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Chanyeol logró que su minino soltara a Haechan (por fin) luego de que vio que estaban por pelear. Baekhyun se mostró reacio a dejarlo, pero él, como el buen dueño que era, sabía cómo convencerlo en situaciones así.

Apenas los brazos del pelinegro dejaron de apretarlo, Donghyuck prácticamente corrió hacia los brazos de su dueño. Los cálidos, y reconfortantes brazos de su dueño; mismos que lo rodearon al instante cuando lo tuvo cerca.

—Creí que moriría asfixiado. — lloriqueó el moreno, con falso tono lastimero. Mark rió, acariciando la espalda de Donghyuck con suavidad, siseando.

Jeno miraba la escena con incredulidad, en shock. Aunque eso no le impidió sacar su teléfono y tomar una foto. Era buen material de chantaje.

—¿Te parece si vamos a casa? — preguntó con tranquilidad. El minino asintió repetidas veces, levantándose del cómodo lugar entre las piernas del pelinegro. Apenas se habían separado, pero Donghyuck ya extrañaba los brazos del mayor rodeándole. Se sentía cálido, protegido. Mark asintió, tomando la mano del moreno y caminando hacia la puerta.

Jeno suspiró con alivio al ver que se iban. —Gracias a Dios. — susurró lo más bajo que pudo.

—Y tú. — exclamó el canadiense desde la puerta, mirando a Jeno y provocando que este se sobresaltara. —No creas que me olvidaré de nuestra charla. Lo dejaría pasar, pero no en esta ocasión. — advirtió, dándole una mirada amenazante al menor antes de salir con Haechan en brazos, ya que se había transformado para ser cargado por su dueño.

Jeno asintió, maldiciendo internamente. Mark tenía mala memoria, ¿por qué tuvo que cambiar ahora?

El rubio suspiró, mascullando mil y una cosas antes de tomar sus pertenencias, gritando un rápido "adiós" hacia Chanyeol. Salió del departamento, dirigiéndose al propio y entrando con cautela.

—Llegu— iba a decir, pero el peso del cachorro derribándolo se lo impidió. Sonrió, su humor cambiando drásticamente al sentir la humedad en su mejilla y notar la cola agitándose con felicidad, típico de las bienvenidas que recibía de parte de Jaemin.

Él era como su rayito de sol.

—¡Ya! Puedes parar. — rió, sintiendo los traviesos dedos del híbrido pinchando sus costados, irremediablemente haciéndole cosquillas. —¡Lee Jaemin!

El aludido se detuvo, sentándose sobre sus rodillas en el suelo con una sonrisa, su colita todavía moviéndose con emoción. —No me culpes. Te extrañé. — se lamentó, un puchero formándose en sus rosados labios.

Jeno negó con una sonrisa, levantándose, sacudiendo sus pantalones y ayudando a Jaemin a hacer lo mismo. —Siempre dices eso.

—Bueno, eso es porque te extraño siempre, tontito.

Jeno no respondió. Simplemente se giró, dejando un cálido beso en la frente del cachorro. Agradecía tener la compañía de alguien tan resplandeciente como Jaemin. Aunque a veces podía ser algo revoltoso (y rompía un par de cosas) no se arrepentía de haberlo acogido.

—¡Hey! — reclamó el castaño. Jeno detuvo sus pasos, mirándolo por sobre su hombro. —Esa no es la bienvenida. — recordó, mirando a cualquier lugar menos a su dueño, brazos cruzados, y orejas hacia atrás debido a la pena, un tierno sonrojó adornado sus mejillas por ello.

Jeno rió, sabiendo a lo que Jaemin se refería. —Ven a por ella, entonces.

El castaño lo miró como si estuviese loco. Jeno sonrió para sus adentros, sabiendo muy bien que el contrario no era quien solía dar el primer paso. Siempre era él, y quería probarlo. Le dió una mirada, dándole a conocer que hablaba en serio.

Jaemin, con la mirada baja se acercó hacia él. —Cierra los ojos. — pidió.

El rubio ladeó la cabeza, divertido por la repentina actitud avergonzada de su cachorro. —¿Por qué?

—Me da pena.

Sonrió, obedeciendo al pedido de su novio. —Listo.

Estuvo así un rato, viendo nada más que oscuridad por tener los ojos cerrados. Escuchó un suspiro, para luego sentir un efímero y torpe roce en sus labios. Se fue tan pronto como vino.

Abrió los ojos, viendo a Jaemin prácticamente luciendo como un tomate.

—Bienvenido a casa. — balbuceó el castaño, sus manos entrelazadas tras su espalda, jugueteando con ellas.

Jeno apretó los ojos, temiendo sufrir un ataque cardíaco por lo tierno que se veía Jaemin avergonzado. No todos los días podía ver eso.

Antes de morir por sobredosis de ternura, se acercó a su cachorro y dejó un beso más prolongado sobre los finos labios. —Estoy de vuelta.

Jaemin sonrió, sus orejitas alzándose y su cola moviéndose con la misma emoción que cuando llegó. —Te extrañé.

—También yo. — respondió, provocando que la sonrisa del menor se ensanchara.

Sus días eran mejores gracias a Jaemin. Tal era el efecto, que hasta se le había olvidado la charla pendiente con Mark.

cat || markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora