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Para cuando salieron de la antigua escuela de Mark, la luna ya se había alzado en el cielo, mostrándose en todo su esplendor, tan grande y hermosa como siempre. La noche estaba ligeramente fría, y Mark se arrepentía de no haber tomado un abrigo cuando sintió el viento gélido calarle hasta los huesos, provocándole ligeros escalofríos. Lo único que le brindaba un poco (casi nada) de calor, era el pequeño cuerpo del felino que cargaba entre sus brazos, quien iba plácidamente dormido.

El tiempo se les había pasado rápidamente entre charlas mientras disfrutaban de la comida que Hangyul había preparado. Ambos chicos se le habían unido (aunque no se quejaba, pues, aunque no lo admitiera en voz alta porque eso provocaría las burlas de cierto peligris, les había extrañado, y mucho), y pese a que tuvo que soportar una que otra burla por parte de Eunsang, no podía negar que lo había disfrutado. Donghyuck lucía tan contento después de su propuesta, lo que provocó que inevitablemente su corazón saltara de pura felicidad y una sonrisa boba curvara sus labios durante todo ese tiempo.

Se despidieron rápidamente al percatarse de la hora que era, y que el gran astro básicamente ya había acabado su turno, siendo éste tomado por el pequeño satélite en su lugar; ambos chicos se apresuraron a marcharse, alegando que la madre de Mark cada vez sospechaba más de sus salidas, pese a que habían pasado solamente un par de días, tres o cuatro, quizá. La mujer era bastante suspicaz, y su llegada tardía de ese día definitivamente provocaría un regaño, y muchas preguntas. Quizá los constantes comentarios de Yerim tenían que ver en eso.

En verdad, Eunsang no la soportaba. Y quizá Hangyul tampoco, pero él no sería tan cruel (honesto, si le preguntaban al peligris) con una chica, por más molesta que fuera. Y pese a que a veces (más seguido de lo que él desearía) quería decirle unas cuantas verdades, sus principios y la educación que sus padres le dieron no se lo permitían. Al menos no de la manera en la que querría hacerlo.

Caminaron juntos por unas cuantas calles hasta que tuvieron que separar caminos. Ambos chicos le dieron unas palabras de aliento y sus mejores deseos (cosa que Mark sabía necesitaría, pues si su madre seguía con esas ideas, no terminaría del todo bien), acompañada de una sonrisa, un par de palmaditas en el hombro, y unas caricias en las orejas del felino dormido. Al canadiense ciertamente le causó mucha gracia la expresión de Hangyul cuando Haechan cambió a su forma animal, y sabía que esas fotos que Eunsang había tomado acabarían publicadas tarde o temprano.

Le faltaba poco para llegar al departamento, aunque el ambiente se estaba volviendo un poco más frío de lo que él era capaz de soportar. La sonrisa no desaparecía de su rostro, acurrucando un poco más contra sí al precioso felino de pelaje castaño que descansaba tranquilamente sobre sus brazos.

Si alguien le hubiera dicho que dentro de unos meses se encontraría así, perdidamente enamorado de un híbrido, probablemente se habría reído en la cara de esa persona. A carcajadas. Tanto, que su estómago dolería y las lágrimas caerían inevitablemente de sus ojos.

No era el hecho de que Donghyuck era lo que era lo que le parecía increíble. Él era de mente abierta, ya que fue guiado e influenciado más por la forma de pensar de su padre que la de su madre, viéndose reflejado en su reacción tranquila y quizá un poco feliz cuando Jeno le contó de su relación con Jaemin. Aún recordaba ese día. El —en ese entonces— pelinegro se había presentado a su departamento sin mostrar un ápice de duda, incluso diciendo que le importaba una mierda si era su mejor amigo, si veía aunque fuese una mala mirada hacia su cachorrito se iría. Afortunadamente, las cosas acabaron bastante bien, cosa que sorprendió a Jeno. Uno nunca terminaba de conocer a las personas.

Lo que le parecía increíble, era lo bien que se sentía estar de esa manera con Donghyuck. Después del accidente, él nunca creyó, ni le pareció, necesario estar con alguien más. Pensaba que era más que suficiente con él y su soledad, quizá aprovechando la misma para poder llorar y lamentarse con tranquilidad durante las primeras noches, quizá meses. O así era, hasta que Jeno hizo su propuesta.

Y viendo al felino entre sus brazos, ronroneando ligeramente y acurrucándose un poco más contra él, no podía sentirse más agradecido por ello.

cat || markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora