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- Y no me dijo nada, ¿Te lo podés creer?
- Angie, tenés una mejor amiga para esto.
- Resulta que es su hermana.
- ¿Y?
- Que no quiero que hable con él.
- Pues decile que no hable con él.
- Quiero que me hable él porque quiere, no porque le obligan.
- Angie, llevás toda la tarde hablando de Mauro, ¿Tenés otro tema?
- No, perdón si también te molesto a vos.
Santino pausó el juego y me miró molesto, haciendo que dejase de comer los Doritos. Me dijo de venir para jugar con él a la Play sabiendo que ahora mismo ya había dejado de estudiar.
Nada más llegar, comencé a contarle lo que me había ocurrido con Mauro hace dos días mientras que él jugaba y yo le miraba tumbada en el sofá con mis piernas encima de las suyas. Sí, llevábamos dos días sin hablar desde entonces.
- Perdón, ¿Vale?
- Mirá, sé que cuando te enamoras de alguien y te enojas con esa persona suele ser un apocalipsis pero no van a romper por esa pelotudez, así que intenta no pensar en eso.
- ¿Enamorada?- pregunté y él sonrió.- No.
- Vos sabrás, sos la mejor engañandote a ti misma.
Volvió a jugar y yo le miré esperando que dijese algo más, pero no tenía nada que decir. Así que, resoplé y dejé de comer para agarrar mi teléfono y ver si alguno de mis amigos quería salir un rato por la noche. Quizás alguno de ellos sí tenía consejos para mí.
- ¿Cuándo se va?
- ¿Quién?
- Mauro, de conciertos.
- No sé, no le dio tiempo a decírmelo porque me ignoró- rió negando con la cabeza y le miré con una ceja levantada.- ¿Qué te reís, gil?
- Nada, nada, no me pegues por favor.
Fruncí el ceño y siguió riendo hasta que se volvió ha concentrar en el juego. Chasqueé mi lengua y me levanté del sofá, dejando la bolsa de Doritos en la mesa para ir a la cocina a buscar algo de beber.
Agarré lo primero que vi, fernet con Coca- Cola. Necesitaba alcohol y a esto nunca se le podía negar un sorbo, así que volví al salón sin dejar de beber. Cuando dejé mi vaso en la mesa, Santino pausó el juego para beber de él y seguir jugando.
- Igual deberíamos cocinar algo.
- ¿Para?
- Se está haciendo de noche.
- Bueno, vamos a algún lado o pe...
- Llevó días comiendo todo basura porque no hay nada sen mí refrigeradora, ¿Podemos cenar algo bueno?
- ¿No hacés la compra o qué?
- No tengo tiempo.
- Sabías que la facultad era difícil.
- Ya, pero no tanto.
- Bienvenida al mundo real.
- El mundo real apesta.
Rió volviendo a negar con la cabeza y yo me quedé sentada bebiendo mientras le veía terminar la partida.
- ¿Y el examen?
- ¿Qué examen?
- El que se supone que has tenido.
- Oh, ya, ese, bueno.
- Angie.
- ¿Qué? Ya veremos la nota.
- Si volvés a suspender, se lo voy a decir a la familia.
- Santino, no.
- Dale, mentís a todos para que no te digan nada pero si sos mayor para unas cosas lo sos para aguantar un quilombo de los de antes, cuando vivías en casa de nuestros viejos.
- Que buenos tiempos eh...cuando me escapaba de casas.
- No sé cómo papá nunca se murió de un infarto con vos.
- Era un desastre.
- Sos un desastre.- me corrigió.
- Gracias, siempre es bueno saber en quién puedo confiar.
- De nada, reina.
- Así me decía a veces Mauro.
Frunció el ceño, sonreí lo más inocente que pude y acabó por tirarme el cojín a la cara. Por suerte no estaba bebiendo en ese momento.
Seguimos hablando, desviandome de mis dos temas principales para acabar escuchando lo que tenía que decir sobre su laburo y otras historias con sus amigos.
- Dale, ahora sí tengo hambre.
- Bueno, voy a ver qué hay, pelotuda.
Le saqué la lengua y él rió levantándose del sofá para ir a ver qué podíamos cenar. De repente, me llamaban al celular. Esperaba que fuese él, pero me equivoqué de Lombardo.
- Cande.
- Angie.
- ¿Qué pasa?- pregunté oyéndola alterada.
- Tenés que venir a mi casa, ya.
- ¿Tu casa?
- Sí, te necesito, ahora.
- ¿Ahora?
- ¡Sí, Angie, ahora!
- Bueno, bueno, voy, voy.
Terminé la llamada y me levanté agarrando la mochila que había tirada a mis pies. Tenía los libros porque tenía pensado dormir acá y mañana a la tarde volver a mí casa.
- ¿A dónde vas?
- Cande me llamó, dice que necesita mi ayuda.
- ¿Tu ayuda?
- Sí, no dijo nada más, ¿Puedo manejar tu auto?
- Bueno, mañana no laburo, así que sí.
- Vale, chao, gracias.
- Decime si pasa algo serio.
Fue lo último que oí antes de cerrar la puerta de su casa detrás de mí. Caminé rápido a su auto y me subí, colocando rápido la llave para girarla mientras cerraba la puerta.
Salí del aparcamiento y manejé lo más rápido que podía sin acabar estrellada en algún lugar. Ya cerca de su casa, aparqué donde pude y lo demás lo hice caminando.
Llegué y llamé rápido a la puerta, esperando que sea lo que sea que le pasase me pudiese abrir para acabar ya con este estrés. Unos segundos después, estaba delante de mí.
- Que poco has tardado.
- Parecía que te ibas a morir, pelotuda, ¿Qué querés? ¿Qué vaya lento?
- Bueno, bueno, tranquila, estoy bien.
- ¿Entonces?
Sonrió y se fue hacia adentro de su casa. La miré confundida irse pero entré para seguirla hacia donde fuera que iba, acabando en su salón donde no estaba sola.
- Yo estoy bien, ¿Y vosotros?
- ¿Sos psicóloga de pareja ahora,?
- Podría.- fruncí el ceño y chasqueó su lengua.- Bueno, yo me voy, chao.
- Cande.
- No, no, yo ya tengo un plan.
Y sin decir nada más se fue, dejándome a solas con Mauro después de estos dos días sin hablar ni por mensajes. Ni siquiera sabía de él porque ni subió nada a sus redes ni hablé con su hermana.
- Hola.
- Hola.
- ¿Querés?- preguntó acercándome el cigarro que estaba fumando. Suspiré y me acerqué a él. Nunca diría que no a una calada.- Angie...
- Fuiste un pelotudo.
- Ya, lo sé, no pensé lo que decía.
- Se notaba.
- Vos tampoco dabas mucho de tu parte.
- ¿Qué?
- Dale, por un momento parecía que me ibas a dejar por los estudios.
- ¿Es joda? Nunca haría eso.
- ¿No? Porque a veces lo parece.
- Mauro.
- Igual hablé de más, pero tenía razón, ya no nos vemos tanto como an...
- Porque no puedo, no porque no quiera. Ojalá pudiese estar siempre con vos e ir a esos conciertos, pero no puedo Mauro porque quiero tener un laburo bueno y para eso tengo que estudiar.- dije, sentándome a su lado.
- Lo sé, lo sé...pero a veces se te va la cabeza y te olvidas de lo demás. Decime, ¿Compraste ya?
- No...
- ¿Limpiaste la casa como llevás diciendo estos días que vas ha hacer?- negué con la cabeza y sonrió.- ¿Viste? No hace falta que estés conmigo siempre, pero tampoco estudiando.
- A veces se me va un poco el tiempo...
- ¿Un poco?
- Un poco mucho, ¿Vale? Pero no porque quiera.
- Ya, lo sé y siento que te dijese todo eso.- asentí y le dio una última calada al cigarro antes de sonreírme.- Te extrañé.
- Y yo, mi hermano casi me caga a piñas de tanto hablarle de vos.- rió y yo sonreí.- Somos dos pelotudos, lo sabes, ¿No?
- ¿Y qué?
Preguntó acercándose, sonriendo para hacerme a mí sonreír antes de besarme después de tanto tiempo. Pasé mis manos a su nuca y él puso las suyas en mi cintura, echándome hacia atrás lentamente hasta acabar encima de mí.
Me coloqué mejor, entrelazando mis piernas a su cadera para tenerle más cerca, mientras que él se apoyaba con uno de su brazo para no caer encima de mi a la vez que su otra mano prefería ocultarse debajo de mi pantalón.
Poco a poco, el ambiente fue calentándose y él se iba colocando mejor hasta que tuvo su brazo debajo de mi espalda y pudo levantarme lentamente.
Después de un par de pasos torpes pudo levantarse conmigo arriba de él y me llevó hacia lo que parecía la habitación de invitados.
Caímos en la cama y no tardó mucho en volver a dejar su mano donde antes mientras que yo ya necesitaba más, comenzando a sacarle la remera.
Dejó mis labios para besar mi cuello y yo mientras tiré su prenda lejos. Luego, él subió mi top y una vez se deshizo de él yo decidí tomar un poco más el mando, dando la vuelta para acabar yo arriba.
Sonrió los segundos que nos separamos a buscar aire y luego seguimos besándonos. Cuando me quitó el sostén, yo dejé sus labios para besar su cuello a la vez que bajaba sus pantalones.
Entonces, nada más cayeron al suelo, él volvió ha hacernos girar para de nuevo estar arriba y poder quitarme el pantalón.
No tardé mucho en dejar su pelo para bajar mis manos por su espalda hasta sus boxer y quitarlo a la vez que él jugaba con lo que quedaba de mi ropa interior.
Segundos después, ya estábamos completamente desnudos y por suerte solos en la casa. Sin aviso, apreté mi abrazo a su espalda por la sorpresa pero rápido mi cuerpo se relajó mientras que el ritmo era suave.
Entre los besos que ahogaban los gemidos, el ritmo aceleraba hasta que necesitaba más aire que antes y no tenía más opción que dejar sus labios, cerrando mis ojos y echando mi cabeza levemente hacia atrás.
Besó mi cuello, sintiendo su frenética respiración en él hasta que me atreví a volver a besarle, apretando levemente mis dedos en su espalda a la vez que él agarraba la sábana del colchón.
El ritmo había acelerado tanto que se me hacía difícil seguirle con mis caderas, aunque no dejaba de intentarlo.
Ahora él necesitaba el aire, aguantando a la vez que escondía su cara entre mi cuello y mi hombro sin dejar de moverse. Hasta que yo de nuevo sentía como el calor subía en mi cuerpo como si se tratase de una ola.
Apreté mi mandíbula y mis piernas a él a la vez que comenzaban a temblar, cerré mis manos en puños por no arañarle la espalda y sentí como la tensión se desvanecía con la corriente eléctrica que pasaba por mi espina dorsal.
Un segundo después, apretó sus manos de la misma forma que yo antes y mordió levemente mi cuello antes de preferir besarme hasta que acabase y se dejase caer a mi lado con la respiración igual de agitada que la mía.
Sonreí mirando el techo, sintiendo todo el sudor caer lentamente por mi frente. Le miré y él hizo lo mismo, acercándose para volver a besarme.
- Te quiero.
Dije sin pensar nada más se separó. Abrió sus ojos e iluminados sólo por la luz de la ventana se fijaron en los míos en silencio
- Me volvés loco.- susurró antes de volver a besarme. Pero no era lo que quería oír.- Y sí, también te quiero.
Eso sí. Me conocía demasiado que hasta me podía leer la mente. Sonreí y él hizo lo mismo.
- ¿Sabés que no le dije nada a tu hermana para que no pasase esto?
- Era mi hermana.
- Ya, ya, todavía no sé cómo he venido, que boluda que soy.
- Bueno, los dos te conocemos, si te gritan no pensás y hacés lo que te dicen así que...
- Pelotudos.
Rió y yo volví a sonreír, besándole ahora yo a la vez que me giraba para quedar levemente acostada encima de él, sólo con mi pierna encima y abrazándole al igual que él a mí, con su mano en mi cadera.
Al separarnos, sonrió y volvió a besarme antes de comenzar a hacerme girar con él, quedando de nuevo arriba de mí.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora