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Mientras comían, su madre le había contado cómo había decidido adoptar a la pequeña Nayeon. Mark en verdad no podían estar más sorprendido, pues su madre pasó de pensar que los híbridos eran una aberración a decidir cuidar de uno. Citando sus palabras, fue amor a primera vista.

Había cambiado mucho, y para bien. Ya no existía casi nada de la estricta mujer con la que tuvo que lidiar durante su infancia y parte de su adolescencia, la que a duras penas demostraba cariño hacia su único hijo por lo ocupada que estaba con el trabajo. La que no le permitía hacer cosas que no eran para él o la que le exigía pasar tiempo con alguien a quien no quería.

La misma mujer por la que había mantenido su relación con Seulgi en secreto.

Ahora no existía.

No más prejuicios, no más miedo.

O al menos eso creyó, hasta que su madre dijo lo que toda buena suegra diría.

—Estuvo delicioso— exhaló la pelinegra, dándole una mirada burlona a su esposo—. Por eso me casé contigo.

—No, no— negó Soohyun con la pequeña en brazos, dormida, ya acostumbrado a los comentarios de ese tipo por parte de la pelinegra—. Esta vez lo hizo Donghyuck.

La mirada de la mujer de inmediato se dirigió al híbrido. —¿Es eso cierto?

Donghyuck asintió, tragando nervioso. —El señor Soohyun me ayudó también.

—Pero "señor"...— lloriqueó de nuevo, provocando las risas de los presentes.

—Bueno, tú ve y deja a la niña en su habitación— dijo la señora Lee, levantándose—. Hyuck, amor, ¿me ayudas con los platos?

Y Mark lo sabía, estaba por ocurrir la charla.

Pero no pudo hacer nada, pues la mirada de su padre pidiéndole una ayudita (pues no podía abrir la puerta con la niña en brazos) le impidió ir tras Donghyuck y su madre.

Mientras tanto, Hangyul tomó al peligris de la muñeca y lo llevó a rastras de vuelta a la sala, obligándolo a sentarse en el sofá de tres plazas de un empujón.

—¿Qué demonios, Hangyul?

—Ahora me dirás qué es lo que te pasa— demandó el mayor, cruzándose de brazos y volviendo a sentar al peligris cuando vio que tenía intenciones de ponerse de pie.

—¿Por qué crees que me pasa algo?— preguntó el otro, confundido.

—Tu actitud en la mesa— respondió, como si fuera lo más obvio—. Mamá fue la única que bromeó. Normalmente eso es algo que tú harías.

—No me pasa nada, ¿está bien?

Y es que realmente no era nada. Solamente él debatiéndose en si debía decirle a Mark o no lo que había escuchado. Sabía que estaba haciendo mal en quedarse callado, pero, ¿qué tal si nadie le creía? Después de todo, la mayoría estaba enterado de lo molesta que le parecía Yeri desde siempre.

Pero no podía evitarlo. Su instinto le impedía confiar en la chica.

Y su instinto nunca fallaba.

—No te creo— espetó Hangyul, sentándose al lado del peligris—. Anda, dime qué te ocurre.

Eunsang suspiró. —Yerim.

—Ah, debí sospecharlo— Hangyul rió con lo que parecía alivio. Ver al menor tan pensativo no le daba buena espina—. ¿Qué hizo ahora?

Bueno, a alguien tenía que contárselo, ¿no? A Hangyul tampoco le caía muy bien la chica, pero él no demostraba su molestia tanto como él.

Una vez terminó de contar todo, Hangyul parecía sorprendido. —Tú... ¿realmente crees eso? Es decir, ya sabemos que ni a ella ni a sus padres les gusta mucho todo el asunto, pero... ¿Así?— y es que esa era una acusación demasiado seria. La familia completa se veía tan correcta que el sólo pensar que podrían estar enredados con una de las mafias en Corea era... hilarante.

El peligris suspiró, encogiéndose de hombros. —No lo sé. Pero el que se fuera así de feliz me dio un mal presentimiento.

Hangyul asintió, palmeándole el hombro un par de veces. —Creo que deberías decirle a Mark. Él sabrá que hacer.

cat || markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora