡por fin había degustado algo decente! Lo único que conseguía eran desperdicios de comida, y una que otra vez algo más o menos aceptable. Lo que el humano le había dado era pequeño, pero, extrañamente, se sintió satisfecho.

¿Debería agradecerle?

Se acercó al pelinegro, dejando una tímida lamida en una de sus manos. Ante esto, él rió. —¿Es un agradecimiento?— indagó con diversión, acariciando su cabeza con delicadeza. Se sintió extraño. Nunca antes alguien le había tocado así. Por no decir que ni siquiera se le acercaban. ¿Quién iba a querer estar cerca de un sucio perro callejero?—. No es nada, cachorro. ¿Tienes donde dormir?

Dió un par de ladridos, caminando hacia su escondite. Era un estilo de "cueva" (o así le había llamado él) que había encontrado hace unos días. Pequeño, acogedor y bonito. Y lo mejor de todo, nadie sabía dónde estaba.

Claro, solamente el humano.

El chico observó al cachorro entrar a ese lugar, acomodándose para dormir. Dudó por un momento en si debería hacer lo que estaba pensando.

Volvió a buscar en su mochila, encontrando rápidamente el trozo de tela que había ido a recoger a casa de Jisung. Lo pensó por un momento más. ¿Debería dejarle la manta? Era suya, por supuesto, pero había ido a recuperarla por algo. No obstante, el frío estaba pasándole factura incluso a él.

Suspiró, agachándose para cubrir al animalito con la acogedora manta. El mismo, al sentir el ligero peso cubrirlo, dándole calor, miró al humano con lo que parecía ser sorpresa. Sonrió. —Hace frío, ¿no?— comentó, dándole una última caricia—. Nos vemos, cachorro. Algún día vendré a por ti. Lo prometo.

Se quedó ahí, viendo como el chico se iba. No sabía lo que eso significaba, así que decidió ignorarlo. En su lugar, se acurrucó mejor para dormir, soltando un sonido gustoso por la cómoda calidez que le brindaba la cosa que le habían puesto. Había comido, y no pasaría frío. Y todo gracias al chico que acababa de irse.

Supongo que no todos los humanos son idiotas...

Me pregunto si su nombre será igual de lindo que él.

cat || markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora