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Cuando Donghyuck entró al departamento, se encontró con la desconcertante imagen de Mark separándose del abrazo de Hyunjin, aparentemente limpiando lágrimas de su rostro. Su mirada confundida pasó de la escena hacia el cánido, quien lo miraba de vuelta con el mismo sentimiento.

—¿Aún se siente raro?— susurró Jeongin, preocupado, enfocándose más en el ceño ligeramente fruncido de su hyung que en lo que podría estar pasando en la sala del departamento.

Habían dejado lo que estaban haciendo en casa de Hyunjin cuando Donghyuck dijo que sentía algo extraño en el pecho. De un momento a otro, empezó a sentirse triste, pero era extraño. Era como si sintiera la tristeza de alguien más como si fuera propia, mas aún así pudiendo distinguir que no era de él de quién emanaba dicho sentimiento.

Nunca antes había sentido algo así, y lo primero que su instinto dictó fue ir hacia el departamento que habitaba junto a su dueño, con una desesperación que le extrañó incluso a él. Le contó a Jeongin sobre su malestar, y el cánido decidió acompañarlo, pues Baekhyun se había ido antes de que todo esto ocurriera.

Donghyuck asintió, una mano sobre su pecho, justo donde sentía esa para nada agradable presión. —No tanto como antes, pero sí— admitió, tomando la mano del más pequeño e ingresando al departamento.

Hyunjin, al verlos, se apresuró a darle unas últimas palabras al pelinegro, con los ojos ligeramente brillantes. —Opino lo mismo que Jeno, hyung. No es tu culpa. No es culpa de nadie, en realidad— Mark ni siquiera se molestó en mirarle, asintiendo levemente. Dio unas palmaditas más en forma de apoyo, sorbiendo un poco, antes de darse vuelta y sonreírle a Jeongin, acercándose—. ¿Vamos a casa, pequeño?— Ofreció, extendiéndole una mano al híbrido.

Jeongin le miró confundido, aún así tomando la mano que su dueño le tendía, ahora siendo él quien percibía la extraña presión en el pecho. —¿Qué pasó?

Hyunjin negó, acercando la mano del menor a sus labios y dejando un besito que avergonzó un poco al contrario. —Nada de lo que debas preocuparte. Anda, es hora de cenar. ¿Ya te has despedido?

Jeongin asintió, todavía preocupado, dándole una mirada a Donghyuck, acompañada de una sonrisa avergonzada. —Vuelve pronto, Sunnie— y con eso, más una sonrisa de parte del más alto, la pareja salió del departamento.

Donghyuck, quedando más confundido que antes por los vestigios de lágrimas que pudo vislumbrar en los ojos de Hyunjin, y decidiendo ignorar lo extraño que eso era, cerró la puerta del departamento, quedándose ahí, de pie, solamente observando a su dueño, quien parecía estar demasiado ocupado jugueteando con los dedos en su regazo. Parecía pensativo, y la presión que sentía en su pecho le confirmaba que algo no andaba bien.

—¿Makku?— llamó en un hilo de voz, dudoso sobre lo que tenía que hacer. Al escucharlo, Mark alzó la vista, y lo que vio definitivamente destruyó su corazón en pedacitos. El canadiense tenía los ojos hinchados, enrojecidos, delatando el reciente llanto. Se veía... devastado, y Donghyuck no entendía por qué—. ¿Estabas llorando?

La expresión del pelinegro se mantenía impasible, y el que la profunda mirada que tenía en ese momento estuviese sobre él no ayudaba a su nerviosismo. Mark solamente palmeó sus piernas un par de veces, y Donghyuck no dudó ni un segundo en obedecer. Se acercó rápidamente, mas temeroso, sentándose sobre el regazo del mayor.

—¿Ya te despediste?— preguntó el pelinegro, rodeando la estrecha cintura del moreno y atrayéndolo a sí, como si su aspecto no fuera de lo más relevante o Hyuck siquiera se hubiese percatado de ello. Enterró su nariz en el cuello del híbrido, inhalando su aroma, sintiéndose considerablemente más tranquilo ahora que tenía a su rayito de sol entre sus brazos.

Donghyuck asintió en respuesta, aunque Mark no podía verlo. En cambio, acunó el rostro de su dueño con sus manos, alzándolo con cuidado para que le mirara. —No has respondido a mi pregunta.

Mark tragó, sintiéndose un poco mal al ver la preocupación en los brillantes y bonitos ojos de su pequeño. Inhaló hondo, manteniendo el contacto visual. —No es algo de lo que quiera hablar ahora— murmuró con voz ronca por el reciente llanto. Y sí, se sintió aún más culpable al ver la expresión dolida que puso ante su respuesta. Pero, realmente, no quería hablar de ello o terminaría llorando otra vez.

Tenía planeado contárselo una vez llegaran a Busan. Si iba a decírselo, tenía que ser correctamente. Además, tenía planeada su propuesta también. Solamente le quedaba esperar un poco más.

Donghyuck, aunque sintiéndose un poco decepcionado al ver que su dueño no se abría a él, decidió darle tiempo. No sería quien para obligarle a hablar de algo que no le haría bien. —De acuerdo.

El silencio inundó el espacio, siendo el único testigo de la mirada que ambos compartían. No era incómodo, más bien tranquilizante, pero Mark sentía la necesidad de decir algo más, lo que fuese.

—Sabes que confío en ti, ¿cierto?— se le adelantó Donghyuck, frotando sus narices en un tierno beso esquimal—. No hay presiones— tranquilizó, con voz dulce, posando sus labios en la punta de la nariz contraria—. Te quiero, Makku— declaró, regalándole una de sus bonitas sonrisas, de esas que eran más brillantes que todas las galaxias juntas y mejoraban sus días con tan sólo verlas.

Y únicamente con esas palabras, la sonrisa del canadiense volvió. Donghyuck dejó de sentir esa presión en el pecho, siendo reemplazada por una calidez, tanto propia como impropia, cuando los delgados labios del pelinegro tomaron posesión de los suyos. Su cola se agitó con emoción sin poder evitarlo, inclinándose un poco más para profundizar el contacto entre sus labios. Mark soltó una risita al notar la emoción del felino ante la simple acción, dejando leves caricias en su cintura.

—¿Te parece si nos vamos ya?— preguntó una vez se separaron para recuperar el aliento, mirando al moreno con un cariño desbordante que hasta el más despistado podría notar.

Donghyuck asintió repetidas veces, emocionado por el viaje. —Sí, sí.

Mark estaba impresionado. Le sorprendía la facilidad con la que Donghyuck podía tranquilizarle con tan sólo estar a su lado sin hacer nada, incluso poniéndole de buen humor cuando no tenía del todo ánimos. Se había convertido en una parte esencial de su vida, y en todo ese tiempo, sólo pudo llegar a una sola conclusión; siendo cada vez más certera al notar el golpeteo emocionado de su corazón cuando lo vio subir con emoción al auto, dando ideas sobre todo lo que podrían hacer una vez llegaran al lugar.

Mientras tú estés a mi lado, todo estará bien.

cat || markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora