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La primera vez que Jungwoo se encontró con Yukhei, pensó que era en realidad un tipo muy extraño. No conocía a muchas personas como para comparar su nivel de rareza (por no decir que a ninguna), así que simplemente se mantuvo con esa definición. Raro.

Lo vio por primera vez en una de sus tantas visitas a la cafetería que quedaba cerca de un centro de adopción, llamando su atención de inmediato por razones que a día de hoy no lograba comprender.

Le pareció atractivo, no tenía sentido negarlo. Y quizás iba al lugar con más frecuencia para ver si se lo volvía a encontrar, y poder admirarlo desde la lejanía mientras tomaba un café o un chocolate caliente, si se encontraba de humor. Solamente estaba ahí, sentando en una mesa apartada del resto que le daba una vista perfecta de la mayoría de la cafetería, tomando lo que se que hubiese pedido ese día mientras miraba al escandaloso y extraño chico hablar de quién sabe qué cosas con la chica detrás de la barra.

Esa fue su rutina durante días, hasta que, inesperadamente y contrario a todos sus planes de mantenerse en el anonimato, el alto chico se acercó a su mesa con una sonrisa, sentándose frente a él y alterándole de formas inimaginables. Jungwoo realmente pensó que el chico iba a reclamarle por prácticamente haber analizado su alma al mirarlo con insistencia "sin que se diese cuenta", por lo que se desconcertó cuando él simplemente extendió una mano hacia él, sonriéndole.

—Wong Yukhei— se presentó, y Jungwoo supo que esa bendita voz sería su talón de Aquiles—. ¿Cuál es tu nombre? Imagino que debe ser igual de bonito que tú.

Jungwoo tosió, abochornado por la exhuberante confianza que desprendía el más alto. —J-Jungwoo— y terminó odiándose por tartamudear. Aún más al percatarse de lo calientes que sus mejillas estaban.

—Jungwoo— repitió el castaño, lentamente—. Me gusta.

Y ese fue el inicio de todo.

•°•°•° 🐈 °•°•°•

Las semanas pasaron, y la relación entre Jungwoo y Yukhei inevitablemente se volvió más estrecha. La actitud amigable del chino hizo que las cosas fueran más fáciles, y Jungwoo se encontró a sí mismo sonriendo ante las locuras que el menor decía, cambiando de lugar de vez en cuando.

En ese corto lapsus de tiempo aprendió muchas cosas. Y, contrario a sus creencias por la apariencia ruda del más alto, era en realidad parecido o igual a un niño. ¡Incluso le tenía miedo a las ranas! Cuando se enteró de ello provocó que quisiera guardarlo en su bolsillo para protegerlo de todo lo malo.

Ese contraste entre la apariencia y personalidad del chico le causó más curiosidad, y más ganas de saber todo sobre él, pese a que él mismo no pudiese contar ciertas cosas por temor a lo que Yukhei diría.

Como sus salidas eran frecuentes, cada vez era capaz de pasar muchísimo menos tiempo al lado del chino debido al cansancio que le provocaba el ocultar lo que le hacía ser lo que era. Por eso mismo aceptaba ir a lugares no tan lejos del lugar en el que se quedaba, de manera que, cuando se sentía demasiado cansado, e incluso al límite, inventaba una excusa pobre como que tenía que ir a alimentar a su gato y caminaba lo más rápido que sus pocas fuerzas le permitían, apenas pudiendo cerrar la puerta del departamento antes de caer rendido sobre el primer espacio al que pudiera llegar, siendo generalmente el sofá o la cama, si es que tenía fuerzas para arrastrarse hasta el dormitorio.

Yukhei no decía nada, aunque quisiera pasar más tiempo al lado del mayor y éste no le diera tiempo ni de despedirse. Las excusas no se las creía ni un poco, pero sabía que cualquier persona tenía secretos. Incluso él mismo los tenía.

A Jungwoo le parecía extraña la forma en la que se corazón se aceleraba cuando el chino le coqueteaba sutilmente, y se preguntaba seriamente si es que acaso estaba enfermo. Nunca se había sentido así cerca de alguien, por lo que todo ese revoltijo de emociones era completamente nuevo para él. Cuando estaba cerca de Yukhei, lo más claro que podía sentir era el ardor en sus mejillas y orejas, así como el sentimiento de felicidad que le albergaba al verlo reír.

Yukhei lo trataba como nadie, además de su hermano, lo habían tratado nunca. Era amable, gentil, y siempre buscaba su bienestar. Cuando rodeaba sus hombros en un abrazo, se sentían protegido, querido, en casa. No entendía por qué. Y eso le aterraba.

¿Qué debería hacer?

cat || markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora