La luz del día parecía atravesar mis párpados cerrados, haciendo que no tardase en aparecer uno de los peores dolores de cabeza que había tenido. En realidad, todo el cuerpo me dolía.
Resoplé achinando mis ojos para abrirlos, mirando la habitación donde estaba e intentando recordar algo de anoche. Pero todo se interrumpió cuando sentí algo.
Estaba desnuda y no, no recordaba nada. Me dolía todo el cuerpo, cosa que nunca me había ocurrido en una resaca. Lo único que sabía ahora mismo es que estaba en mi habitación.
Me di la vuelta rápido, sintiendo como si mi cerebro bailase en mi cráneo. Me toqué la cabeza dolorida a la vez que miraba la habitación entera. No había nadie, pero la cama estaba completamente deshecha. Confundida, intenté recordar algo de ayer.
Estaba enojada con Mauro porque no me hacía caso, una de mis tantas pelotudeces. Comencé a beber como loca y en un momento Diana me dio una calada de su porro, pero dudo que eso hiciese algo. Luego, apareció mi hermano y su grupo de amigos, donde había un pelotudo que más tarde resultó ser el hermano de otro de sus amigos que me comenzó a hablar. Su nombre...Fernando.
No sé cómo, ni por qué, ya no me acordaba de más sólo una imagen mía bailando con el pibe, fumando y bebiendo sin importarme nada. Quizás...¿Me había acostado con él?
De repente, toda la confusión pasó a ser miedo. ¿Había engañado a Mauro? No recordaba nada, pero lo que veía podía ser una prueba de que sí lo había hecho.
Alguna vez después de una fiesta me había desnudado ebria, pero nunca me dolió el cuerpo después de una noche loca. Cuando llego de fiesta nunca me meto en la cama, simplemente me tiro encima de las sábanas a dormir a no ser que esté acompañada. Acompañada.
Comencé a buscar si había algo de ropa del pibe y después busqué la mía. Toda estaba tirada por el suelo. Resoplé aún más agobiada, comenzando a creerme que realmente lo había hecho.
Hacia tiempo que no fumaba y mezclarlo con alcohol...no era una buena idea. Lo peor era que fue él quien me lo dio, quizás porque él sí sabía lo que hacía y yo en cambio no.
Corrí al baño para buscar algún rastro de besos o cualquier cosa mirándome al espejo. Pero nada, sólo tenía el maquillaje corrido y el pelo despeinado.
Comenzaba a sentir mi respiración ir más rápido de lo normal además de una presión en el pecho que comenzaba a ser molesta. De nuevo, salí corriendo a la habitación, ignorando todo el dolor que sentía.
Busqué mi teléfono intentando buscar ahí alguna prueba, algún mensaje. Pero nada. Miré de nuevo la habitación y como loca, comencé a buscar si había algo de un hombre que no fuese Mauro, incluso si había algún forro.
Al final, me dejé caer sentada en el suelo intentando tranquilizarme, echando mi pelo hacia atrás. Me abracé a las rodillas con tan sólo la ropa interior puesta. Contaba desde diez hacia atrás intentando calmarme, pero todas las lagunas de memoria se mezclaban con el dolor de la cabeza y cada vez estaba más segura de que le había engañado y ni siquiera me acordaba.
De repente, el sonido de mi teléfono paró mi respiración por un segundo. Levanté la mirada y fui rápido creyendo que podía ser él. Pero no, era Mauro.
Miré la pantalla sin saber qué hacer y simplemente lo dejé sonar sin dejar de ver su nombre. ¿Y si lo había hecho ahora qué?
De nuevo, aquella presión en el pecho y la respiración entre cortada junto con el estómago revuelto. Cuando su nombre desapareció, decidí llamar porque realmente necesitaba ayuda.
- ¿Sí?
- ¿Santino?- fue al oír su voz que la mía se cortó.
- ¿Angie? ¿Pasó algo?
- Yo...te necesito.
- Voy, voy ya.
Y terminó la llamada. Mordí la uña de mi dedo pulgar mirando la pantalla, sintiendo como estaba a punto de tener una náusea.
Al final, dejé caer el celular al suelo y fui corriendo al baño porque no aguantaba más. Acabé agachada delante del WC, devolviendo todo, dejando caer algunas lágrimas.
No me levanté porque las piernas se me había quedado sin fuerza, así que volví a tener mi espalda en la pared y a abrazarme a mis rodillas, sollozando como una nena asustada.
No quería, no quería engañarle y menos al estar molesta por una boludez. Realmente no le merecía, había actuado como una nena.
Minutos después, ahogandome entre mis pensamientos torturadores y mis pequeñas lágrimas, oí la puerta. Me levanté con ayuda de la pared y fui despacio a la puerta. Agarré el pomo y la abrí lentamente.
- ¿Angie? ¿Qué pasó?- me abrazó nada más verme y yo me aferré a su remera.- Angie, Angie contame.
- Yo...no sé qué pasó.
- ¿Qué pasó de qué? ¿Qué hacés así? Vamos adentro, hace frío.
Volvió a abrazarme y así me entró de nuevo en la casa para cerrar la puerta. Después, se separó de mí para tener mi cara llena de lágrimas entre sus manos, mirándome atento.
- ¿Qué pasó? ¿Por qué lloras?
- Engañé a Mauro.
- ¿Qué?
- No me acuerdo, pero sé que lo hice Santino, sé que lo hice y me siento como la peor del mundo.- afirmé antes de comenzar a llorar. Me miró preocupado y me volvió a abrazar con más fuerza que antes.
- Vení, vamos a sentarnos.
Me llevó con su brazo alrededor de mis hombros hasta el sofá y allá se quitó la campera para ponérmela a mí.
- Tranquilizate y dejá de llorar, ¿Sí? No pasa nada, vamos a ver qué pasó y qué hacer, juntos, ¿Vale? Siempre juntos.
Agarró mi mano, sonriéndome con dulzura mientras que yo asentía tragando mis lágrimas. Chasqueó su lengua y volvió a abrazarme hasta que sintió que mi respiración se calmó un poco más que antes.
- Contame ahora qué pasó, tranquila, no pasa nada.
- Yo...ayer terminé de hablar con vos y fui a bailar.
- Sí, me acuerdo, estabas molesta con Mauro.
- Y allá, un amigo tuyo me encontró. Me preguntó por mis amigos y me había perdido, por no decir que ya había escabiado suficiente para estar algo confusa.
- ¿Y qué pasó?
- Me convenció de fumar marihuana y...no recuerdo más, Santino.
- ¿Marihuana? ¿Quién fue?- preguntó ahora él enojado seguramente con su amigo.
- Fernando se llamaba.
- Pero ya está, ¿No? No pasó nada más.
- Me he despertado hoy y...y me dolía todo el cuerpo, la cabeza, las piernas...estaba desnuda, Santino, desnuda y con toda la cama deshecha, ¡Dormí con alguien y no me acuerdo!- de nuevo, las lágrimas se adelantaban unas a otras en mi mejilla bajo su mirada atenta.
- No habrá...
Y a continuación, se levantó, enfadado. Se quedó con las manos en la cadera, dándome la espalda, mirando a un punto fijo de la casa antes de atreverse a volver a mirarme.
- ¿No recordas nada? ¿Te dio él algo de beber?
- No me acuerdo.
- ¿Te llevó a casa?
- No me acuerdo, Santino.
- ¿Te tocó?
- ¡No me acuerdo! ¡¿Vale?! No sé que hice, no sé nada y...y si he engañado a Mauro yo...yo no sé qué hacer, Santino, no sé qué hacer, no...no puedo respirar bien.
- Está bien, está bien, tranquila.
De nuevo, volvió a mí al ver como caía en el respaldo con la mano en el pecho, sintiendo todo el calor subir por mi cuerpo, nublandome la vista por las lágrimas y sin poder respirar por una presión que se hacía insoportable a este punto.
- Angie, respira.
- No puedo, Santino, Mauro...
- Ya está, tranquila, respira, esto se va a arreglar, voy a saber qué pasó y...
- Le engañé, engañé al pibe que quiero, no lo puedo creer.- le interrumpí, tapando mi cara con mis manos antes de que me abrazase.
- Tranquila, ya está, tranquila.
Me mantuvo así un tiempo, llorando en su hombro, mojando toda su remera de mis lágrimas y ahogando los sollozos en su cuello.
- Voy a llamar a alguien, vos...vos respira tranquila, ¿Sí?
Dijo, separándose lentamente para poder quitar los mechones de mi cara, mirándome fijamente. No dije ni hice nada, tampoco esperó a ello.
Se levantó quitando su teléfono del bolsillo del pantalón y yéndose lejos para llamar a alguien que no sabía quién era. Yo, mientras, me abracé yo misma, sollozando para intentar controlarme cuando en realidad, sólo perjudicaba más a mi respiración.
Un tiempo después, volvió a mí para abrazarme ahora él, besando mi cabeza y calmandome poco a poco hasta oír la puerta sonar. Entonces, se levantó de nuevo para abrir.
- ¿Qué mierda pasó? ¿Por qué no me llamaste?- de repente, mi hermano mayor, Miguel, estaba delante de mí.
- Miguel.
- ¿Me tuvo que llamar Santino para venir acá a ayudarte?
- Yo...
Chasqueó su lengua y luego fue a abrazarme con fuerza. Detrás, Santino nos miraba con sus manos en su cadera como antes.
- Yo tengo que irme.
- ¿A dónde?
- A hacer una cosa, vos...vos quédate acá con Miguel, ¿Sí?
- Tu campera.
- Mejor quedatela.
Me sonrió levemente y Miguel y yo nos quedamos en silencio viendo cómo se iba. Después, mi otro hermano se sentó a mi lado, dejando su brazo alrededor de mis hombros para tenerme abrazada todo el tiempo.
- ¿Estás mejor?
- Creo que engañé a mi novio, ¿Vos qué crees?
- Santino me contó que no podías respirar.- le miré y él sonrió levemente.- Tuviste un ataque de pánico.
- ¿Cómo sabés si ni me viste?
- Porque Santino me contó cómo estaba por el teléfono y yo ya los he tenido, ¿Recordás?
A mi mente vino cuando era pequeña y yo misma vi a mi hermano quedarse sin aire de repente. En su adolescencia, solía tenerlos, después de ir al psicólogo fue teniendo menos hasta que no volvió a padecer uno.
En silencio, sin decir ninguno de los dos nada más, los quedamos mirando a un punto fijo de la sala, abrazados, oyendo mi teléfono sonar. Sólo nos movimos cuando fue el suyo.
- Santino.- Miguel me miró y yo a él también, ya más tranquila que antes.- ¿Fuiste a su casa, sos pelotudo? Ya, ya...¿Nada? Bueno, fue caballero al final. Sí, ya, lo sé. ¿Qué? No, realmente sos pelotudo. Dale, nos vemos luego, chao.
Y terminó la llamada, dejando lentamente el teléfono en la mesa antes de mirarme y sonreírme con dulzura.
- ¿Qué?
- Anda a vestirte, te prepararé el desayuno y una pastilla para el dolor.
- ¿Qué dijo Santino, Miguel?
- Nada, no pasó nada.
- ¿Qué?
- Fue a la casa de su amigo, el que estuvo con vos ayer.
- ¿Qué?
- Sí, le pegó y después preguntó, ya sabés cómo es cuando se trata de vos.
- ¿Es pelotudo?
- Sí, ya sabés que sí.- sonrió y yo me quedé mirándole fijamente.- Pero, al final el pibe le dijo que no pasó nada, te dejó en casa y la última imagen que tiene de vos es subiendo las escaleras tambaleandote pero quitandote los tacones en el camino, nada más.
- Entonces...
- No engañaste a Mauro, está todo bien.
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Piensa En Mí (Duki)
FanfictionAngie, hija de padres españoles, nació en Buenos Aires, Argentina. Desde pequeña, vivió en Almagro, siendo parte de una familia humilde junto a sus tres hermanos mayores. Con cinco años, mientras jugaba en el parque conoció a una niña en uno de los...