11.

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Salí del colectivo y comencé a caminar hacia la puerta de la facultad. Desde aquella noche no volví a hablar más con Mauro, tampoco con Candela porque estaba demasiado ocupada, y tampoco con Carlos por haberme dejado sola.
- ¡Angie!- parece que lo había invocado, pero yo seguí caminando como si nada.- ¡Angie, esperá!
Seguí caminando e ignorándole hasta cruzar la puerta. Ahí me agarró del brazo y me giró hasta hacerme chocar con su cuerpo. Rápido, me separé al verle tan cerca de mí.
- Angie, te estuve llamando ayer todo el día.
- Ya y yo te estuve buscando en el boliche, gil.
- ¿Pasó algo mientras no estaba?
- Perdí mis cosas y aunque no hubiera pasado nada, se supone que quedamos sólo vos y yo y en cuanto pudiste te fuiste.
- Bueno, vos estabas con tus amigos, luego fui a buscarte y no estabas allá.
- Obvio, si me dejás con ellos me iré a bailar.
- Perdoname, ¿Sí? No lo pensé muy bien.
- La verdad es que no.
- Pero vos estás bien y yo también. Te pedí perdón ya, ¿Vas a seguir enojada conmigo?
- ¿Ves mi cara?- seria, le miré directamente a sus ojos.- Pues esa es mi respuesta.
- Angie...
Pero ya me había girado y seguí mi camino a la primera clase, una de las que por suerte no compartía con él.
Me senté en mi lugar, saqué las cosas y como siempre, acabé casi por dormirme.
Pasaron las horas hasta que acabé en mi última clase y sentada delante de él.
Poco a poco, iba durmiéndome oyendo al profesor. Hasta que, de repente, sentí algo chocarme en la espalda.
No me giré suponiendo que era Carlos, pero parecía no cansarse y comenzó a tirar más seguido. Miré al suelo y me encontré con pequeñas bolas de papel. Resoplé y me giré levemente para que no fuera demasiado exagerado y el profesor me viera.
- ¿Qué?- susurré.
- Dale, no podés estar así conmigo todo el día.
- Puedo estar hasta semanas.
- Angie... perdón, ya te dije, fui un bobo y no me di cuenta que en realidad te dejaba sola. No volverá a pasar.
- ¿El qué exactamente?
- Nunca más te dejaré sola, ¿Sí?- tenía los brazos estirados en la mesa de tal forma que agarraba el filo de la mesa. Me sonrió levemente y yo también.
- Angélica García y Carlos Fernández, ¿No son muy grandes ya para hablar en mitad de clase sin poder esperarse a salir?- me giré a ver al profesor y los dos sonreímos nerviosos.
- Perdón, profesor.
Dijimos a la vez y me coloqué de nuevo bien en la silla para que él prosiguiera explicando algo que no entendía. Pero, como dijo, nos esperamos a la salida.
Cuando terminó la clase, me levanté la primera y caminé hacia fuera, yendo más lento al salir para esperarle sin que se diera realmente cuenta. Al fin y al cabo, me dejó sola en un boliche donde podría no haber salido viva.
- Angie.- me giré y él se colocó a mí derecha.
- Me vas a gastar el nombre hoy.
- Bueno, si así me perdonas.
- O me canso de vos.
- Si te cansas de mí nadie te va a poder ayudar.- le miré y él sonrió con sus manos en el bolsillo.
- Touché.
- Bueno, ¿Qué? ¿Me perdonaste ya?- preguntó viendo la parada del colectivo ya cerca de nosotros.
- Sin vos tendría que gastar plata en el colectivo así que...- me miró y sonreí.- Sí, te perdono, pero no me vuelvas a dejar sola o te voy a dejar estéril, ¿Entendiste?
- Entiendo, jefa.
Sonrió y yo hice lo mismo, siguiendo nuestro camino hacia su auto. Nos subimos, yo puse la música y él manejó hasta mi casa como de costumbre.
Cuando llegué a la facultad pensé en no hablarle por días, pero por algún casual se me hacía difícil hasta no reírme al verle, así que sabía que no aguantaría mucho.
- Bueno, tu chófer de confianza te llevo a casa sana y salva.
- Podrías haberlo hecho esa noche...- dije quitándome el cinturón de seguridad y al mirarle chasqueó su lengua.
- Bueno, lo haré en otra noche.
- ¿Otra noche? ¿Quién te dice a vos que saldré de nuevo con otro cordobés que me deja tirada?
- Porque ya caíste en mi encanto, a las pocas horas ya te estabas riendo como si nada en vez de pegarme.
- No quiero ir presa tan joven, pelotudo.
- Está bien, está bien, vos decidís. Pero acá estaré eh, y esta vez no te dejaré sola, ¿Sí?
Asentí y abrí la puerta, saliendo sin decir nada más. Como de costumbre, me despedí con la mano asomándome por la ventanilla antes de ir casi corriendo a mí puerta y abrirla para entrar sin mirar hacia atrás, sabiendo que aún estaba allá.
Fui a mí habitación y dejé mis cosas allá antes de bajar a comer lo que tenía guardado, como siempre.
Me esperaba una tarde lenta y aburrida, estudiando sin hacer nada más. Seguramente agarraría el poco fernet que me quedaba en casa y me armaría una fiesta sola, pero al fin y al cabo, no era lo mismo emborracharse sola que con otra persona.
Me tiré al sofá en cuanto terminé de comer y miré mi celular antes de dormirme. Un par de mensajes de Miguel con sus obligaciones, entre ellos que tenía que ir a casa de mis viejos hoy porque tenían algo para mí. Pero, lo ignoré y dormí la siesta.
Hasta que, de repente, el celular me despertó. Me senté rápido mirando quién llamaba y la hora. Ni media hora me dejaron.
- ¿Cande?
- Angie, pensaba que estabas dormida.
- Lo estaba, pero dale, contame, ¿Qué pasó?
- Nada, sólo tenía un tiempo libre y bueno, ya fui de joda con mis amigos pero vos nada.
- ¿Querés ir a un boliche ahora?
- No, pelotuda, pero vení a mí casa.
- Uh, tengo que estudiar e ir a la casa de mis viejos.
- Entonces voy yo a tu casa y listo, luego te acompaño a ver a tus viejos. Hace tiempo que no les saludo.
- Bueno, dale, vení entonces.
Nos despedimos y dejé de nuevo el celular en la mesa. Después, subí a buscar mis libros y comencé a estudiar jugando con el pequeño colgante de cadena fina de plata que llevaba desde adolescente como regalo de mi hermano Santino.
Hasta que, como esperaba, alguien llamó a la puerta, por suerte no muy temprano y pude estudiar un poco más. Fui y abrí, sonriendo al verla al otro lado.
- Entrá, ya terminé de estudiar.
- ¿Segura? Mirá que yo agarro el celu y listo.
- No, todo bien, pasa.- me hice a un lado y dejé que pasase dentro, yendo juntas a la sala.- Bueno, ¿Qué querés hacer?
- ¿Qué tal la comida con tus viejos el otro día?
Preguntó sonriendo divertida a la vez que se tumbaba como si nada en el sofá. Resoplé y comencé a contarle todo antes de cambiarle de tema y seguir con otras preguntas personales para acabar hablando boludeces o comentando lo que veíamos en nuestros teléfonos.
Cuando se hizo la hora para irme a casa de mis viejos, la dejé sola en la sala y subí a cambiarme un poco, al fin y al cabo eran mis viejos pero no quería ir solo con un buzo negro y un pantalón de pijama por la calle.
Me vestí y bajé para irnos juntas en Uber hasta la casa de mis padres. Pagué al conductor y bajamos, yendo a la puerta de la casa donde tanto tiempo viví. Toqué y a los segundos ya tenía a mi viejo abriendo la puerta.
- Pensé que estarías laburando ahora.- abracé a mí viejo.
- Hace minutos que llegué. ¡Isabel, vení, está acá también Candela Lombardo!
- ¡Voy!
Oímos por algún lugar de la casa y mi viejo saludó con un abrazo a Candela antes de que mi vieja apareciese para abrazarla. Siempre le cayó bien esa familia, en general porque yo siempre estaba con ellos.
- Ma, ¿Qué tenían que darme?- pregunté ya en la sala de la casa, sentados.
- Nada, un par de cosas que vi en tu antigua habitación cuando hice limpieza hace días. Cuando fue la comida se me olvidó dártelo pero nada voy a por ello y listo.
Se levantó y se fue, dejándonos con mi viejo, que comenzó a preguntar a Candela por su vida y la de su familia, obviamente.
Luego, apareció mi madre con una caja llena de libros y un par de cosas más. La agarré y nos quedamos allá hablando hasta que se hizo lo suficientemente tarde para levantarnos e irnos. Me despedí de mis viejos con un abrazo y me fui con la caja en mis manos por Paternal.
- Si querés podés dejarlo en mi casa, está más cerca .
- Genial, porque no tengo plata ni para el colectivo.
Caminamos entre charlas y risas, compartiendo la caja para que no se cansara la otra de llevarla, hasta que llegamos a su casa. Allá, parecía haber invitados esperando en la puerta.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora