52.

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- Que impaciente que sos, pelotudo.
- Y vos qué lenta.
Dijo mientras comenzábamos a caminar hacia la casa de mis viejos una vez haber salido del colectivo con él dándome empujones no muy fuertes.
- ¿Y tú novio? ¿Ya te llamó antes?
- Vos lo has dicho, es mi novio, ¿Qué hay de malo?
- Nada, sólo preguntaba.- sonrió y le dio una calada al cigarro.
- Me voy a ver con él luego.
- No perdés el tiempo vos eh.
- La cabeza sí, a veces.
Desvié mi mirada de la calle para verle a él, que fue ahora quién ignoraba mi mirada. Poco a poco nos fuimos acercando, parando a veces porque alguien le reconocía y obviamente quería alguna foto.
- ¿Tenés que tener la botellita en la mano?- pregunté en frente de la puerta de la casa y él la miró para luego volver sus ojos a mí.
- Es mi amiga, ¿Qué pasa? ¿Me querés dejar completamente solo?
Hizo un puchero y yo desvié mi mirada de él, tocando la puerta mientras reía. Segundos después, mi vieja abría la puerta.
- An...¡Mauro!
- Hola.- saludó él sonriendo.
- ¿Qué hacés vos acá otra vez?- preguntó abrazándolo.
- Me encontré con Angie y la acompañé.
- Que lindo que sos, ¡Antonio, Mauro volvió!
- Dale ma, se supone que querían verme a mí, no a él.
- Angélica no te pongas celosa eh, es un invitado, vení Mauro, tengo preparada un poco de polenta.
- ¿Polenta ahora?
- Nena, para cenar.
- ¿Y quién te dijo que nos quedábamos a cenar?- pregunté mientras Mauro pasaba como mi madre le dijo, yendo directamente al salón.
- Dale, un rato nada más.
- Quedé con Carlos.
- Decile a Carlos que está acá Mauro y que vamos a cenar con él, tanto tiempo con él te vas a volver loca.
Dijo dejándome con la palabra en la boca, entrando de nuevo en la casa. Fruncí el ceño y suspiré, entrando en la que fue una vez mi casa para ver a Mauro sentado en uno de los sillones, mirando el televisor donde había un partido de fútbol que mi viejo, sentado en el otro sillón, le estaba explicando desde los inicios.
- Hola, pa.
- Hola, nena.- mi viejo me sonrió y cuando pensé que se iba a levantar a saludarme, volvió a mirarle.- Y lo erró, erró el penal.
Mauro sonrió viendo de reojo como me sentaba en el sofá ignorada por mis propios padres, cruzándome de brazos para mirar el partido en silencio.
Cuando mi madre apareció minutos después que mi padre le seguía hablando a Mauro y él también le seguía la conversación, Mauro se levantó y se fue a sentar a mi lado. Sonriéndome, bebió directamente de la botella y su otra mano la dejó como si nada en mi pierna bajo mi fulminante mirada.
- Angélica, ¿Le dijiste a Carlos que te quedás a cenar acá?
- No, porque no lo voy a hacer.
- ¿Otra vez con Carlos?- mi padre se giró a verme, dejando de beber el botellín de cerveza que tenía.
- Es mi novio, ¿Qué quieren?
- Te va a volver loca el pibe.
- Mirá que me caía bien eh.
- Ah, ¿Ya no?
- Siempre que venís a vernos está él, ¿No te cansas a su lado?
- No, por eso es mi novio.
- Bueno, vos sabrás, ya sos mayorcita para saber, pero andate con cuidado.
- Sí, pa.- puse los ojos en blanco y seguí con los brazos cruzados.
- Mira que igual tienen razón.- susurró Mauro, sonriendo mientras miraba el televisor.
- Vos callate.
Para no reír, bebió de nuevo. Lentamente, los minutos pasaban viendo un partido que no me interesaba, además de que como antes, me seguían ignorando.
- Bueno, yo me voy ya.
Todos, de repente, cambiaron su atención a mí. Mi vieja paró de mirar la televisión para verme a mí, al igual que Mauro y mi viejo, que aún estaba bebiendo de lo que le quedaba.
- Angélica, sentate.
- No, yo me voy, ustedes quédense con Mauro.
- Dale, Angélica.
Oí a mi viejo hablar mientras me iba a la entrada. Abrí la puerta y al momento, Mauro la cerró.
- Dejá de ser así.
- ¿Así cómo?
- No sé porque sos así con tu novio, no me importa, no es mi vida. Pero no podés estar tanto tiempo con una persona, hasta tus viejos comienzan a darse cuenta que algo te pasa.
- No me pasa nada, ¿Qué querés que diga?
- No quiero que digas nada, quiero que te quedes acá y no por mí, sino por ellos. Dale, Angie.
- Ayer ya estuvimos juntos.
- Y bueno, hoy otra, es tu familia, no podés ser así con ellos.
Chasqueé la lengua dejando de mirarle para pensar. Realmente me pasaba todo mi día con Carlos, pero como ya dije era todo por el que ahora mismo tenía en frente de mí diciéndome que dejase de estar con él. ¿Dónde me había metido?
- Está bien...- susurré.
- Vení, dale, comemos y nos vamos y yo te dejo.
- Como quieras, siempre se hace lo que vos querés.
- Bueno, a veces vos también querés.
Sonrió y yo le dejé detrás de mí, comenzando a andar de vuelta al salón.
- ¿No que te ibas?
- Mauro me convenció.
- Que buen pibe que sos.
Mi viejo se levantó sólo para darle unos golpes en su hombro antes de ir a la cocina a por otra cerveza que beber. Yo suspiré y me senté como antes.
Al poco tiempo, me levanté del sofá para ayudar a mis padres, junto a Mauro, a preparar la mesa cuando mi vieja ya tenía listo todo.
Nos sentamos en la mesa y prefirieron preguntarle a él, así que a mí sólo me quedaba mirarles y comer.
Terminamos de cenar y fui a la cocina a lavar todo ya que ellos preferían quedarse allá a seguir oyendo todas las historias que Mauro tenía que contar.
- No me creo que estés celosa de mí.- me giré al oírle. Estaba apoyado en el marco de la puerta con un vaso vacío en su mano, sonriendo.
- No estoy celosa.
- No has hablado en toda la noche.
- ¿Para qué?
- No sé, porque son tus padres no los míos.
- Parecían más atentos a vos.
- ¿Viste? Celosa.- suspiré y me acerqué a quitarle el vaso para lavarlo.- Dale, vení al salón con nosotros.
- No quiero.
- ¿Por qué?
- Porque no me interesa lo que decís.
- No lo parecía en la cena.
- En la cena no tenía nada que hacer.- me giré para encontrarmelo de frente, a poca distancia con su maldita sonrisa.
- Hablar, por ejemplo.
- No me harían caso.
- Dale, soy un conocido que ahora es famoso, normal que quieran saber de mí. Vos ya veniste ayer.
- ¿Y qué? Acá la hija soy yo.
- No te tenía tan inmadura como para estar celosa de mí.
- Y yo a vos tan pelotudo.
- Angélica.- de repente, mi madre se asomó por la puerta, sonriendo con mi teléfono en mi mano.- Es Carlos.
- Mierda.
Dejé de mirar a Mauro para ir hacia mi madre a agarrar mi celular y hablar con él. Se me había olvidado, otra vez, ir hacia donde él estaba.
- Carlos.
- ¿No venías a cenar?
- Perdón, mis viejos no me dejaban y se me olvidó avisar.
- Angie...
- Perdón, ¿Sí? No fue para tanto.
- Chao.
Y terminó la llamada, dejándome mirando la pantalla entre confundida y demasiado molesta por todo. Mi madre ya se había ido, pero Mauro se había quedado mirándome.
- ¿Todo bien?
- Todo mal.
Respondí y frustrada, fui al salón. Él me siguió, pero sin saber tampoco que había pasado ni que haría.
- Me voy ya.
- ¿Ya?
- Sí, ya, mañana si quieren vuelvo.
- Pero sola eh, siempre traes un pibe.
- Eso será lo primero que haga.
Miré a Mauro, él sonrió y yo me despedí con un abrazo de mis viejos, andando a la salida sin esperarle.
- Angie.- no le hice caso, seguí andando.- Angélica.
- Así solo me dice mi familia.
- Bueno, al menos respondiste.
- ¿Qué?
- ¿A dónde vas?- preguntó ya andando a mí lado, encendiéndose un porro que sacó de su riñonera.
- A mí casa a dormir.
- Pensé que irías con él.
- Se enojó.
- La verdad es que le respondiste como el orto.
- ¿Y vos qué hacés conmigo aún?
- Te acompaño.
- No.
- Ni loco te dejo sola por la noche.
- Ni loca camino con vos.
- Bueno, dale, pero si te secuestran ya sabés que yo podría haberte ayudado.
- ¿Vos? Me vendés por dos pesos.- él rió, negando con la cabeza mientras echaba el humo.
- No te vendería por nada, pelearía con cualquiera que te quisiese hacer daño.- le miré, sin esperarme esa respuesta, y él a mí también.- Sos la amiga de mi hermana, me mata si te pasa algo.
Puse los ojos en blanco y seguí caminando bajo su mirada y sonrisa, disfrutando al saber que estaba molesta. Fuimos como venimos, en colectivo hasta mi barrio de nuevo.
- Ya podés llamar a alguno de tus amigos.
- Si no vienen me quedo con vos, ¿No?
- Pelotudo.- rió y yo comencé a alejarme para irme a mí casa.
- Angie.
- ¿Qué?- me giré a verle de nuevo, aún no me había alejado mucho.
- ¿Así te despedis? ¿Insultando a tu guardaespaldas?
- ¿Qué querés, un beso?
- No estaría mal.
Sonrió y yo levanté una ceja, poniendo las manos en los bolsillos de mi campera antes de comenzar a andar hacia él. Su mirada, poco a poco, fue cambiando, sorprendiéndose al verme caminar hacía él.
Cuando parecía que iba a besarle, moví un poco mi cabeza hasta que al final sólo fue un abrazo. Al separarme, él me sonreía como había hecho todo el día.
- Otra vez será.
Dije antes de sonreír e irme bajo su mirada.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora