72.

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Me miré al espejo y luego vi si me faltaba algo más en el bolso que llevaba. Mis viejos habían decidido que por la despedida de mis abuelos y mi primo, cenaríamos juntos pero no en casa como solemos hacer, sino en algún restaurante de la ciudad.
Ayer, cuando mis amigos se fueron y me dejaron totalmente confundida sobre mi futuro, Santino me llamó para decirmelo.
Cuando fui a agarrar el teléfono que estaba en la cama, alguien me llamó. Alguien no, Mauro.
- ¿Qué pasó?
- Nada, ¿Venís a una joda?
- ¿Una joda?
- Sí, en unas horas, con los pibes.
- No puedo
- Dale, no te veo hace banda.
- Bueno, pero acá una tiene su vida privada.
- ¿Yo no estoy en esa vida privada?
- Sí, pero me refería a mi vida privada familiar.
- ¿Qué tenés? ¿Otra comida con tus viejos?
- Mis hermanos, mi primo y mis abuelos.
- ¿La de la otra noche?
- No, otros, estos son de España, como mi primo.
- Bueno, vos vas a la cena y luego a la joda. Listo.
- Pero no tengo ganas.
- No me querés ver.
- No tengo ganas, no dije que no te quería ver.
- Bien, porque estoy cerca de tu casa.
- ¿Qué hacés acá?
- No tenía nada que hacer así que iba a ir a tu casa ha hacer tiempo hasta la joda.
- ¿Tenía que ser en mi casa?
- Ya te dije, no te veo hace una semana.
- Mauro...
- No me podés mandar de vuelta a casa, estoy andando por la calle a oscuras, mirá a ver si me van a robar.
- ¿A vos? Sería al revés.
- Dale, estoy ya en la puerta.
Y al segundo comenzó a sonar la puerta sin parar, aunque no muy fuerte. Resoplé terminando la llamada y yendo hacia la entrada a abrirle. Al otro lado, me sonreía con su teléfono en una mano y un porro en la otra.
- Me tengo que ir.
- ¿Vas andando?
- Llamé a un Uber.
- Te acompaño.
- No.
- Dale.
- Ya sé que hace tiempo que no nos vemos, pero si apareces otra vez por allá te van a decir de cenar con nosotros y yo no quiero eso.
- Linda falda.- levanté una ceja mientras que él seguía sonriendo.- Vamos, sólo es acompañarte.
- Conocés a mis viejos.
- Pero yo soy bueno, no voy a quedarme.
- ¿Seguro?
- Sí, obvio, tengo una joda en Colta, ya te dije.
- Bueno, está bien, te creo, no me rompas el corazón eh.
- Nunca.
Y le dio una calada a su porro mientras yo me giraba sobre los tacones negros que me había puesto sin mucha altura, lo simple para ir elegante como mi hermano me dijo que había que ir.
Cerré la puerta y él se hizo a un lado para que yo pasase por su lado, yendo a la carretera a esperar al Uber que ya se hacía ver a lo lejos.
- Lo pago yo.
- No.
- Ya que no vas a una joda conmigo, pago yo.
- Mauro.
Tiró el porro al suelo, me miró, sonrió y entró en el auto que hacía dos segundos había parado en frente de nosotros.
Saludamos al conductor y me senté a su lado en la parte de atrás. Manejó unos minutos hasta llegar a la casa de mis viejos, donde nos íbamos a reunir todos para ir juntos al restaurante.
- Pago yo.
Dijo rápido Mauro y cuando me di cuenta ya le había dado la plata. Le miré molesta y él sonrió, bajando del auto antes que yo. Suspiré, me despedí del conductor y bajé.
- Vas a pasar frío así.
- Callate.
Rió levemente y la puerta de la casa se abrió. Comenzaron a salir mis hermanos, luego mi primo que fue directamente a saludar a Mauro nada más le vio mientras que Santino, José, Miguel y su mujer sólo nos miraban. Luego salieron mis abuelos, que fueron a saludarme a mí. Y al final, mis viejos.
- ¡Mauro! ¿Qué hacés acá?
- Acompañar a Angie.
- ¿Es tu novio?- preguntó mi abuelo mirándole con los ojos entrecerrados.- Tiene la cara tatuada.
- Sí, abuelo, tiene la cara tatuada.
- Y es tu novio supongo.
- Bueno, es guapo.- dijo mi abuela sonriendo, a lo que Mauro respondió con otra sonrisa.
- No es mi novio, por Dios.
- Tan malo no sería.
- Callate, boludo.- Manuel rió y yo puse los ojos en blanco.
- Bueno, dale, tenemos que irnos que luego se hace tarde.- dijo mi viejo ahora, haciendo que mis hermanos comenzaran a caminar hablando entre ellos. Luego, les siguieron mis abuelos.- ¿Vos venís?
- No.
- Dejale que responda él, tiene voz el pibe.
- Bueno, pero es lo que va a decir, ¿Verdad Mauro?
- Supongo.
- Eso no es un no.- dijo mi vieja sonriendo.- ¿Tenés algo que hacer luego?
- Una fiesta.
- Angélica, por favor, déjale hablar a él.
- Uh Dios...
- Sí, tengo una fiesta.
- Bueno, pero una cena no se niega.
- Y menos con nosotros.- añadió mi viejo a lo que dijo mi madre.
- Pero...
- Pero no puede, tiene la fiesta.
- Angélica.
- Decile vos.
- Sí, tengo la fiesta, pero igual...
- ¿Pero qué?- interrumpí sorprendida.- Mauro.
- Igual si termino rápido llego, mirame, ya estoy listo para la joda, así que...
- Listo, te venís, siempre hay sitio para otro.
Mi viejo le dio un leve golpe a Mauro en el hombro y esté sonrió, mirándome a mí. Yo, mientras, le fulminaba con la mirada a la vez que mi padre se lo iba llevando, comenzando a hablarle sin quitar su mano de su hombro.
- Sonreí, nena, es un amigo, ¿No?
Mi vieja me sonrió y pasó por mi lado. Me iban a volver todos locos. Resoplé y comencé a andar atrás de todos ellos, sacando mi teléfono para ver si tenía algún mensaje de alguno de mis amigos.
- Angie.
- No, no me hables.
- Dale, ellos me lo pidieron.
- Me dijiste que no te ibas a quedar.- dije, levantando mi mirada del teléfono para encontrarme con su mirada caminando a mi lado.
- Y no lo iba ha hacer, pero tampoco es algo malo, ¿No?
- Ahora me van a ignorar.
- ¿Estás celosa?
- No.
- Sí.
- Déjame.
- Tranquila, hay duko para todos.- fruncí el ceño y él rió.- Joda, joda.
- Que quede claro que yo no quiero la atención del duko, yo quiero la atención de mi familia.
- Caprichosa la nena.- levanté una ceja y él sonrió.- Tranquila, en cuanto termine de comer me voy y todos para vos.
Dejé de mirarle y seguimos caminando en silencio. Como estaban los viejos delante, supongo que decidió no hacerse otro porro sino un cigarro. Lo peor era no poder pedirle una calada porque acá, la que no podía fumar, era la pequeña de la familia.
Llegamos por fin al restaurante y por suerte había una mesa para nosotros, ya que acá el hermano mayor que era el encargado de reservar no lo hizo. Nos sentamos, pedimos y en la espera, como yo ya sabía, comenzaron a bombardear a Mauro con preguntas sobre su vida.
Primero sus inicios, ya que acá los que no les conocían eran mis abuelos y mi primo sólo su parte famosa. Luego, sobre su viaje a España, que acabó por traerles nostalgia a mí familia porque hacía tiempo que no íbamos allá. Todos se sacrificaron por mí cuando quise hacer una carrera e independizarme y estaba segura que tardaríamos en llenar los ahorros como estaban antes.
- ¿Y cómo volvieron a ser amigos?- levanté la mirada del plato cuando pensé que por fin había una pregunta en la que entraba yo.
- ¿Nosotros? Nada, me acompañó a casa después de una fiesta.- y Santino, al oírme, se atragantó con su bebida. Él sabía que más de una vez me había acompañado para quedarse.
- Todo un caballero.
- ¿Pero solos?- preguntó Miguel mirándonos.
- Sí, bueno, yo no salía de joda con Carlos cuando le vi después de tanto tiempo y digamos que no estaba para andar sola.
- Se torció el tobillo.- añadió Mauro.
- ¿Y ningún amigo estuvo allá?
- Ninguno pudo, así que sólo quedaba él.
- Y a partir de ahí, todo fue una casualidad tras otra.- afirmó Mauro, mirándome mientras tomaba de su vaso de vino, sonriendo. Dios mío.
- Linda casualidad eh.
Y le di un golpe por debajo de la mesa a mí hermano, que disimuló su dolor cuando mi hermano José se fijó en el pequeño salto que dio en el asiento.
Terminamos de cenar y nos levantamos de la mesa una vez pagado. Sabía que la reunión familiar seguiría en la casa de mis viejos y que ahora, ya no se hablaría más de Mauro porque ya avisó a mí familia que luego se tenía que ir, confirmándome que ahora sí me haría caso.
Esperamos a que sus amigos vinieran a por él y luego, con el auto aparcado delante de nosotros, se fue despidiendo de mi familia hasta llegar a mí, la última, por supuesto.
- ¿Me perdonaste ya que no me fui antes?
- Supongo.
- ¿Supones?- preguntó, sonriendo, mientras que mi familia comenzaba a andar hacia la casa de mis viejos.
- Bueno, dale, te están esperando.
- ¿Pero me perdonas?
- Sí, dale, aunque me hayas roto el corazón.
- Dale, Angie.
- Sí, te perdono, pero que conste que lo prometiste.
- Será la última promesa que te rompa.
- Espero.- sonrió y su mirada bajó a mis labios, incomodandome. Quiso jugar conmigo y se acercó a mí pero no para besar mis labios, sino mi mejilla, cerca de ellos.
- Que suerte tenés que está tu familia acá.
Susurró sin dejar de sonreír. No supe reaccionar, sólo me quedé mirándole como si esperara algo que no llegó, porque se dio la vuelta y se fue con sus amigos.
Desperté de mi trance unos segundos después y fui rápido donde mi primo, el que andaba más lento, mirando el teléfono y por tanto, se había quedado más atrás que los demás.
- Ya volví.
- Casi pensaba que te ibas con él.- dijo, sonriendo a la vez que guardaba su celular.- Me cae bien.
- Como para no, es tu ídolo.
- Bueno, pero se le ve buen pibe.- dijo, imitando el acento argentino.
- Sí, pero deja de imitarnos.- rió y yo negué con la cabeza, sonriendo.
- Y es guapo eh.
- Sí, quiero decir, callate.- rió otra vez y yo le fulminé con la mirada.
- Tranquila, yo guardo bien los secretos.
- ¿Qué secreto?
- Estás loca por él.
- Callate, pelotudo, no sé de qué me hablas.
- Sólo hay que mirarte bien, no sé cómo tus hermanos no se dan cuenta.
- Manuel.
- Bueno, si no me lo quieres decir no importa, en el restaurante pensaba que en algún momento te atragantarias al mirarle.
- Callate, ¿Sí?- me miró y sonrió como un nene.- Y si es verdad, no importa, es mi vida.
- Yo mañana me voy a España, así que me quedo con la boca cerrada.
Sonrió y yo puse los ojos en blanco antes de que me pasase su brazo por mis hombros. Iba a acabar loca, confirmado.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora