5.

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- Así que ahora tenés un amigo en la facu.
Levanté la mirada del libro que estaba leyendo para mirar a mi hermano mayor en el sillón de la casa de mis viejos.
Había venido a visitarles porque hacía días que no lo hacía, pensando que estaban solos. Pero no, mi hermano mayor Miguel también decidió venir hoy, aunque por suerte yo me iría pronto y no tendría que aguantarle mucho tiempo.
- ¿Cómo está Luna?
- Bien, pero no cambies de tema.
- Es sólo un amigo, además, así ahorro y voy en su auto.
- Lo utilizas.
- Mitad sí, mitad me cae bien. Es un poco pelotudo, como vos, pero más simpático.
- Gracias, enana.
Puse los ojos en blanco y rió. Odiaba que me llamase así. Él tenía 29 y ya estaba casado, vivía cerca de acá, trabajando en un taller. Era alto, robusto, de pelo y ojos negros y el más moreno de los hermanos.
- Bueno, yo me voy ya.
- ¿Ya?- levanté mi mirada y sonreí a mi vieja.
- Sí, ma, quedé con los pibes para ir a un boliche.
- Bueno, llámanos si pasa algo.
- Vos tranquila, a tu hija nunca le pasa nada.
Dije mientras me levantaba para darle un beso en su mejilla, haciéndola sonreír. Ella se llamaba Isabel, nació en Barcelona pero una vez se casó con mi viejo se vinieron acá por un laburo que unos familiares de él le ofrecieron. Tenía mi estatura, era rubia de pelo rizado, morena y ojos marrones.
Me despedí de mi viejo y de mi hermano mayor y me fui para ir caminando hasta mi casa. Ahora que ya no vivía en Paternal me gustaba pasar de vez en cuando.
Mi viejo se llamaba Antonio. Era más mayor que mi madre, exactamente cinco años más. Tenía el pelo corto, canoso como su perilla, alto como Santino y con algo de barriga por las birras que se bebía mientras veía el fútbol en horas libres. Era un poco más pálido, como yo, y tenía los ojos verde pardo. Vivió en Madrid hasta conocer a mi vieja y acabar por formar la familia acá.
Llegué a casa por fin para quitar mis audífonos y poder escuchar con todo el volumen de uno de mis altavoces el reggaeton que me ponía antes de las jodas para comenzar ya a estar motivada.
Subí rápido a ducharme para después secarme el pelo. Me puse los shorts negros más ajustados que tenía junto a un top blanco que dejaba al descubierto mis hombros y después me terminé por dejar el pelo suelto antes de maquillarme.
Cuando alguien llamó a la puerta, yo estaba poniéndome los tacones pequeños negros que me había atrevido a poner hoy. Bajé las escaleras lo más rápido que pude y abrí la puerta, encontrándome a Matías y Claudia al otro lado.
- Nicolás y Diana ya fueron.
- ¿Ya?
- Tenían demasiadas ganas.
Puse los ojos en blanco mientras mi amiga levantaba sus hombros sin decir nada más. Subí a por mis cosas y bajé mientras guardaba estas en un pequeño bolso también negro, saliendo por fin de la casa.
- Que raro verte sin tus botas.- dijo Matías mientras entrábamos en su auto.
- Alguna noche había que cambiar.
Sonrió y comenzó a manejar mientras Claudia subía el volumen del Spotify. Yo estaba en la parte de atrás, mirando por la ventanilla cuando no estaba viendo mis redes sociales.
- Pobre Juan, debe estar cansado ya de aguantarnos.- dije cuando le saludamos, una vez salimos de la auto.
- A él le encanta, le hace sentir importante, te lo digo yo.
Reí levemente mirando a Matías y fuimos sin decir nada a la puerta de atrás. De nuevo, el pibe de la otra noche nos saludó y nos dejó entrar.
Fuimos a la barra para esta vez decidirme por ignorar la ronda de chupitos que hacían siempre y empezar ya por algo fuerte. Mala idea.
Cuando Claudia sacó un cigarro, la miré como si fuese oro lo que llevase en las manos. Hacía días que no compraba por poco tiempo al tener que hacer los trabajos de la facultad.
- Tomá, gil.
Sonreí como una nena cuando sacó otro y me lo encendió. Le di una calada y después un sorbo a mí vaso antes de agarrar a Matías e irme con él a bailar viendo cómo se acercaban los demás ya hacia nosotros. Así, Claudia no se quedaba sola.
Mientras bailábamos pegados por nuestra confianza, vi como ella se iba junto a Nicolás y Diana para finalmente unirse a nosotros.
Acabé bebiendo de todos sus vasos cuando ellos me daban a probar y tiré el cigarro antes de quemar a alguien.
Mientras bailaba escuchando trap, los mareos y demás efectos del alcohol comenzaban a hacerse presente en mi cuerpo.
Aún así seguí bailando, apoyándome en alguno cuando veía que no conseguía sostenerme. Por suerte, Nicolás decidió descansar yendo de vuelta a la barra y yo, que además tenía el vaso vacío, le acompañé.
Me apoyé con torpeza en la barra y Nicolás rió pidiendo por mí al verme algo ocupada con intentar mantener de pie con los tacones.
Bebí del vaso que me dio y suspiré, intentando calmarme para ver cómo poco a poco el boliche iba dejando de dar vueltas.
- ¿Todo bien?
- Todo piola, tranquilo.
Sonreí a mi amigo y Claudia apareció en peor estado que yo hace segundos. Viendo lo que se avecinaba la acompañé al baño para intentar arreglarme el pelo mientras ella se limpiaba la boca una vez vomitó.
Mojé también su nuca para refrescarla, pero no tardó en seguir bebiendo cuando volvimos con los demás, que ya estaban de nuevo en la barra bebiendo y riendo, descansando del baile.
- Mirá, Angie.
Miré a Matías y este me enseñó su celular. Era él en una foto con Ysy A, es decir, Alejo.
- ¿De cuándo es la foto?- pregunté con torpeza.
- De antes, fui a fumar afuera con Diana y nos lo encontramos. Estaba con los demás.
- Esos si que saben divertirse.
- Diana, ya te dije, dejé los porros hace mucho.
Mi amiga se cruzó de brazos y yo reí viendo cómo se enfadaba por algo tan simple como eso. Tenía cara de ser buena piba cuando en realidad sólo esperaba a que se fueran sus viejos de su casa para fumar y beber como loca.
- Necesito aire.
Dijo rápido Claudia, apoyándose en mí casi al tropezar. Miré a Nicolás y este chasqueó su lengua para ayudarme a llevarla fuera del boliche por la misma puerta que entramos.
- La próxima vez tendríamos que pedir que nos sellen, es más fácil.
- Callate, gil.
Miré a mi amigo agarrando el pelo de mi amiga, que vomitaba como si nada entre los contenedores. Cuando terminó decidimos buscar algún taxi.
- Vale, a suerte.
Asentí mirando a Nicolás y los dos nos escondimos las manos atrás de la espalda mientras Claudia estaba sentada en el suelo mirándonos. Ahora había que decidir quién la acompañaba y perdía tiempo de fiesta en el viaje.
Respiré tranquila, fijé mis ojos en los suyos y me olvidé del alcohol para ganarle sacando tijera contra papel. Me miró molesto, pero después se encargo de ayudar a nuestra amiga a entrar en el taxi.
Suspiré una vez les vi irse y cuando me giré ocurrió lo que tenía que pasar tarde o temprano.
Todo el alcohol que había olvidado en aquel duelo volvió de golpe para al girarme juntarse con la altura de los tacones y mi torpeza natural, tropezando para caer cerca de la puerta principal.
Cuando levanté mi mirada, para nada avergonzada porque el alcohol me evitaba sentirme así, me encontré con la gente ignorándome, menos Juan, que sonreía como un bobo desde la puerta.
- ¿Estás bien?

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora