98.

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- Mauro.
Sonreí al verle en la puerta de mi casa, esperándome con un cigarro casi acabado. Él me miró y también sonrió.
- ¿Qué hacés acá?
- Volví y...
- Se supone que tenías que volver ayer.
- Sí, ya, se me hizo tarde y...bueno, estoy acá ahora, ¿No?
- Lo veo, lo veo.- sonrió aún más, dejando su cigarro entre sus labios y sus manos en los bolsillos de su buzo.- Te extrañé.
- ¿Por qué no venís y me lo decís más cerca?
Dijo con dificultad al tener su cigarro en la boca. Sonreí levemente y me acerqué como me dijo, quedándome en frente de él.
- Te extrañé.
- No, no, más cerca.
- Mauro.
Sonrió, quitando su mano del bolsillo para agarrar el cigarro antes de no esperar más y besarme.
Se sentía raro. Ayer se supone que tenía que volver y estuve todo el día nerviosa para nada, porque al final no vino. Pero, como tampoco quería llamarle, me quedé con la duda de qué había pasado hasta ahora que volvía de la facultad y me lo encontré.
Igual, parecía que algo se encendía en la oscuridad que había sentido estos días tras lo ocurrido.
- Yo también te extrañé, aunque no agarrases mis llamadas.- susurró separándose un centímetro de mis labios.
- Perdón, yo...
- No, está bien, no importa, me hizo darme cuenta que te extrañaba de verdad.- sus ojos dejaron de fijarse en mis labios para ir a los míos, mirándome fijamente hasta que parecía que veía mi alma.- Quererte también.
Sonreí y pasé mis brazos alrededor de su cuello para acariciar su pelo como hacía días, sin miedo a mi misma.
Sonrió también y esperando a que fuese yo, al final tuvo que ser él quien me besara porque no me atrevía aún. Igual, era verle y todo cambiaba.
- ¿Compraste ya algo?
Asentí sabiendo a que se refería, cuando él se fue mi casa era todo un desastre. Ahora ya no porque casi no la pisaba por el miedo de aquel ataque de pánico.
Dormía en el sofá, no quería ir a la habitación si no era con la puerta abierta y sólo para agarrar la ropa. Después, sólo comía y me iba a casa de alguno de mis amigos o mis hermanos, haciéndoles creer que estudiaba cuando en realidad estaba en mi mundo.
Se alejó de mí para dejar que abriese la puerta. Él fue al salón, yo a la cocina, dejando mi mochila en el suelo de la entrada.
- Después podríamos ir a tu casa.
- ¿Por qué?
- Bueno, estarás cansado.
- Sí, pero tú casa es la mía.
Resoplé mientras comenzaba a cocinar algo rápido para nosotros dos. No, no quería estar acá, aún con él me tenía miedo a mi misma.
Cuando terminé, me ayudó a preparar todo para sentarnos los dos a comer. Durante todo ese tiempo, me contaba todo lo que había hecho, omitiendo sus fiestas después de los shows.
Después de que vi aquel vídeo comenzaba a tener miedo también de que me dejase por otra. Parecía que estos días mi infierno se había reactivado para dejarme oír todos mis demonios, aquellos que ni siquiera sabía que tenía.
Así que, aunque no veía su perfil, sí buscaba otros vídeos de ellos de fiesta. Vi algunos donde salía bailando parecido con otras minas, pero de la mayoría no sabía de cuándo eran. Igual, aquello me hundía más y aunque me diese cuenta, no podía dejar de verlos.
- ¿Y vos?
- ¿Qué?
- ¿Vos qué has hecho sin mí?- preguntó sonriendo.
- Eh...estudiar, que sé yo.
- Si no lo sabés vos...
- Estoy cansada, Mauro, la facultad...
- No cambiaste eh.- sonrió de nuevo y yo le miré confundida.- Me fui contigo hablando de la facultad y vuelvo para que digas lo mismo.
- Mauro.
Miró a su plato casi vacío y después se levantó, llevándolo a la cocina. Volvió para rebuscar algo en su riñonera y hacerse un porro que por suerte se llevó a fumar afuera.
Sólo verlo, me hizo recordar mi escena en el boliche y algo se revolvió dentro de mí. De nuevo las náuseas.
Resoplé mirando también mi plato vacío y me levanté para hacer lo mismo que él. Lavé y limpié todos y después me fui al salón para tumbarme en el sofá intentando dormir.
Pero, cuando estaba a punto de hacerlo, sentí a alguien mirándome. Abrí mis ojos lentamente para encontrarme con los suyos a poco centímetros.
No estaba tumbado encima de mí, pero sí arriba, apoyado en sus manos y rodillas.
Me sonrió y al instante sus ojos bajaron a mis labios. Le miré sin saber qué hacer hasta que me besó sin decir nada.
El sabor de la marihuana llegó a mí, pero no podía escapar de él, no parecía que mi cuerpo quisiese separarse de él.
Mis manos volvieron a su nuca mientras que él metía una de las suyas por debajo de mi remera. Lentamente, la llevó a mi espalda y con torpeza me quitó el sostén antes atreverse a deshacerse de mi remera.
Luego, sus labios dejaron los míos para atacar mi cuello, agarrando su remera. Sin darme cuenta, comenzó un camino de besos hacia mí cadera, con una parada en mis pechos que duró los segundos suficientes para que sintiese de nuevo la necesidad de él.
Desabrochó mi pantalón y mientras los bajaba, subía de nuevo a mis labios. Lo tiró al suelo, pero su mano se quedó en el interior de mis muslos.
Mis leves gemidos se ahogaban en nuestros besos y para no quedarme atrás, yo también comencé a subir su remera. Al tirarla al suelo, inesperadamente, pasó sus brazos por mi cintura, abrazándome para poder subirme.
Enredé mis piernas a su cadera y así consiguió levantarnos juntos. Con torpeza, comenzó a dar pasos sin dejar de besarme.
No fue hasta que comenzó a subir las escaleras que yo entendí a dónde iba y entonces el pánico volvió a mí. Intenté que no se notase, pero cuando me dejó en la cama todos los recuerdos volvieron y se me hacía difícil concentrarme.
- Como extrañaba esta habitación.- susurró en mis labios.
- Podríamos volver al sofá.
- ¿Por qué?- entonces, paró para verme mejor.- ¿Pasa algo?
- Bueno...no sé.
No quería decírselo, pero sabía que se había dado cuenta de que me ocurría algo. Aún así, pensó que la solución era él y de nuevo, me besó.
Intenté de nuevo relajarme, volviendo a este momento y no el pasado. Bajé sus pantalones y él me quitó finalmente la única prenda que me quedaba.
No quise quedarme atrás otra vez y yo también le quité los boxer. Antes de que comenzase todo, se volvió a separar de mí para mirarme fijamente.
Mis ojos se quedaron fijos en los suyos, expectantes, y su respuesta fue una sonrisa antes de acabar por hacerse hueco en mí.
Mis manos se separaron para dejar una en su nuca y otra bajarla por su espalda mientras que el ritmo era lento.
Cuanto más aceleraba, más me olvidaba de todo para quedar sólo él y yo. Enredé mis dedos en su pelo y sus labios volvieron a dejar los míos para besar mi cuello, acelerando más.
Apreté mis piernas a su cuerpo cuando mis caderas ya no podían seguir su ritmo, enredandolas más en él.
Volvió a mis labios, pero por unos segundos porque después se nos hacia imposible tenerlos juntos por la falta de aire que ya era notable.
Intenté no clavarle mis uñas con fuerza para no dejarle marca, comenzando a sentir como mi cuerpo se tensaba con fuerza, sabiendo que era lo siguiente.
Mi espalda se arqueó y buscando aire, eché mi cabeza hacia atrás a la vez que cerraba mis manos en puños para clavarme mis uñas y no hacerle daño. Sentí una corriente eléctrica y la calma que la seguía, alejándome de todos mis miedos entre sus brazos después de días.
Él mordió mi cuello sin mucha fuerza, llevando está a sus manos que agarraban el colchón, parando, relajando su cuerpo encima del mío.
Después, quedó su cara escondida entre mi cuello y hombros hasta atreverse a separarse y quedar a mi lado, los dos respirando con fuerza.
Con él a mi lado, la habitación me parecía más grande que nunca, parecía que todo el pánico se iba si estaba él.
Le miré entonces. Tenía sus ojos en el techo y todo el pelo despeinado por mí. Sonreí y entonces tomé su atención, sonriéndome de vuelta antes de acercarse a besar mi hombro y luego mis labios, abrazándome.
- Te amo.- susurró ahora él en mi oído.
- Yo también te amo.
Susurré también, sintiéndome segura después de mucho tiempo.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora