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Mientras desayunaba el café que me había hecho mirando el televisor, comenzó a sonar el teléfono. Había pasado un día desde aquel mensaje y no me volvió a hablar más. Tampoco supe nada de Candela.
- ¿Sí?
- Angie, soy yo, Santino.
- ¿Pasó algo?
- Nada, hoy tenés que venir a casa de nuestros viejos.
- ¿Pero por qué?
- Bueno, una cena que quieren hacer con la familia entera.
- ¿Entera? ¿Tíos, primos, abuelos...?
- Sí.
- Mirá que yo mañana tengo que ir a la facultad.
- Es una cena, no una joda.
- Dale, iré, todo sea por no oír a Miguel.
- Dale, chao.- se despidió riendo.
- Chao.
Terminé la llamada y seguí desayunando. Después, apagué el televisor para estudiar hasta que llegase la hora de la comida.
Ayer estuve todo el día con Juan en casa, no recibí una llamada ni ningún mensaje de Carlos. Ni siquiera Pedro se dignó a preguntar por mí.
Entonces fue cuando me preocupé por ir mañana a la facultad, pero hoy ya no tenía ese miedo a volver a verle. Al fin y al cabo, dudaba bastante de que fuese borracho y con ganas de quilombo a dónde se va a estudiar.
Dejé los libros y me fui a cocinar, cuando escuché una notificación de mi teléfono en el salón. La ignoré porque prefería fijarme en la comida, sino se iba a quemar como siempre me pasaba.
Cuando me la fui a servir, la puerta sonó. Dejé todo y decidí ir a ver quién era.
- Cande.- sonreí al verla y ella también, abrazándome.
- ¿Cómo andas? Hace tiempo que no hablamos.
- Una semana.
- Me ignoraste.
- Estaba re mal, no me sentía bien.
- Lo dejaste con Carlos, ya me contó Mauro.
- ¿Te habló de lo que pasó?
- Obvio, me tuvo que dar saludos de tu parte.
- Bueno, pasá, igual hay comida para vos.
- Dale.
La dejé pasar y fui delante de ella hacia la cocina. Serví lo que quedaba para ella y fuimos a comer al salón mientras me contaba como le había ido su semana, así terminaba rápido para dejarme a mí tiempo de contar lo que había pasado con Carlos, obviamente ocultando que yo también me había engañado y con su hermano.
- Bueno, ya volverá.
- Mejor que no.
- También es verdad, tremendo pelotudo resultó.
- No es oro todo lo que reluce.
- Barras.- sonrió viendo cómo reía levemente.- Ché, ¿Y hoy que vas a hacer?
- ¿Hoy? Nada, no tengo nada que hacer hasta la noche.
- ¿Te venís a mi casa?
- ¿Hay algo allá que acá no?
- Bueno, más visitas, estás re sola.
- ¿Y qué querés? Mis amigos están todos durmiendo seguramente y ya no tengo más novio que venga a verme.
- Ya saldrá uno, la próxima semana vamos de joda vos y yo y listo.
- Dale.
- Bueno, va, terminamos de comer y venís.
- Si no hay más opción.
Algo me decía que iba a estar allá y sino, siempre iba a tener a alguien de su familia por allá. Pero, no mentía si decía que quería verle aunque sólo fuese para hablar de aquella noche, ya que luego decidió ignorarme de vuelta.
Terminamos de comer y me ayudó a lavar todo antes de subir a por una campera, agarrar mis cosas e irme con ella andando hasta su casa. Abrió la puerta y al segundo, Sandra ya pasaba por allá.
- Angie, qué bueno verte.
- Yo siempre estoy por acá.
- Ya lo veo, ya, ¿Todo bien? La otra vez te fuiste rápido.
- Sí, tuve un problema, pero todo bien ya. Igual perdón por eso.
- No, no importa, todos lo entendieron más o menos, ya vendrás a otra cena.
- Yo encantada.
Sonreí y ella también, yendo a la sala donde se había ido Candela, dejándonos hablar a solas en la entrada.
Nos sentamos las tres en el sofá y con Candela compartimos un mate mientras hablaba de mi vida con Sandra sin decir mucho. Entonces me di cuenta que en esta cena tenía que decirle a mi familia que ya no había ningún Carlos.
- Mirá quién vino.
Estaba tan metida en mis pensamientos sobre cómo sería la reacción de mis viejos que no me di cuenta que Candela había ido a abrir la puerta.
Junto a ella apareció Mauro, sonriendo, como siempre. Sandra se levantó a abrazarle, yo sólo me quedé mirándole sin decir nada.
- Bueno, luego decís que no vengo a verte y cuando vengo siempre estás con otra persona
- ¿Soy la otra?- pregunté mirando a Candela.
- Él es el otro.
- A veces sí.
Entendí esa indirecta, más cuando me miró y sonrió. Se sentó con nosotras, aunque él prefería escuchar mientras miraba el celular.
Cuando les acabé de contar sobre cómo tuve que laburar mientras estudiaba en el instituto para conseguir plata para la facultad, me comenzó a sonar el teléfono en el bolsillo de la campera.
- Santino.
- Voy a por vos.
- Uh, no estoy en casa.
- ¿Dónde estás?
- Con Cande.
- ¿Lombardo?
- Ajá.
- Bueno, mándame ubicación y voy.
- Puedo ir sola eh.
- Y ya estoy en el auto, así que no me importa ir a por vos.
- Dale, entonces te mando.
- Chao.
- Chao.
- ¿Ya te vas?- preguntó Candela mientras yo me metía en el chat de Santino a mandarle ubicación.
- ¿A dónde se va?
- A casa de mis viejos, tengo cena familiar.- respondí a Mauro, levantando un segundo mi mirada para verle.
- ¿Viene a por vos?- asentí y acabé por mandarle el mensaje, dejando el teléfono.- ¿Me puede llevar a mí?
- Sí, dale, mientras no sea lejos.
- No mucho.
- Que buitre que sos.
- Sólo tomo las oportunidades que me dan, boluda.
Candela puso los ojos en blanco, yo reí levemente y seguimos andando con Sandra hasta que, minutos después, Santino me mandó un mensaje para decirme que estaba fuera.
- Linda tarde eh.
- Hacia tiempo que no hablábamos así que estuvo bien ponerse al día.
- Si te volvés a aburrir llamame eh.
- Dale.
- ¿Tu hermano sabe que voy con vos?- preguntó Mauro mientras yo me terminaba por abrazar con Sandra, despidiéndome de las dos para acabar por cerrar la puerta y caminar con Mauro al auto de mi hermano.
- No, pero no importa.
- Podría ir a la cena.
- Que gracioso que sos.
- ¿Mauro viene también a la cena o me perdí algo?- preguntó mi hermano con la ventanilla bajada.
- Le dije, pero no quiere.
- Dale, no sean pelotudos, subite y nos vamos.
- ¿Hago de taxi?
- Como siempre, pero gratis.
- Que negocios más malos qué hacés, enana.
Puse los ojos en blanco mientras me ponía el cinturón de seguridad con los tres ya en el auto.
- ¿Y de qué es la cena?
- Toda la familia.
- ¿Pero celebran algo?
- Nada, que yo sepa.- me miró un segundo Santino y yo levanté los hombros.
Mauro prefirió entonces dejar de hablar y sacar su celular mientras mi hermano manejaba el silencio, sólo con la radio de rock a todo volumen como siempre.
- Ché, me di cuenta de una cosa.
- ¿Qué pasó?- pregunté dejando de mirar la ventanilla al ver que frenaba hasta quedar parado en la solitaria carretera.
- No sé a dónde tengo que ir.
- ¿Me estás cargando?
- No me dijo.
- Dale, ¿Y no podés preguntar?
- Se me ocurrió ahora, pelotuda.
- La concha de tu madre, Santino, Miguel nos va a cagar a palos, mirá la hora que es, ya llegamos tarde.
- ¿Y qué querés?- me miró molestó y fruncí el ceño, los dos ignorando la mirada de Mauro sin saber que hacer.
- Déjame manejar a mí.
- ¿Mi auto?
- Sí, ¡Y bajá la música, gil!- apagué la radio y él la volvió a encender.- Dale, bájate y déjame a mí.
- Si no sabés.
- Mejor que vos.
- ¿Tenés el carnet?
- Siempre.
- Que hincha pelotas que sos...
Abrió la puerta y salió enfadado. Le miré molesta y bajé también del auto para cambiarnos de asiento.
- ¿Ahora a dónde?- pregunté a Mauro.
- Eh... esperá, tengo que llamar.
- Nos va a matar...- apoyé la frente en el volante imaginándome a Miguel gritando.
- Le tenés miedo eh.
- Callate gil, vos también sos un cagón.
- Bueno, es que tenemos el mismo hermano pelotudo, ¿Qué querés?
Suspiré y Mauro, que había salido para que no se oyesen nuestras voces en su llamada, volvió a entrar.
- Ya fue, tardamos mucho. Sabés donde es mi casa, ¿No?
- Lo recuerdo.
- ¿De qué sabés vos eso?
- Larga historia.
- ¿Es joda?
- Santino por favor.
- ¿Y Carlos?
- ¿Qué?
- ¿Qué pasó con él?
- Nada, está feliz en su casa, supongo.
- ¿Pero...?
- No estamos juntos.
- ¿Estás con él?- señaló a Mauro y le miré, me sonrió y luego miré de vuelta a mi hermano.
- No, gil, no estoy con nadie, listo, vámonos ya.
- No, no, pará, ¿Lo vas a decir hoy?
- Si sale el tema sí.
- Ya entiendo...
- ¿Qué?
- Juan me dijo que te peleaste en el boliche el otro día pero Mauro te ayudó.
- ¿Y entonces que te hacés el que no sabe?
- Porque no sabía de Carlos, pelotuda.
- Que boludo que sos.- cuando iba a comenzar a manejar, sonó el teléfono de Santino.- ¿Y ahora qué?
- Miguel.
- Uh dios...
- Cuando lleguemos ya es mañana.- dijo Mauro sonriendo desde atrás. Le miré y suspiré, dejándome caer en el respaldo del asiento.
Nos quedamos en silencio mientras yo sólo pensaba en que Miguel acabaría por dejar sordo a Santino. Se podía oír como gritaba de lejos.
- Listo, nos vamos.- dijo Santino terminando la llamada.
- ¿Qué dijo?
- Que nos vamos.
- ¿A dónde?
- A casa.
- Bueno, ¿Pero le dijiste de Mauro?
- Sí, obvio, pero dijo que no le importaba Mauro o quien fuese, que estaba toda la familia allá y nana ya se enteró de que tenés un novio y quiere verlo, así que dice que vayamos ya porque no aguanta más él solo.
- ¿Y José?
- Fue listo, se fue con los pequeños.
- ¿Y entonces nos llevamos a Mauro?
- ¿Vos me ves con ganas de llamar a Miguel para preguntarle? Dale, manejá ya, boluda.
Miré a Mauro a ver si se oponía, pero la mala suerte llegó a mí cuando desvió su mirada de la ventanilla, sonrió y siguió fumando como si nada.
Manejé como dijo Santino, lo más rápido que pude para llegar a la casa de mis viejos. Como odiaba estas cenas.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora