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El celular comenzó a sonar a la vez que vibraba en la mesilla, despertándome.
Levanté mi cara de la almohada tras haber estado durmiendo boca abajo toda la noche y miré quién era. Resoplé cuando leí el nombre de mi mejor amigo en la pantalla.
- ¿Qué?
- Voy ya a por vos.
- Pensaba ir sola.
- Me queda cerca del laburo, dale, levántate ya, pelotuda.
- Ya voy, ya voy.
De nuevo, solté todo el aire que había guardado en mis pulmones al resoplar más fuerte que antes mientras terminaba la llamada.
Dejé el teléfono de vuelta en su lugar y me levanté para ir a mi armario. Agarré el primer buzo y los primeros pantalones que vi, cambiándome mientras salía de la habitación.
Fui a la cocina para hacer el café de todas las mañanas y me lo tomé en silencio, apoyada en la pared, mirando a la ventana como si algo hubiera en ella.
Después, subí de nuevo a mi habitación para ponerme las botas negras con superficie que primero me encontré. Tenía una gran adicción a estas.
Fui al baño y peiné mi pelo corto y liso castaño pero teñido de rubio desde hace dos días. No era muy corto, un poco por debajo de los hombros, aunque estaba por dejármelo largo de nuevo como estaba antes de comenzar la carrera universitaria.
No me maquillé porque tan sólo de mirar donde guardaba todo lo necesario quería volver a dormirme, así que fui a buscar mis cosas y bajé mientras oía el claxon del auto de mi amigo.
Abrí, cerré la puerta con fuerza y corrí hacia él, entrando rápido para que parase de tocar el claxon.
- Buen día.- sonrió y yo resoplé.
- Dejá de romper las bolas y vámonos ya, Juan.
Rió y comenzó a manejar para llevarme a la facultad. Él no estudiaba, era dos años mayor que yo y trabajaba en un boliche como vigilante por su gran musculatura y su estatura. A su lado parecía más pequeña de lo que era normalmente.
Él era más moreno que yo, con los ojos verdes y yo marrones claros. Éramos completamente opuestos.
Yo siempre andaba malhumorada por las mañanas y él feliz porque se volvía a casa a dormir. No le importaba ser el centro de atención, en cambio yo siempre prefería que no se me notase en el lugar donde estaba. Éramos el maldito ying y yang.
Junto a nosotros quedaban mis otros amigos. Claudia, pelirroja de ojos marrones y tan alta y morena como Juan. Diana, rubia, de ojos azules y la misma estatura que yo, aunque más blanca de tez. Nicolás, que era el más pequeño de edad pero alto de estatura, era moreno y de ojos negros. Y Matías, el último en unirse al grupo, era también de pelo castaño como yo aunque se tiñió de rubio junto a mí y así, según él, sus ojos verdes se verían más.
- Se te olvidaron las gafas.- le miré y él sonrió.- ¿Ya te cansaste de ellas?
- No me las voy a poner, sólo para leer en clase.
- Bueno, vos sabrás, ciega.
Rió levemente y yo me burlé de él haciendo muecas mientras abría el bolsillo pequeño de mi mochila. De él saqué una cajetilla de cigarrillos de donde saqué dos.
Los dos me los puse en la boca para encenderlos, pero después le di uno de ellos a Juan.
Bajé la ventanilla y eché el humo por allá mientras veía como nos acercábamos.
- No tenés porque llevarme, soy mayor, me mudé sola.
- Te mudaste porque no aguantabas seguir viviendo en Paternal, no porque seas más independiente.
- Bueno, ahora lo soy, ¿Sí? A veces te parecés a mis hermanos.
- ¿No querías dejar de fumar?
- Uh dios, que rompe bolas que sos.
Rió a la vez que disminuía la velocidad hasta frenar, viendo como otras personas pasaban por delante y atrás de su auto en dirección a la puerta principal de la facultad.
- Chao.
- ¿Vengo a por vos?
- Andate a la concha de tu hermana, Juan.
Rió porque le encantaba molestarme, pero yo ya había cerrado la puerta y no lo oí.
Caminé dándole las últimas caladas a mí cigarro antes de tirarlo al suelo y pisarlo para entrar.
Saludé a los compañeros que conocía antes de entrar en la primera sala donde se daban las clases.
Me gustaba la carrera, era lo que quería ser en un futuro, pero se me hacía tan aburrido estar acá que a veces me daban ganas de dejarlo todo. Culpa mía por no ser millonaria.
Suspiré dejando mi cabeza en mi mano, apoyando mi codo en la mesa a la vez que oía a el profesor.
Hacía poco que me había mudado sola, así que siempre que llegaba mi cabeza viajaba directamente a algún recuerdo de Paternal.
Aunque me haya ido, mis hermanos me visitaban continuamente y el mayor de todos, Miguel, siempre me tiraba los cigarros que me encontraba. Si supiera que en mi adolescencia fumé otro tipo de cosas...
Suspiré de nuevo y oí una pequeña risa en la sala. Me giré confundida a buscar a esa persona, pero nadie me miraba, todos estaban escribiendo en sus folios. Supongo que yo también tendría que hacerlo.
Las horas se pasaron lentas como si Dios hubiese querido castigarme por cualquier pelotudez que haya hecho en toda la vida que llevo. Pero, por suerte, pude salir viva de allá un día más.
Iba a ir hacia la parada del colectivo cuando un claxon sonó y al girarme me encontré el auto rojo de Santino, mi hermano mayor pero el menor de los tres.
Me paré en el sitio y le esperé mientras oía la música sobresalir de su auto. Cuando paró en frente de mi, entré.
- ¿Te avisó Juan?
- Juan estará dormido, no sea pelotuda, vine porque sos mi hermanita.
- Sí, sí, bajá un toque la música.
Rió e hizo lo que le dije. Le gustaba el rock, así que siempre estaba con la música a todo volumen en todos lados por mucho que yo me enfadara con él.
Fuimos en silencio hasta mi casa y al entrar, los dos juntos hicimos la comida.
De los tres, era mi preferido porque al ser yo la siguiente a él, siempre me ayudó en todo. Con Miguel, por ejemplo, era distinto. Sentía que tenía que protegernos a todos.
- ¿Qué vas a hacer?- preguntó mientras le echaba el tomate a sus espaguetis.
- ¿Qué voy a hacer de qué?
- Las jodas universitarias, Angie, que parece que hay que explicartelo todo.
- ¿Vos me vas a dejar ir?
- ¿Cuándo me necesitaste para ir?- sonreí y asentí.
- Mañana todos los pibes vamos a tumbar Buenos Aires.
Dije y no tardó ni un segundo en estallar de risa. Pelotudo.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora